COMO no da la impresión de que sea por diferencias económicas, la marcha de Quique Sánchez Flores se antoja difícil de entender. Seguramente debe haber una intrahistoria que desentrañe por qué el hombre que sacó al equipo del abismo ha perdido la confianza del mando. Y es que a simple vista, en la hipotética balanza pesarían más los aspectos positivos que los negativos, mejores números azules que rojos indudablemente.

Creo que los que hoy mandan en el club deberían explicar a trazos finos por qué el hombre que sacó a Isaac Romero del filial y al equipo del pozo en que se hallaba no va a seguir el próximo curso como inquilino del banquillo situado a la diestra en Nervión. ¿Qué nos hemos perdido en el día a día de Quique para esto? Quizá su relación con el director deportivo o quién sabe qué, pero los números atesorados por el madrileño desde que se hizo cargo de la nave avalarían su continuidad.

Doctores tiene la Iglesia, incluso también este Sevilla que va de sainete en sainete, por lo que convendría una explicación al respecto. Por lo pronto tenemos una despedida de curso con un encuentro Sevilla-Barça que tiene de todo para que se convierta en un avispero en el que no va a ser Quique el objetivo principal del malestar de la grada. Y como tampoco son para brindar con champán los nombres que pululan como alternativa, ya repito que urge aclarar si hay algo que no sabemos.

Gente cercana a la toma de decisiones tampoco es explícita y la verdad es que el sobrino de Lola Flores, hijo del ex bético Isidro y ahijado de Di Stéfano no cuenta con abogados que defiendan con firmeza su andadura, conque seguiremos aguardando qué fue lo que movió a la defenestración del hombre que corrigió una deriva ruinosa. Sólo esperar que la decisión de despedirlo se mejore con la elección de su sustituto, pero a ver si alguna vez sabemos cuál es la intrahistoria.