Toros

Espartaco, ¿de figura a ganadero de postín?

  • El encierro del maestro de Espartinas, en conjunto con trapío y de buen juego, ofreció oportunidades para el éxito, destacando especialmente el cuarto novillo

GANADERÍA: Novillada de Espartaco, que en su conjunto cumplió en trapío y juego. Los mejores fueron el cuarto, un novillo que embistió que repetía, con humillación y profundidad y el tercero, un animal noble e incansable. Ambos fueron ovacionados. Primero, sin malas intenciones, aunque se quedó corto, con aspereza; segundo, con un buen pitón derecho; y quinto, muy exigente, también ofrecieron un juego interesante. El sexto manseó, pero acudió bien tras la muleta. TOREROS: Luis Miguel Casares, de caña y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, estocada y un descabello (silencio). Cristian Escribano, de verde y oro, que debutaba. Estocada caída con vómito (vuelta al ruedo tras petición insuficiente). En el quinto, estocada y cinco descabellos (silencio tras dos avisos). Esaú Fernández, de tabaco y oro, que hacía su presentación. Estocada (silencio). En el sexto, dos pinchazos y media (silencio). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Viernes 9 de abril de 2010. Algo más de entrada. En cuadrillas saludaron en banderillas Antoñares, Marcos Ortiz, Curro Robles, Pedro Mariscal y Jesús Alonso.

Se abrió el abono continuado con un festejo con sabor a tiempo de esperanza cuando todavía el olor a azahar nos envuelve. Esperanza porque los novilleros son como cabos aspirantes a generales en este increíble ejército del toreo. Porque los novilleros son como sacristanes en busca del papado taurino. Actores que aún no se mueven con soltura por las tablas conocidas como terrenos en el ruedo. Porque los novilleros son como poetas en busca de su propia voz. Y porque, en definitiva, son toreros noveles que calan sus monteras de miríadas de ilusiones.

Ayer, en la Maestranza, hicieron el paseíllo Luis Miguel Casares, Cristian Escribano y Esaú Fernández. Y escribo hicieron el paseíllo porque a estas alturas, por unas cosas u otras, cada uno estará lamentándose de no haber alcanzado el triunfo con una novillada de Espartaco, en conjunto bien presentada y con muchas posibilidades para el éxito. Por contra, Espartaco, que alcanzó el estrellato como torero, soñará en estos momentos con encaramarse en figura ganadera. Conociendo su humildad seguro dirá que esto es sólo una prueba y que todavía le resta un largo camino. Pero ya son varios los peldaños que ha subido como ganadero en novilladas celebradas en plazas de primera categoría, entre ellas en esta Maestranza, que ayer ovacionó con fuerza dos de sus novillos -tercero y cuarto-.

Frente a ese panorama halagüeño, los sueños de los tres novilleros se estrellaron con una cruda realidad: Cristian Escribano, quien a la postre fue el más destacado, dio una vuelta al ruedo, entre tanto Luis Miguel Casares y Esaú Fernández fueron silenciados.

Luis Miguel Casares, que el año pasado encabezó el escalafón, tuvo en suerte al mejor novillo de la tarde, el cuarto, un precioso y a la vez serio astado, que embestía con repetición, humillación, profundidad y clase. El zaragozano comenzó algo acelerado con la diestra; logró dos buenas tandas con la zurda y su labor cayó en picado, con el público decantado a favor del ejemplar de Espartaco, al que ovacionó fuertemente en el arrastre, mientras que silenciaban la labor del maño. Con el que abrió plaza, un precioso novillo, que acabó quedándose corto y sacó aspereza, se perdió en un trasteo que resultó insulso, en parte porque no siempre acertó en la colocación y distancias.

El debutante Cristian Escribano logró los mejores momentos ante el segundo, un novillo con un buen pitón derecho. El getafense comenzó de manera mayestática su faena. Quietud impresionante en los medios, con un par de muletazos por la espalda. Comienzo volcánico y muy ovacionado. Citó en la larga distancia al novillo para ligarle cuatro muletazos y el de pecho en la serie más emotiva. Por ese lado consiguió otra tanda interesante. Pero el nivel bajó mucho con la izquierda. El madrileño, que realiza las suertes con naturalidad, sin afectación, se marcó una bella, inesperada e inspirada trincherilla en el epílogo de su obra. En la suerte suprema ejecutó bien la estocada, por lo que se le esfumó el premio. Con el exigente quinto dio una dimensión de torero con proyección. Hizo frente con inteligencia y seguridad ante un novillo que resultó complicado. Tuvo un grave problema: se pasó de metraje y escuchó dos avisos.

Esaú Fernández, menos placeado que sus compañeros, tampoco alcanzó el triunfo. Con el tercero, un novillo incansable, que dio un serio susto al banderillero José Muñoz Perico, realizó una desigual faena, en la que trazó buenos naturales en una serie, que apenas tuvieron eco en los tendidos. Ganó palmas en un epílogo en cercanías, con un circular invertido. Con el que cerró plaza, un mansote, que sin embargo embistió bien tras la muleta, el camero, que se presentaba en el coso del Arenal, consiguió dos espléndidas series al natural. Con la diestra no redondeó. Y enfrió al público alargando la labor, innecesariamente, con unos circulares invertidos.

Al término del segundo festejo de la temporada en la Maestranza, ese sabor a tiempo de esperanza resultó agridulce para los novilleros. Al otro lado del río cabe decir que la mayoría de las grandes figuras del toreo fracasaron como ganaderos ¿Conseguirá un maestro como Espartaco convertirse en ganadero de postín? Ayer, en la Maestranza, ascendió otro peldaño para lograrlo.

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