Vivir el paso de niño a adulto con un implante coclear

La intervención que posibilita audición a algunos casos de sordera se inició en los años noventa en España. Jóvenes que viven con el aparato desde entonces lo valoran positivamente pero demandan más sensibilización con su discapacidad

De izquierda a derecha: Ignacio, Yolanda y Juan Antonio.
De izquierda a derecha: Ignacio, Yolanda y Juan Antonio.
Paola García Costas

09 de abril 2009 - 01:00

En España el primer implante coclear (IC) se realizó en mayo de 1985 en Barcelona, aunque de forma regular fue a partir de 1989. Este acontecimiento médico técnico generó benefactores y detractores pero, más allá de la controversia, lanzaba una posibilidad de audición para algunos casos de sordera profunda bilateral. Yolanda Soler es una andaluza de 26 años que operaron en 1993 en la Clínica Universitaria de Navarra. Entonces era una niña que ni siquiera sabía qué era un quirófano, según recuerda. Sin embargo, mantiene la imagen del día en que su padre, tras fallidos procedimientos audífonos, le preguntó: "Yolanda, existe una operación nueva; ¿tú quieres oír?", y ella contestó moviendo la cabeza con un sí repetido y rotundo. También era sordo de nacimiento Ignacio Benítez, "con un 99% de hipoacusia bilateral", explica su madre Lola Domínguez. Este sevillano de 24 años, tenía tan sólo 6 cuando le implantaron en el Hospital Clínico Universitario San Cecilio de Granada, "fue de los cinco primeros en beneficiarse de la técnica en Andalucía, y además, el más pequeño hasta entonces, por ese motivo tuve que hacer muchísimas gestiones burocráticas. Pese a las dudas del entorno, yo tenía muy claro que era la única oportunidad para mi hijo de escuchar algo". Hoy Ignacio es un joven diseñador gráfico cuya expresividad corporal completa con cercanía su locución. La historia de Juan Antonio Troncoso, también de 24 años, es más tardía pues lo intervinieron con 17 años. El IC fue una opción que tomó cuando "conocí a Yolanda e Ignacio y vi que podían hablar y relacionarse más que yo. Tenía miedo a la operación pero quería poder comunicarme más", narra Juan Antonio. Actualmente, hay alrededor de 6.500 implantados en España, y según datos de la Federación de Implantados Cocleares de España de septiembre de 2008 donde más hay es en Andalucía con 907, seguida de la Comunidad Valenciana con 806.

El IC es un dispositivo que transforma el sonido en energía eléctrica estimulando el nervio auditivo del paciente. El aparato tiene partes externas (procesador de palabra, cable, micrófono, antena y petaca) y partes internas que se introducen en la cóclea (caracol) mediante cirugía clínica (estimulador receptor y electrodos). En principio, son candidatos a la intervención aquellos que no obtienen beneficio auditivo con audífonos convencionales y, además, tienen una pérdida de 90 decibelios en el caso de los niños; y a partir de 80 decibelios en adultos. En el procedimiento, "primero te introducen las partes internas y a los meses las conectan a las externas. Pero no escuchas y hablas inmediatamente, comienzan años de rehabilitación con un equipo multidisciplinar, donde el logopeda es crucial para distinguir los sonidos", describe Yolanda. Ella la primera vez que escuchó ruidos de un coche o de niños jugando no los entendía y se asustó.

La posoperación depende del afectado, hay que distinguir entre las personas poslocutivas y prelocutivas, como Yolanda e Ignacio, que han nacido sordas o han adquirido la sordera en sus primeros años de vida y no incorporaron el lenguaje antes de ser operados. En estos casos, para unos buenos resultados el tiempo que se tarda en realizar el implante es esencial, debido a que con los años se pierde plasticidad cerebral. "Yo me traté durante nueve años con el logopeda", dice Yolanda. Lola describe que como madre se esforzó para que su hijo verbalizara el objeto que deseaba, "no le dábamos un vaso hasta que lo pedía por su nombre", cuenta.

En conjunto, estos jóvenes valoran positivamente el implante y sus posibilidades. Sin embargo, Lola destaca que "son niños que lo han tenido muy difícil". Entre las situaciones vividas, Ignacio lamenta que "no pudiese, o pueda, acceder a escuelas, institutos o universidades debido a que no ofrecen los medios para sordos". Y es que, aunque ellos escuchan sonidos no pueden seguir la velocidad de locución de un oyente, "necesitamos que la gente nos hable más despacio y sea comprensiva. Esa es una virtud que depende de la persona, algunas dedican su tiempo e interactuan con nosotros y otras prefieren no hacerlo". Yolanda es técnico de laboratorio y Ignacio diseñador, ambos están en paro. Jose Manuel desea estudiar arquitectura técnica para lo que necesita un traductor simultáneo de leguaje de signos. "Las personas sordas queremos relacionarnos. A mí, lo que más me gusta del implante es que me permite interactuar con oyentes y enriquecerme. Más allá de las limitaciones todos somos iguales", concluye Ignacio.

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