Cantar y bailar la utopía americana
Salir al cine
Spike Lee dirige el documental que recoge el extraordinario espectáculo 'American Utopia' de David Byrne en Broadway. Borat regresa a la Norteamérica de Trump y Ben Wheatley perpetra un fallido remake de 'Rebeca'. En la cartelera, lo nuevo de Cesc Gay: 'Sentimental'.
Treinta y seis años después de aquel mítico Stop making sense, considerado por muchos como el mejor concierto rock jamás filmado (por Jonathan Demme), David Byrne, si acaso el más lúcido, inspirado y divertido de los músicos contemporáneos, vuelve a poner el listón en las alturas con American Utopia, un nuevo espectáculo de música, danza y luz concebido para presentar en teatros y escenarios su último disco homónimo.
Dirigido por Spike Lee, American Utopia nos traslada al escenario del Hudson Theatre de Broadway convertido en espacio minimalista y despojado, un cubo creado por tres cortinas de cadenas que se descuelgan del techo en el que un grupo de 13 músicos polivalentes impecablemente vestidos de traje gris, descalzos y sin que ningún cable ni amplificador interfiera sus movimientos, tocan, cantan y bailan liderados por un Byrne en plenitud de facultades. Un concepto escénico que depura aún más si cabe esa idea de enfrentar al público a la forma más esencial de la música, los cuerpos, las voces e instrumentos interpretados sin trampa ni cartón ante sus ojos.
American Utopía confirma una vez más el apabullante y gozoso talento creativo e innovador de Byrne en un ámbito de inercias y mal gusto generalizado, en un montaje tan sencillo como sofisticado que desnuda a los artistas en un flujo continuo delimitado por el sentido de un relato interno creado a través de las canciones del repertorio viejo y nuevo, el extraordinario juego de luces (a veces cubistas, otras expresionistas), y las coreografías de Annie B. Parson que, no por más sencillas, dejan de tener un efecto lúdico-espectacular ante la audiencia entusiasta.
Lee filma el espectáculo en su conjunto pero lo edita a partir de diferentes actuaciones (hay que recordar que el show estuvo varios meses en cartel en Broadway), lo que da como resultado un filme orgánico y fluido en el que se siente la vibración del directo, pero donde también hay algunos resquicios para soluciones de puesta en escena y montaje concebidas a posteriori. Y bueno, se entiende al fin su presencia al frente de la filmación en la explícita reivindicación de los derechos civiles y la invitación al voto y la participación democrática que realiza Byrne en el tramo final del concierto, con ese himno rítmico de Janelle Monáe titulado Hell you talmbout sobre el que resuenan los nombres de varios ciudadanos afroamericanos muertos a manos de la policía.
Porque la utopía americana de Byrne pasa sin duda por la reivindicación de los valores fundacionales de la nación, entre los que la hibridación, el diálogo y la mezcla de culturas, algo que él ha practicado en su música desde los días de Talking Heads, se nos antoja como el mejor camino de futuro para un renacer de la convivencia y el humanismo.
Borat en la Norteamérica de Trump
El impresentable periodista kazajo Borat regresa a Estados Unidos justo a tiempo de las próximas elecciones presidenciales, dispuesto como hace 14 años a desenmascarar a esa Norteamérica blanca, republicana y un pelín supremacista, pero también, menos mal, toda la hipocresía de lo políticamente correcto. Sacha Baron Cohen se trae elementos de su serie Who is America? y tira de disfraz y formato fake para poner ante el espejo las miserias y mezquindades de una sociedad dividida.
Para su aventura on the road por carreteras secundarias y localizaciones provincianas, el cómico británico no duda en tocar temas sensibles (del incesto a la zoofilia pasando por el aborto) e ir un poco más allá del buen gusto para conseguir sus efectos de estupefacción: Borat es capaz de ofrecer a su propia hija asilvestrada al mismísimo Mike Pence, y con ella que se planta, previo tratamiento de imagen, en un mitin de la convención republicana. Ante el fracaso de la tentativa, la siguiente opción pasa por hacerle una encerrona a Rudoplh Giuliani, ex-alcalde heroico del Nueva York del 11-S y hoy asesor de Trump. Se diría que todo en esta Borat, película film secuela pivota en torno a ese momento en la habitación de hotel donde Giuliani está a punto de bajarse la bragueta ante la cámara oculta. Sólo por eso ya merece la pena.
Wheatley paga sus deudas con Du Maurier
Dicen las malas lenguas que el británico Ben Wheatley, director de las estimables, macabras y distópicas Kill list, Turistas o High-Rise, debe tener una deuda con la mafia y por eso rueda ahora prescindibles remakes como éste de Rebeca o se va a poner al frente de secuelas de blockbusters como Megalodon o Tomb Rider.
En efecto, nada queda en esta nueva versión para Netflix de la novela de Daphne du Maurier y el clásico de Hitchcock del estilo y la mala baba de sus primeras cintas, y sí una visión aplanada, relamida y con escaso misterio gótico del duelo de la señora De Winter (Lily James) con el ama de llaves Danvers (Kristin Scott Thomas) en el paraíso british de Manderley. Actores con poca entidad y escaso peso para una intriga con tibia relectura empoderada que se desvanece a medida que nos acercamos a su resolución. El score de Mansell y las anacrónicas canciones pop tampoco ayudan mucho a mejorar la operación renove.
El estreno de la semana: 'Sentimental'
Tras el éxito y los Goya de Truman, Cesc Gay regresa de nuevo con la complicidad de Javier Cámara, Belén Cuesta, Griselda Siciliani y Alberto San Juan con una comedia romántica que adapta una vieja obra teatral suya: dos parejas de un mismo bloque se reúnen en una cena que les depara un inesperado plan para salvar sus respectivas relaciones, estancadas tras varios años de matrimonio, pretexto para una nueva disección del comportamiento y la mezquindad humana.
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