Los móviles y tablets ya incluyen etiquetas de eficiencia energética como los electrodomésticos: cómo leerlas y qué cambia
Una nueva normativa europea obliga a informar sobre la durabilidad, reparabilidad y consumo de estos dispositivos para fomentar un uso más sostenible
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Desde el pasado 20 de junio, comprar un teléfono móvil o un tablet en España implica encontrarse con una novedad: una etiqueta energética similar a la que ya conocemos en frigoríficos o lavadoras. Esta medida, derivada de las normativas europeas 2023/1669 y 2023/1670, pretende que los consumidores dispongan de información clara sobre aspectos hasta ahora ocultos de estos dispositivos.
La nueva regulación responde a una realidad preocupante: el crecimiento exponencial de los residuos electrónicos y la vida útil cada vez más corta de los dispositivos tecnológicos. Según datos de la Unión Europea, cada año se generan más de 12 millones de toneladas de residuos electrónicos, una cifra que no deja de aumentar.
Qué información incluye la nueva etiqueta
La etiqueta, de lectura obligatoria en todos los puntos de venta, incorpora ocho apartados con información técnica presentada de forma comprensible que nos resumen desde la tecnológica española SPC. Como indican en un comunicado, la compañía, con diseño propio en España y control integral del proceso de desarrollo, ya había integrado estos requisitos en sus productos como parte de su compromiso con la sostenibilidad, el consumo responsable, la reparabilidad y la accesibilidad tecnológica.
Estos son los ocho indicadores que veremos a partir de ahora en las etiquetas de smartphones y tablets:
- Identificador del producto: la etiqueta incluirá de forma clara la marca, el modelo y un enlace QR a la página con información del producto en el Registro Europeo de Productos para el Etiquetado Energético (EPREL por sus siglas en inglés).
- Clasificación energética: Al igual que los electrodomésticos, los dispositivos se clasifican de la A (menor consumo) a la G (mayor consumo). Esta calificación depende del procesador, el tipo de pantalla y la gestión de la carga, entre otros factores.
- Duración de la batería: Especifica cuántas horas y minutos funciona el dispositivo en condiciones estándar de uso (mismo brillo, conexión de red y volumen).
- Resistencia a caídas: Los smartphones deben soportar un mínimo de 45 caídas sin funda protectora. La escala va de la A (máxima resistencia) a la E (mínima). Las tablets quedan exentas de este requisito.
- Índice de reparabilidad: Uno de los aspectos más novedosos. Evalúa la facilidad para desmontar el dispositivo, sustituir piezas y acceder a información técnica necesaria para reparaciones. También se clasifica de A a E.
- Vida útil de la batería: Indica cuántos ciclos completos de carga y descarga puede soportar la batería antes de perder capacidad significativa. La normativa establece que debe mantener al menos el 80% de su capacidad tras 800 ciclos.
- Resistencia al agua y polvo: Utiliza la certificación IP, donde el primer número indica protección contra polvo (máximo 6) y el segundo contra agua (máximo 9). Los smartphones deben cumplir mínimo IP44 y los tablets IP40.
- Número de regulación: se trata del código con el que el producto está inscrito en el Registro EPREL.
Repuestos garantizados durante siete años
Junto al etiquetado, la normativa introduce otra medida significativa: los fabricantes deben garantizar la disponibilidad de piezas de repuesto esenciales como baterías, cámaras o pantallas durante siete años tras la comercialización del producto.
Esta obligación busca alargar la vida útil de los dispositivos y reducir la tendencia a desecharlos ante la primera avería. Hasta ahora, muchos usuarios se veían obligados a cambiar de dispositivo por la imposibilidad de encontrar repuestos o por el coste excesivo de las reparaciones.
Un cambio de mentalidad en el consumo tecnológico
La medida europea sigue la estela de iniciativas similares implementadas en Francia, donde el índice de reparabilidad ya era obligatorio desde 2021. Los primeros datos sugieren que esta información influye en las decisiones de compra, especialmente entre consumidores preocupados por el impacto ambiental.
Para los usuarios, esta normativa supone disponer de herramientas objetivas para comparar dispositivos más allá del precio o las prestaciones técnicas. Aspectos como la durabilidad de la batería o la facilidad de reparación cobran relevancia en una decisión de compra que, tradicionalmente, se basaba en criterios menos sostenibles.
La industria tecnológica, por su parte, deberá adaptar sus estrategias de diseño y marketing a esta nueva realidad, donde la sostenibilidad y la durabilidad se convierten en elementos diferenciadores tan importantes como la innovación tecnológica.
Esta regulación marca un punto de inflexión hacia un consumo más responsable de tecnología, donde la información transparente permite a los ciudadanos tomar decisiones más conscientes sobre productos que utilizan diariamente.
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