Pepe Moral, Esaú Fernández y Manuel Escribano en el paseíllo final de la Feria de Sevilla.
Pepe Moral, Esaú Fernández y Manuel Escribano en el paseíllo final de la Feria de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/El callejón de la plaza de Sevilla hace ya mucho tiempo que dejó de estar ocupado solamente por los profesionales intervinientes y restantes autoridades y personas necesarias en la organización del espectáculo. Ahora se ha convertido en el callejón de las vanidades. El callejón está lleno de artistas, futbolistas, políticos, empresarios, abogados aspirantes a taurinillos y otros personajes más como si fuese una fila cero. La autoridad lo permite y el empresario lo consiente. Al segundo toro, como a mí, no le debió gustar ver el callejón convertido en un patio del monipodio y se saltó a él limpiamente. Muchos de los que llenaban el callejón posiblemente no hayan visto un toro tan cerca en su vida y les debió entrar un escalofrío, ya se veían a merced de las astas del miura. Gracias a Dios, con la eficacia que nos tienen acostumbrados, los porteros abrieron una de las puertas y el toro mansamente volvió al ruedo. Los pobladores del callejón respiraron. No pasó nada, pero podría haber pasado. Avisado queda.

La corrida de Miura, muy alejada ya de esos miuras destartalados de hace años, cuajada, más recortado, baja y con menos peso, desarrolló sentido durante la lidia con excepción del tercero un toro sardo que embistió. De vez en cuando los miuras también lo hacen y lo hacen bien.

Los tres toreros vinieron dispuesto, seis toros seis portagayolas. Manuel Escribano no pudo hacer nada con su lote, el peor con diferencia, ante unos toros que desarrollaron sentido y se negaron a embestir. En ambos toros dio un sainete con la espada. Pepe Moral el año pasado toreó solo una corrida, la de Miura en Madrid, y esta era la primera de esta temporada. Pensaba retirarse si no triunfaba y salió de la plaza con dos orejas. Hechos como este es lo que hace grande al toreo. En ambos toros estuvo firme, entregado de principio a fin, consintiendo mucho a los toros, bien colocado siempre, perdiendo los pasos cuando era necesario, con la muleta atrás citando con los vuelos, sin toques, para aprovechar las medias embestidas de los miuras que le tocaron en suerte y, así, con mucha verdad, construir una faena técnica y valiente que remató con dos fabulosas estocadas. Cortó dos merecidas orejas que ojalá le sirvan. A Esaú Fernández le toco en suerte el mejor miura, un toro sardo que desde salida enseñó la calidad que atesoraba. Embestía el miura con prontitud y fijeza en la muleta abriéndose en el embroque. Es verdad que, flojo, perdía las manos si se le bajaba la muleta. Envaretado, realizó una faena correcta, si bien, quizás porque nunca le pudo bajar la mano, no acabó de remontar y a mí me quedo la sensación de que el toro tenía más. Mató mal y perdió la oreja. Toros así de Miura en Sevilla no salen todos los días. En el sexto, un toro que desarrolló mucho sentido, no pudo hacer nada.

Los miuras, como siempre, pusieron el punto final a una feria que puede ser la última, tras un siglo, de la empresa Pagés en la Maestranza. No sabemos qué pasará. En todo caso es el momento de analizar la gestión realizada, con sus contras y sus pros, que también los ha habido, y abrir un proceso de renovación o cambio con claridad, transparencia y libre concurrencia bajo un pliego de condiciones, todo no es el dinero, igual para todos. Y es que, de vez en cuando, para que nada cambie, es bueno abrir las ventanas, que entre aire fresco que renueve el ambiente. A fin de cuentas, como bien sabe la Maestranza, también la Monarquía cambió de los Austrias a los Borbones y España sigue siendo monárquica.

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