EL REPASO
Una 'Magna' con reminiscencias taurinas
Contracrónica: cuarta de abono
El hilo argumental de la corrida de este miércoles de preferia lo había marcado la madurez de Miguel Ángel Perera, sabio y profesoral con el complejo primero y primoroso -hasta el punto de arriesgarse a pasarse un puntito de rosca- con ese boyante cuarto. Fue una de las guindas del interesante envío de la familia Moya Yoldi que sigue encontrando el viento de cara en sus incursiones maestrantes. El abrazo del diestro extremeño con Rafael Molina Candau -gestor de esta vacada soñada por Pepe Moya que pasta en Monte San Miguel- lo decía todo...
Pero la cosa no se podía entender sin recapitular algunas polémicas: si en la jornada anterior se había negado inexplicablemente la vuelta al ruedo al grandioso quinto de Santiago Domecq, en esta ocasión no hubo que rascar demasiado para que el palco enseñara ese pañuelo azul que concedía el honor póstumo para un cuarto, llamado Oloroso, que había atesorado muchas virtudes pero tuvo un final un punto declinante. El caso es que memoria, que va por barrios, se decanta antes por la embestida humillada y trepidante del segundo del envío de los campos de Aracena. Se llamaba Turulato.
Era la gracia de otro toro, de distinto hierro pero idéntica sangre que le tocó en suerte a Nazaré hace casi una década y le cortó una oreja. Era de Fuente Ymbro, una vacada que comparte muchas reatas con la de El Parralejo hasta brindar estas sorpresas de la maravillosa genealogía taurina... Aquel, que saltó en 2015, fue un animal tan bravo como este segundo que no terminó de ser entendido por completo por Paco Ureña, expresionista en el toreo al natural pero falto de resolución para abarcar por completo la humillada y honda embestida del animal.
¿Qué decir de Borja Jiménez? Llegó a Sevilla como había que hacerlo. Responsabilizado, entregado y ¿por qué no? hasta pasado de vueltas. ¿Cuándo si no? Tuvo delante un buen tercero, algo blandito, que le permitió revelar su excelente momento. Pero la gente no terminó de entrar por completo en el fondo de su valiosa faena al sexto, un animal sin clase ni humillación que sirvió de verdadero calibre. Cuidado...
Hay que volver al gran triunfador de la tarde, un Perera asolerado en el camino de vuelta de su vida taurina que saboreó como nadie la Puerta del Príncipe que se le abría en ese crepúsculo de Primavera.
“Los toreros tenemos muchas cosas por dentro que no se ven, pero la maravilla del toreo son tardes como esta”, declaró el torero. Sería bonito ir más allá para reparar en un detalle especial. La Universidad Menéndez Pelayo celebra estos días un curso que analiza la inspiración taurina de la generación del 27. La casa de Pino Montano, lógicamente, ha tenido un protagonismo especial en esas jornadas. En 2017 fue el propio Perera, de la mano de la Cátedra Taurina de la Universidad Hispalense, el que ofició de catalizador de un acto cultural que evocaba, precisamente, aquella borrachera esotérica -urdida por Ignacio Sánchez Mejías- que otorgó espíritu de grupo a aquel grupo de poetas.
Hablan del cante de Manuel Torres, de los disfraces de moro, de la conducción alocada de Fernando Villalón por las callejas de la Sevilla de la época, de la incursión al Manicomio de Miraflores en peno auge del psicoanálisis y hasta del terror de Federico García Lorca en una travesía nocturna por el Guadalquivir. Los toros dan para tanto: empezamos hablando de bravura, del triunfo legítimo de un torero que ya lo tenía todo conseguido y hemos acabado evocando a una generación de poetas que se la pegaron gorda hace casi un siglo. Habian sido muñidos por ese matador que llegó a incluir a Alberti en su cuadrilla -le procuró un traje naranja y azabache- antes de cerrar con sangre y gangrena la propia Edad de Plata.
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