Dos Europas sanitarias
Sanidad Espacio comunitario
Los promotores de la Carta del Derecho a la Salud de la Ciudadanía en la Unión Europea abogan por la "convergencia de modelos de atención sanitaria".
Cerrar la brecha entre las dos Europas sanitarias surgidas de las últimas ampliaciones de la Unión Europea es un reto que se esfuerzan por enfrentar tanto las instituciones comunitarias como las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en ese ámbito. Las desigualdades asistenciales y en programas preventivos son todavía bastante desfavorables para las regiones central y oriental del antiguo bloque del Este, y de ahí las iniciativas y propuestas para conseguir una "convergencia de modelos de asistencia sanitaria".
Esta necesidad fue subrayada por Marciano Sánchez Bayle, presidente de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, al presentar en Madrid la Carta del Derecho a la Salud de la Ciudadanía de la Unión Europea. La iniciativa ha sido desarrollada junto a la International Association of Health Policy --especializada en el análisis de políticas de salud-- y la Consejería de Salud y Bienestar Social de Castilla La Mancha. La Organización Médica Colegial acogió el acto, y su presidente, Juan José Rodríguez Sendín, apoyó el esfuerzo por la equidad sanitaria en la UE. "Quizás nos quedemos en el medio de la Carta, pero hay que ponerse a ello", apostilló.
En realidad, apuntó Sánchez Boyle, España parte en buena posición, ya que su Sistema Nacional de Salud (SNS) es "de los mejores de la Unión Europea". Y lo mismo dijo "a título personal" Jean Pierre Unger, del Departamento de Salud Pública de la Universidad belga de Amberes, quien destacó al SNS "en todos los capítulos": asistencial, financiero y de participación. Elvira Foteva, perteneciente a la Unidad de Salud Pública del Ministerio de Sanidad de Bulgaria, compartió esos elogios al sistema español al constatar las grandes distancias en salud entre el Este y el Oeste europeos.
De ahí la insistencia del consejero castellano-manchego Fernando Lamata en que "el ámbito nacional se queda corto" y en la "necesidad de un ámbito europeo para garantizar una atención de calidad" y para defender la sanidad pública y los sistemas de protección social. Máxime cuando, como recalcó Sánchez Boyle, las diferencias son muy marcadas: si en España las situaciones diversas pueden calcularse en un orden de "5 sobre 100, en Europa llegan a 80 sobre 100". Lo confirman las estadísticas. Algunas tan significativas a este respecto como la esperanza de vida ajustada por salud, que al producirse la gran ampliación de 2004 apenas situaban a uno de los nuevos socios, Malta, en la media (70 años) de la UE que los acogía. El resto, incluidos todos los países del antiguo bloque del Este, quedaba por debajo, y en algunos casos (empezando por la cola, Letonia, Lituania, Turquía, Hungría y Estonia) a diez o más años de distancia vital. Rumania, Polonia y Eslovaquia superaban el listón de 60 años, pero sin sobrepasar la media de 61 de los países candidatos. Sí lo hacían, en cambio, Bulgaria, República Checa, Chipre y Eslovenia, que era el más cercano (tres años peor) a la media de la UE antes de la ampliación.
Otros ejemplo simbólico de las desigualdades sanitarias europeas lo proporciona la lucha contra el cáncer, que no ha dejado de reflejarse en las estadísticas en la última década. Justo en vísperas de la ampliación a la UE de 25 miembros, el proyecto Eurocare que mide y explica las diferencias en supervivencia dibujaba un clarísimo retrato de "dos Europas". Mientras los países occidentales lideraban las tasas de supervivencia femenina (Francia, Austria, Suecia y España en cuarto lugar), los cinco del Este que aparecían en la lista (empezando por la cola, Polonia, Estonia, Eslovaquia, República Checa y Eslovenia) copaban las últimas posiciones.
La desventaja de los países del Este volvería a quedar de manifiesto el año pasado durante una jornada científico-sanitaria celebrada en la sede del Parlamento Europeo a propósito del cáncer de cérvix. Sus déficits en el cribado para detectarlo precozmente contribuyen a las importantes diferencias (hasta cinco o seis veces) en número de casos y en mortalidad entre países como Bulgaria, Lituania y Rumania respecto a Finlandia o Italia. De hecho, el riesgo de morir por ese tumor de las mujeres de aquellos tres países multiplica por 7, 8 y 11 el de las finlandesas.
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