Calle Rioja

Las voces de un libro: demasiado para Gálvez

  • Intrahistoria. Enriqueta Vila, Roca Barea y Bárbara Rosillo, tres historiadoras que salen en el libro de Reyero sobre el malagueño cuyo retrato llegó al Senado de los Estados Unidos

Teresa Valcarce junto al retrato de Bernardo de Gálvez en la portada del 'Washington Post'.

Teresa Valcarce junto al retrato de Bernardo de Gálvez en la portada del 'Washington Post'.

Y Bernardo de Gálvez entró en Washington. Este malagueño de Macharaviaya que le regaló este título al último libro de Francisco Reyero descubrió los Estados Unidos mucho antes que Antonio Banderas. Su apellido rebota en la memoria del lector y lo lleva a Demasiado para Gálvez, esa estupenda novela de Jorge Martínez Reverte que llevó al cine Antonio Gonzalo. El político malagueño completa el póker de americanos a los que se acercó Reyero: Frank Sinatra, Clint Eastwood y Donald Trump. Los dos últimos de plena actualidad, el actor con su última película en las carteleras, Mula; el inquilino de la Casa Blanca, peleándose con medio mundo, que alguien diría, con Larra, que murió del otro medio. Cuando todas las encuestas pronosticaban el triunfo de Hillary Clinton en las elecciones norteamericanas, Reyero publicó un libro sobre Trump. Una apuesta a perdedor que con el tiempo la victoria inesperada lo convirtió en imprescindible herramienta bibliográfica.

En el libro de Reyero hay una mujer fundamental, Teresa Valcarce, la que hizo posible que el retrato de Bernardo de Gálvez llegara al Senado de los Estados Unidos, un privilegio de ciudadano honorario que tienen Winston Churchill, Teresa de Calcuta, Lafayette y pocos más. Para su investigación, el periodista mantuvo muchas conversaciones. En este apartado aparecen tres mujeres de diferentes disciplinas: Enriqueta Vila, María Elvira Roca Barea y Bárbara Rosillo.

Enriqueta Vila es americanista, aunque en su etapa de delegada de Cultura del Ayuntamiento, en la época de la Expo 92, el único viaje que hizo al extranjero fue a Rusia para gestionar la llegada del Colón de Tsereteli que ese país le regaló a la ciudad de Sevilla. En la recta final de la campaña electoral, entre el día del Libro y el aniversario de la Revolución de los Claveles, participará en los Pinelo en un ciclo de conferencias sobre la primera vuelta al mundo. Gálvez es uno de los muchos nombres que completó el puzzle de ese mestizaje cultural sin precedentes que llevó un apellido con bautismo malagueño a la ciudad de Galvestone.

Las gestiones para reivindicar el protagonismo de Bernardo de Gálvez al servicio de España y de los Estados Unidos como gobernador de Luisiana que se detallan en el libro de Reyero conectan con la sustancia del libro Imperiofobia y Leyenda negra de María Elvira Roca Barea, malagueña de El Burgo. En la portada del libro editado por Siruela, un ensayo que se acerca a las treinta ediciones, hay una imagen de Hernán Cortés con los tlaxtaltecas. Acaba uno de leerlo y siente sano orgullo de ser español, un gentilicio castigado por tantos prejuicios, medias verdades y españolismos de pandereta.

Enrique Valdivieso dirigió la tesis de Bárbara Rosillo sobre la moda en el siglo XVIII, el siglo de Bernardo de Gálvez (1746-1786). Un revolucionario de la vida que murió tres años antes de la Revolución Francesa. La Historia está de moda y la moda es una parte fundamental de la Historia. Esta historiadora del arte, aragonesa de cuna, sevillana de formación, desnuda la sociedad con los vestidos, con su estudio de la evolución de los usos y costumbres. Y Bernardo de Gálvez entró en Washington (Los papeles del sitio) es la historia de un malagueño que cruzó la frontera en sentido contrario al de Ambrose Bierce, el periodista norteamericano que trabajó para la cadena Hearts, se casó con una india chiricaua, escribió un Diccionario del diablo y lo noveló Carlos Fuentes en Gringo Viejo.

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