Sevilla FC

Una mirada al interior

  • La derrota ante el Lille pone de manifiesto la mala gestión de la ansiedad por parte del equipo, pero también la excesiva exigencia que ha normalizado el club y que ha calado en la afición

Ocampos se retira apesadumbrado el martes ante el Lille.

Ocampos se retira apesadumbrado el martes ante el Lille. / Antonio Pizarro

Aunque en el fútbol no hay tiempo para analizar demasiado las decepciones ni para regodearse en los éxitos, las consecuencias deportivas y económicas que puede traer aparejadas la derrota del Sevilla ante el Lille sí invitan a hacer una mirada al interior para hallar respuestas. El modelo de gestión de la sociedad está cogido con alfileres cada año –los auditores lo advierten y José María Cruz lo reconoce– e hipotecado en castillos en el aire, con presupuestos embargados hasta la clasificación no ya para octavos, sino para cuartos de final.

Una decepción en el fútbol siempre hace aflorar las críticas y Julen Lopetegui vuelve a estar en el foco de la lupa por su gestión de partido en una cita que dejó muchos aspectos a mejorar, pero sobre todo a reflexionar, porque los errores se fueron cometiendo al contrario de esa tendencia que la afición le achacaba al equipo y su entrenador, la propensión a dejar pasar los minutos para ir a por los puntos conforme el rival se vaya desgastando.

La ansiedad

El principal error que el Sevilla cometió ante el Lille fue no dominar la ansiedad. Cuando Delaney cometió el error que cometió, había que volver a ponerse a remar como desde el principio. Pero lo del danés ya estaba hecho.

El equipo entró en una espiral de aceleración con la que, sin querer, benefició los intereses del equipo galo. Apenas se jugó en la segunda parte desde el gol de Ikoné y los jugadores del Sevilla no fueron capaces de frenar la constante rueda de interrupciones en que el Lille logró que se convirtiera el partido.

Primero por lo que en psicología se llama gestión de la crisis o del conflicto y segundo porque futbolísticamente tampoco supo sacar las herramientas para reconducir la situación y hacer aflorar esa mayor calidad futbolística que en los primeros minutos sí se hizo patente, aunque paulatinamente se fuera diluyendo conforme el Lille daba pasos adelante.

El Sevilla cayó en la trampa que le tendió el Lille y en la segunda mitad apenas se jugó y cuando el reloj estuvo corriendo el balón iba de un área a otra a esa velocidad que los sevillistas habían avisado que no iría a favor de sus intereses. El intercambio de golpes y el ida y vuelta constante estaba claro a quién iba a beneficiar, al equipo, por genética, con más fibra rápida.

Una exigencia extrema

Deberían tener cuidado los gestores y medir sus palabras porque todo lo que dicen, el aficionado se lo cree. Es verdad que el Sevilla ha dado pasos de gigante como club, como estructura empresarial y como equipo, tanto en España como en Europa, pero puede que se esté cometiendo el error de no poner a veces los pies en el suelo. Los objetivos se tiran muy alto, al máximo posible (el título de Liga se ha repetido varias veces y hasta a modo de “sueño” se ha hablado de Champions), con el parapeto –o truco– de “ir día a día”.

Las expectativas que eso ha creado en una afición que ya ha visto a su equipo repetir dos años clasificación para la Champions se transforman al final en una presión excesiva para el equipo.

Está bien ser ambiciosos, pero se empiezan a correr riesgos cuando los presupuesto se elaboran embargados a unos éxitos y objetivos deportivos que ya se dan por hecho. Eso se llama de toda la vida de Dios vender la piel del oso antes de cazarlo.

El Sevilla lleva unos años que, con un entrenador o con otros, se ha habituado y ha normalizado el competir por encima de sus posibilidades. Con un presupuesto que en Europa lo superan perfectamente entre 15 y 20 clubes, está instalado en el top ten del ránking que la UEFA elabora por coeficiente UEFA.

Una cuestión física

No es un déficit de físico en sí porque el Sevilla tiene una de las plantillas más poderosas de España, pero en competición europea el físico se mide de otra forma. En las ligas francesa, inglesa y alemana predomina el futbolista explosivo, que posee una gran velocidad, con sangre africana... quizá menos resistente, pero que requiere otra manera de contrarrestar. El Sevilla no tiene jugadores en determinados puestos para frenar ese tipo de adversario y apuesta más por un fútbol control que en cuanto no es capaz de sacarlo a relucir le crea muchos problemas. Con demasiados jugadores que pasan de los 33 años en el equipo y en la plantilla (Fernando, Jesús Navas, Rakitic, Papu Gómez...) no le es fácil contener a equipos bien dotados para el contraataque y cada vez son más los clubes que en Europa construyen un modelo alrededor de esta característica.

Negatividad alrededor

Tampoco lo olvidemos, si ya hay presión por las exigencias que emanan del club, oficial y extraoficialmente, no ayuda la negatividad que se instala alrededor del equipo semana sí y a la siguiente también. Cuando empata porque empata, cuando gana 1-0 porque no sentencia o el fútbol no es vistoso... Así, no es raro que en las derrotas se origine un maremoto. El equipo se liberó en su momento sin público en la pandemia y, aunque desea siempre jugar al calor de los suyos, también es cierto que ayudaría un poco más de confianza en lo que es capaz de hacer.

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