Tutankamón, Machu Picchu, Pompeya y otras 'maldiciones' arqueológicas
Curiosidades
Repasamos algunas supuestas maldiciones relacionadas con el saqueo de sitios arqueológicos, así como sus posibles explicaciones científicas o históricas
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¿Maldiciones en sitios arqueológicos? Si se preguntase al arqueólogo más famoso de la ficción, el doctor Indiana Jones, probablemente se limitase a poner los ojos en blanco y a esbozar una media sonrisa sarcástica.
Un segundo después puede que recordase que, tras décadas saqueando tumbas (perdón, investigando) e irrumpiendo en cámaras selladas y mausoleos de todo tipo alrededor del globo, sí que se ha encontrado con alguna que otra cosa que nunca ha sido capaz de explicar.
Pero evitará hablar de maldiciones propiamente dichas, y también de saqueo de tumbas porque, a fin de cuentas, consagró su vida a recuperar objetos que "deberían estar en un museo".
Seguro que hay muchos que coinciden con el doctor Jones en que no existe maldición alguna en los sitios o yacimientos arqueológicos, pero otras muchas personas sí que están convencidas de que son reales y de que quienes profanan o roban en estos lugares sagrados se exponen a terribles consecuencias.
El último caso conocido es el de una mujer que devolvió rocas sustraídas de la ciudad de Pompeya tras enfermar de cáncer. No es el único relacionado con la ciudad arrasada por el Vesubio, hay incluso un libro, del periodista Antonio Cangiano y titulado La maldición de Pompeya. Superstición y arqueología. Historia de pequeños hurtos y arrepentimientos en todo el mundo, que recoge historias reales de personas castigadas tras llevarse a casa un recuerdo no autorizado de esta "tierra de destrucción".
La tumba de Tutankamón
Si hablamos de casos famosos de supuestas maldiciones relacionadas con el saqueo de sitios arqueológicos, el más conocido es el de la tumba del faraón Tutankamón, descubierta en 1922 por el arqueólogo británico Howard Carter.
Según la leyenda, la tumba estaba protegida por una ominosa inscripción: "La muerte golpeará con su ala a quien perturbe el sueño del faraón". Poco después de la apertura de la tumba, varios miembros de la expedición de Carter murieron en circunstancias misteriosas, lo que alimentó la creencia de que habían sido víctimas de la maldición del faraón.
Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que la mayoría de las muertes se debieron a enfermedades naturales o accidentes y que no hubo una diferencia significativa en la esperanza de vida entre los que entraron en la tumba y los que no.
Machu Picchu
Otro caso famoso es el de la ciudadela inca de Machu Picchu, descubierta en 1911 por el explorador estadounidense Hiram Bingham. Según algunos relatos, Bingham se llevó consigo varios objetos sagrados de la ciudad perdida y, desde entonces sufrió una serie de desgracias personales y familiares, como divorcios, enfermedades y suicidios.
Además, se dice que muchos de los objetos robados han desaparecido o han sido devueltos por sus poseedores, asustados por las maldiciones que les acechaban. No obstante, no hay evidencia histórica o científica que respalde estas afirmaciones, y se trata más bien de leyendas.
¿Qué hay detrás de estas supuestas maldiciones?
Para explicar estos fenómenos, algunos expertos recurren a un fenómeno psicológico conocido como efecto placebo inverso o nocebo, por el cual las personas que creen en las maldiciones tienden a experimentar más síntomas negativos o a atribuir sus desgracias a una causa sobrenatural.
Otros expertos señalan que las maldiciones serían una expresión simbólica del respeto y la reverencia que merecen estos lugares, una forma de disuadir o castigar a los saqueadores o profanadores de sitios arqueológicos, que atentan contra el patrimonio cultural y la memoria histórica de los pueblos.
¿Qué pasa cuando alguien se lleva algo de un sitio arqueológico?
Al margen de maldiciones, el robo de piezas arqueológicas (con consecuencias legales que en el caso de España pueden llevarte a la cárcel) es una actividad que causa un daño a veces irreparable.
Los sitios arqueológicos son huellas de la historia, que podemos alterar si las borramos o las cambiamos. Perdemos información, conocimiento, memoria e identidad sobre civilizaciones que nos precedieron. Es como tirar un libro a la basura o borrar un archivo informático, porque nos dan pistas que nos ayudan a entender cómo eran y qué hacían los que vivieron antes que nosotros.
Los ladrones destruyen o alteran además las zonas donde se encuentran los objetos, dificultando la investigación posterior. Esos artículos, que suelen acabar en el mercado negro, pierden contexto y significado y se convierten en meras piezas de arte sin documentación ni registro. Además, el robo en sitios arqueológicos fomenta el tráfico ilícito de bienes culturales, una actividad delictiva vinculada con el narcotráfico, el terrorismo o el lavado de dinero.
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