Sevilla FC | Informe técnico

El acoso del modelo envolvente

  • El 4-3-3 de Lopetegui basa su éxito en la presión muy arriba, los dobles interiores o su inmejorable físico

  • El 2-5-3 en fase ofensiva es un martillo pilón

Julen Lopetegui toca el balón en la sesión de ayer.

Julen Lopetegui toca el balón en la sesión de ayer. / Antonio Pizarro

La intensidad y la presión desde muy arriba es el Santo Grial del modelo Lopetegui, un entrenador que ha logrado convertir a su Sevilla en un equipo totalmente reconocible que envuelve a sus rivales desde fuera para matarlos por dentro y que sale muy alegre al campo de batalla sabedor de tener una de las mejores retaguardias de la Liga Santander.

Salvo contados acercamientos a otros esquemas con una defensa de tres centrales o, por alguna situación puntual, a alguna variante de su patrón de base, el entrenador guipuzcoano es muy fiel a su 1-4-3-3 y la figura de los dobles interiores, o lo que es lo mismo, dos falsos extremos que se meten hacia dentro para dejarle los pasillos a los laterales y dos centrocampistas que lo mismo hacen de escuderos de Fernando –el ancla que hoy no estará– que se ponen el traje de mediapuntas, de extremos o, si hace falta, hasta de delanteros.

A la impecable aplicación de un modelo que ha demostrado que funciona se une la calidad de una plantilla que tiene el sello de Monchi. ¿Qué podía salir mal? Una condición física que posiblemente llegue a picos que ningún club en España pueda igualar, y lo que le ha permitido ganar muchos partidos en los minutos finales, es otro de los secretos de este equipo que está ya metido en zona Champions con dos partidos menos que la mayoría de rivales.

Sin balón

El primer mandamiento de la religión Lopetegui es la presión coordinada desde arriba y, por supuesto, morder con intensidad en los momentos posteriores a la pérdida. Primero orientar la presión, tarea que realiza el nueve, demarcación clave para el funcionamiento general del bloque y en el que el técnico puede elegir entre la potencia de En-Nesyri (ideal para espacios largos, tanto para atacarlos como para presionar) o el punto de fijación que ofrece De Jong si a Lopetegui le interesa encerrar a los centrales en su área. Si es al revés, si le interesa sacarlos, tirará de En-Nesyri, que además ahora está viendo puerta con facilidad.

De esa presión inicial viene todo lo demás: coordinación para alternar vigilancias con presión atosigante a la mínima duda por parte del extremo o del interior y el consiguiente acompañamiento del lateral y del pivote. Dos laterales con recorrido para que no decaiga la intensidad defensiva y que están obligados a muchos repliegues y dos centrales rapidísimos para barrer todo lo que haya quedado, que también se encarga de filtrar un ancla como Fernando o, en el caso de hoy, Gudelj, con más recorrido aunque con menos pausa.

Igual que el 4-3-3 envuelve a los rivales para el ataque, al final avaba cazando a sus presas robando muy cerca del área contraria.

Con balón

Ese 4-3-3 se convierte en un 2-5-3 que acaba martilleando a su rival a base de insistencia y que alcanza picos de posesión de los más altos de la Liga. Los extremos a pierna cambiada (Suso y Ocampos) buscan el interior para hacer dos contra uno tanto con los interiores como con los laterales. Al final, el Sevilla consigue crear una superioridad numérica que le permite llegar con muchos efectivos arriba.

Lo mejor

Un equipo que presionando y atacando es un martillo pilón.

Lo peor

La salida de balón se resintió cuando el rival lo presionó con dos puntas. La defensa en zona de la estrategia cae en muchos desajustes.

Youssef En-Nesyri. Youssef En-Nesyri.

Youssef En-Nesyri. / Daniel Rosell

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