José Antonio Morante de la Puebla sale a hombros junto a Alejandro Talavante en El Puerto de Santa María
El torero de La Puebla desorejó al quinto con momentos de mucho brillo.
Juan Ortega se va de vacío con el peor lote
Vuelta al ruedo para el quinto toro de El Freixo
Diego Ventura también tiene una ría
Ficha del festejo
Corrida de toros de abono en El Puerto de Santa María. GANADERÍA: Seis toros de El Freixo, la ganadería de El Juli, con un promedio de peso en vivo de 550 kilos y de buena presencia, más justito de cara el primero, y de juego variado: bueno y noble el primero aunque tuvo detalles de blandito, tuvo movilidad el segundo de la suelta y fueron descastados tercero y sexto, sin entrega el cuarto y galopando el buen quinto, aplaudido en el arrastre. MATADORES: Morante de La Puebla, de burdeos y oro, estocada trasera DOS OREJAS y tres pinchazos y estocada corta OVACIÓN Y SALUDOS; Alejandro Talavante, de oliva y oro, bajonazo delantero y dos descabellos OVACIÓN Y SALUDOS y estocada caída DOS OREJAS Juan Ortega de perla y oro, estocada baja con derrame OVACIÓN Y SALUDOS y estocada SILENCIO INCIDENCIAS: Lleno con cartel de “No hay billetes” en tarde de molesto levante. Saludaron tras parear al sexto Jorge Fuentes y Perico.
Una ceremonia de gozo para los partidarios del toreo soñado con Morante de la Puebla que un año más, y ya van más de veinticinco, ha revalidado su condición de figura histórica en El Puerto, poniendo otra vez el cartel de “No Hay billetes” y a los aficionados a torear por la calle: cortó dos orejas de su buen primero, pero pudieron ser más con el segundo de su lote.
En el podio del triunfo acompañó al cigarrero Talavante, que le cortó las dos orejas a su segundo, convenciendo al público portuense, mientras que Juan Ortega pechó con los dos peores toros del envío, por sosos y descastados.
Las tardes de Morante en El Puerto siempre han sido un espectáculo porque este es su feudo y se le ha esperado con ilusión. Unas veces aparecieron los duendes y otras los mengues, pero siempre con máximo cartel. Y ha dejado otra tarde memorable. Con su primero puso a crujir la plaza a la verónica, prestándose el toro a un luminoso recibo. Además galleó con chicuelinas al paso para poner al toro en el caballo en un episodio pleno de torería y gracia. Brindó el toro a su ganadero y desató la locura ayudándose con la espada. No sabemos cómo hubiera sido la tarde con las telas quietas, pero el levante molestó mucho a los toreros condicionando los terrenos.
Pero eso es así y si se rebrincaba el toro, por su condición o por el meteoro, allí estaba impasible Morante con su muleta, bien colocado y llevándolo muy toreado templado y muy cerca. Y así por ambos pitones, vaciando bien con el obligado, bien con el molinete invertido, bien con el kikirikí, siempre genial. Lo dicho, un gozo. Para colmó se tiró a matar en una gran ejeción de la suerte, cobrando las dos orejas, aunque con estos toreros la orejas no tienen sentido. Y eso lo explica Rafael de Paula mejor que yo.
Además se prodigó en su segundo, con el público jaleando los olés como quien da un bocado a la manzana del Paraíso. Fue un toro bajo de raza, que se convidaba remiso a los engaños de la brega pero que sirvió al oficio de la muleta de un Morante con una colocación extraordinaria. Brindó a Joaquín y compuso hermosísimos pasajes con la franela al son del pasodoble “Juncal”. No se puede torear más cerca. En uno de los naturales sueltos de remate, citando enfrontilado, el toro pasó a través del cuerpo del torero, con tantas estrecheces que parecía que allí no había cuerpo, solo alma.
No creo que fuera usted el único de la plaza al que se le humedecieran los ojos en el remate de faena con esos cuatro naturales, quedando el tendido en silencio esperando la gran estocada que no llegó.
Talavante tuvo un primero, segundo de la suelta, con movilidad no exenta de sus complicaciones, obligando al torero a sortear alguna colada que tal vez sin viento hubiera resuelto sin más.
Aquello no pareció importarle al torero, que eslabonaba la arrucina en la ligada serie por la derecha, o sorteaba algún arreón, impasible, al natural. Talavante, muy creativo, aprovechó las embestidas con su variado repertorio de aliño pero en la suerte de matar pinchó agauntando una arrancada.
Con el buen quinto, que se movía y galopaba como gran toro que fue, creeemos que no terminó de cuajarlo en el toreo fundamental, lo que no fue óboce para que dejara hermosísimas estampas. Logró el clamor del público con las alegrías finales mirando al tendido, rúbrica de una faena sin macizar.
A Juan Ortega tendremos que esperarle en el mano a mano del próximo domingo con Aguado, porque tuvo un lote soso y descastado, el tercero además parado, ante los que porfió sin materia para lograr más que detalles aislados de su buen toreo, que sin duda veremos en esa próxima entrega.
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