La era del teletrabajo: ¿deberíamos cobrar más?
Jornadas maratonianas imposible de acotar, gastos extra en internet, luz, tecnología... la flexibilidad de no ir físicamente al trabajo también tiene su lado negativo
Nunca lo hubiéramos pensado, pero sí, ha ocurrido. Un país tan presencialista como es España, a nivel laboral, ha dado paso al teletrabajo, algo impensable un mes antes de la crisis sanitaria producida por el coronavirus. Así pues, millones de españoles han tenido que adaptarse, en un mínimo periodo de tiempo, a afrontar su trabajo en unas condiciones muy distintas a cuando vamos a la oficina.
Para comenzar, estás en casa, de acuerdo, pero eso no es sinónimo de quedarte más tiempo en la cama sino, más bien, todo lo contrario. Las jornadas se convierten en maratonianas cuando un sistema que antes no se aplicaba de manera generalizada -aunque progresivamente se va adaptando, pero no del todo- es mucho más lento y puede suponer un mayor margen de tiempo para concluir nuestro trabajo.
Asimismo, aunque no concibamos que alguien no tenga Internet en casa, esa ha sido también uno de los handicaps de muchos teletrabajadores obligados a montar la oficina en su domicilio. Y es que, según los expertos, hemos pasado de un teletrabajo inexistente, como era el caso de nuestro país, a otro a tiempo completo. En circunstancias normales, explican, hubiera habido una "desescalada" en este ámbito también, desde un punto de vista tecnológico -en el que hubiera dado tiempo a adaptar ordenadores y cumplir requisitos- como también a la hora de organizar y dirigir nuestro trabajo.
Sin límites
Y es que, de repente, la vida laboral se ha introducido en la vida familiar. La demandada conciliación no es tal si no es posible cumplir con horarios reales. Y, denuncian los expertos, la flexibilidad se convierte en un arma de doble filo porque, el "lo hago más tarde", implica desdibujar nuestros horarios y no tener, literalmente, vida privada.
Desde esa perspectiva, muchos teletrabajadores coinciden en que uno de los grandes peligros del teletrabajo es que "nunca terminamos de trabajar".
Así, esos gastos extras (luz, agua, teléfono, tecnología...) que ya deja de asumir la empresa, sumados a esas horas de más que terminamos trabajando y, reconocen muchos teletrabajadores obligados por la situación de la pandemia, son regalos de nuestro tiempo -que en la mayoría de los casos no son valorados ni retribuidos-, hacen que esta peculiar situación laboral cueste dinero al empleado. Estar siempre disponibles y tener horarios interminables únicamente puede beneficiar al empresario o cliente, jamás al trabajador.
Está claro que la solución pasa por acotar y cumplir unos horarios establecidos y, si es posible, trabajar por objetivos. De tal manera, opinan los expertos, que "nosotros nos podamos organizar en base a llegar a una fecha límite, sin tener la presión diaria del jefe". La empresa debe entender que, si el sistema no es el adecuado, se puede ralentizar nuestra labor que, en su mayor parte, y para realizarla, la está pagando quien trabaja desde casa. Se puede llegar a un acuerdo de añadir un plus por esos gastos que la enseña se está ahorrando pero, insiste los expertos, eso no debe suponer exigir más trabajo.
¿Se debe pagar más por teletrabajar? La respuesta es depende. "Si es opcional, no. Si es una exigencia de la empresa y esta no cumple con los derechos del trabajador, indudablemente, hay que recalibrar un sueldo acorde a lo trabajado y al coste adicional que ello supone".
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