Espectáculo plano el día de San Fermín

5º Festejo de San Isidro

La nobleza sin fondo de raza del ganado de El Parralejo y el gris toreo de la terna dejan una tarde vacía en el día de San Isidro

Nuevo lleno en la plaza de Las Ventas Alejandro Fermín confirmó alternativa con ‘Escultor’

En tarde de silencios, solo hubo palmas en Las Ventas para el espada extremeño Miguel Ángel Perera.
En tarde de silencios, solo hubo palmas en Las Ventas para el espada extremeño Miguel Ángel Perera. / EFE

Ficha de la corrida

Plaza de toros de Madrid. GANADERÍA: Seis toros de la ganadería de El Parralejo, todos cinqueños de edad y muy desigualados de presentación, tanto en volumen como en cabezas y hechuras, y de juego en general manejable, pero sin celo de salida y con un escaso fondo de raza en el último tercio de la lidia, algunos sin poder con su exceso de kilos. TOREROS: Miguel Ángel Perera, de terno verde botella y oro: estocada baja trasera (palmas tras aviso); metisaca bajo y bajonazo (silencio tras aviso). Paco Ureña, vestido con un traje de caña y oro: pinchazo y estocada corta (silencio); bajonazo (silencio) Alejandro Fermín, de lila y oro, que confirmaba la alternativa: pinchazo, estocada baja y descabello (silencio tras aviso); pinchazo, pinchazo en los bajos y bajonazos (silencio tras avisos). INCIDENCIAS: Fermín confirmó el doctorado con el toro de nombre ‘Escultor’, número 76, negro, de 591 kilos. Entre las cuadrillas, Fini y Vicente Herrera saludaron tras banderillear al cuarto de la suelta. Quinto festejo de la feria de San Isidro, con lleno en los tendidos (más de 22.000 espectadores), en una tarde nublada y fresca

La nobleza sin el necesario fondo de raza de la corrida de toros El Parralejo y el voluntarioso pero monótono y opaco toreo de la terna actuante propiciaron en la tarde de ayer en Las Ventas un plano espectáculo en la corrida de la feria de San Isidro, justo la del día del patrón de Madrid, que registró un nuevo lleno en los tendidos.

Muy desiguales de todo, salvo en sus cinco años cumplidos, los astados de la divisa sevillana acusaron también su exceso de kilos, lo que, después de emplearse poco en los primeros tercios, les hizo desfondarse o mantener una sosa nobleza sin apenas empuje ni profundidad en las embestidas a la muleta.

Y ante tal panorama la terna, lejos de resolver con menos exigencias o intentar aquilatar las pocas virtudes que ofrecieron, se alargó en seis faenas grises, sin apenas lucimiento ni momentos destacables, y casi todas rematadas, además, de feas estocadas en los bajos.

No es de extrañar que, casi dos horas y media de aburrimiento después, el festivo público buscara la salida rápida de la plaza. Con todo, la actuación de mejor tono fue la del diestro Miguel Ángel Perera, que con los dos toros de su lote se mostró sobrado de oficio y de firmeza, lo que le valió para lucir muy por encima de la desagradecida condición de un segundo ejemplar que se defendía ante el mando de su muleta, pero al que siempre se impuso el torero.

Otras cosa fue lo del cuarto de lidia, de aparatosa cuerna y que fue perdiendo celo a marchas forzadas después de que Perera le abriera el trasteo de rodillas en los medios para luego empecinarse en un muleteo técnico y firme pero de escaso calado, y tan largo que al extremeño le sonó un aviso cuando aún seguía intentando sacar un partido ya negado.

El matador de toros murciano Paco Ureña tuvo una vuelta a la plaza de toros de Madrid muy desangelada, lo mismo con un tercer toro débil de riñones al que ayudó poco con muletazos incoherentes en alturas, trazo y colocación, que con un quinto de nada menos que 605 kilos, de buena construcción pero pasado de peso, con el que se le vio con pocas ideas, aguantando más que mandando en un esfuerzo de largo metraje y nula repercusión.

Por su parte, el novel matador cacereño Alejandro Fermín dejó en evidencia la falta de un mayor oficio y de una mejor actitud necesarias para confirmar la alternativa en Madrid, y más aún en una ceremonia en plena feria de San Isidro.

Así fue como, sin mayor pulso, el cacereño no aprovechó la clase que sacó el toro de la ceremonia de la confirmación en unas contadas, pero sí que suficientes, arrancadas, mientras que hizo un vano esfuerzo por remontarse a un sexto toro simplón y de gran tonelaje que, protestando, le enganchó al torero recién confirmado constantemente los engaños.

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