Rafaelillo, coloso en valor; y toro al corral para Téllez en su debut
El diestro murciano da la única vuelta al ruedo tras jugarse la vida sin contemplaciones ante el segundo toro de una peligrosa 'miurada' · José Luis Moreno concretó una actuación digna y brilló en el capote.
GANADERÍA: Corrida de Miura, con un sobrero como tercero bis, que reemplazó a un toro lesionado en la lidia. Bien presentada, en el tipo de la casa, y con el denominador común del peligro. TOREROS: José Luis Moreno, de grana y oro. Entera y once descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio). Rafael Rubio 'Rafaelillo', de tabaco y oro. Pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras aviso y petición minoritaria). En el quinto, casi entera y siete descabellos (silencio tras aviso). Israel Téllez, de grana y oro. Dos pinchazos, casi entera y cuatro descabellos (silencio). En el sexto, dos pinchazos y estocada chalequera (silencio tras tres avisos, con el toro devuelto a los corrales al no poderlo matar en el tiempo reglamentario). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Domingo 8 de mayo de 2011. Tres cuartos de entrada en tarde agradable temperatura. Abraham Neiro saludó tras banderillear al quinto. Casi tres horas de duración.
Los toros de Miura, fieles a su encaste, en el tipo -agalgados, con mucha caja-, apenas si aparentaban lo que se iba anunciando en la tablilla, superando cuatro de ellos los 600 kilos, y con unas herramientas que daba pavor verlas hasta desde el tendido. Pero lo peor fueron sus ideas, también miureñas, con esa peligrosidad que ha alimentado la historia de esta legendaria ganadería sevillana.
De la terna compuesta por Rafael Rubio Rafaelillo, José Luis Moreno y el debutante Israel Téllez, quien sobresalió fue Rafaelillo, colosal en valor y único espada que dio una vuelta al ruedo. Rafaelillo se peleó con el segundo en una lidia añeja, de torero macho de otros tiempos. Una lidia con olor a cloroformo y contundencia de pedernal. El murciano recibió a aquel tren de 600 kilos con una larga cambiada de rodillas junto a tablas y lanceó muy bien a la verónica. En la muleta, tras una preciosa apertura con doblones, el toro ya estaba orientado. Apenas hay que imaginar: 578 kilos de furia, dos espadas que coronaban el testuz y un millón de toneladas de malas ideas. Enfrente, un torerazo de estatura pequeña y corazón gigante al que el toro estuvo a punto de cortarle la yugular en el primer hachazo. Luego, lidia descarnada, con derrotes por ambos pitones y el torero sacando muletazos muy, muy meritorios. Dos desarmes de los que no tuvo la culpa el torero porque el toro le quiso atravesar el brazo. Y un desplante de verdad, cara a cara con ese Lucifer al que llegó a tutear. Se tiró de verdad y fue cogido por la chaquetilla, que desgarró el toro. Sin arredrarse, el murciano volvió a tirarse para matar de estocada. Le dieron una ovación muy fuerte y algunos pañuelos blancos volaron. Rafaelillo -si tenemos en cuenta al toro al que se había enfrentado y cómo había lidiado y matado- tenían que haberle premiado, al menos con un trofeo. Pero este mundo, a un paso de lo virtual, queda ya muy lejos de aquellos tiempos en los que se sabía saborear la épica.
El quinto, otro toro en el tipo de la casa, ya desarrolló sentido a partir del capote, donde le lanzó un viaje a la ingle y le desgarró una pernera. El plumero del algucillo fue para el miura como un semáforo rojo ante el que se entretuvo, en lugar de cornear a Rafaelillo, que se libró milagrosamente. Tras zurrarle en varas, se emplazó y hasta conocía el DNI de cada banderillero. En la muleta cazaba moscas y Rafaelillo, que conoce como pocos sobre la materia prima de Zahariche, concretó un breve y eficaz macheteo, en consonancia al toro más peligroso de la Feria de Abril 2011.
El cordobés José Luis Moreno se empleó en una actuación digna. Ante el agalgado que abrió plaza, con dos generosas perchas, se jugó el tipo. Se quedaba muy corto, daba hachazos y, para colmo, desarrolló sentido. La labor, entre sustos, muletazos muy estimables y un desarme, fue de nota. El diestro, sin embargo, lo pasó mal con el verduguillo.
Moreno, en tarde prácticamente imposible para el lucimiento artístico, logró uno de los mejores momentos en unas hermosas verónicas al cuarto toro. También brilló en la apertura de la faena, que brindó a Espartaco. Pero, el miura, tardo y con alma de ferretero, se entretuvo en lanzar tornillazos por doquier a un torero que esquivaba unas veces los viajes y otras hasta conseguía alargar el trazo del muletazo.
El mexicano Israel Téllez debutó en la Maestranza con más voluntad que acierto. Se libró de milagro de ser corneado en una larga cambiada que dio demasiado cerrado en tablas a su primero, devuelto tras partirse una mano que metió en un hoyo del platillo. El descomunal tercero bis, castaño, con dos guadañas y 670 kilos se llamaba Canelito -¡¿cómo será un plato de canelones en casa de los Miura?!-. Resultó tardo, sin apenas recorrido y con instinto muy agresivo. Téllez se empleó en un trasteo porfión. Pero donde se equivó fue en alargar la labor ante el peligroso sexto. El torero aguantó tarascadas por doquier y tuvo el pecado de pasarse de faena. Al mexicano le resultó imposible meterle la espada a un toro que dio casi tantas vueltas al ruedo, tras el primer pinchazo, que las sumadas por todos los toreros durante la presente feria. Al final, le dieron los tres avisos y los cabestros se llevaron a este Higuerito, otro castaño imponente al que recordará amargamente el torero azteca.
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