Etapa 13 del Camino Olvidado: Boñar-Vegacervera | El inicio de la ruta por la montaña

El recorrido comienza a adentrarse en un paisaje de montaña espectacular que ofrece impresionantes panorámicas.

Etapa anterior: Cistierna-Boñar

Inicio del Camino Olvidado desde Bilbao

Estamos ante una de las etapas más bonitas de este Camino Olvidado.
Estamos ante una de las etapas más bonitas de este Camino Olvidado. / Emilio J. De los Santos

El Camino Olvidado nos plantea en su etapa 13 una encrucijada, ofreciéndonos dos variantes: una más sencilla y otra verdaderamente exigente. La primera nos llevará a La Magdalena en solo dos jornadas, serpenteando cerca de la carretera N-630, siempre a los pies de las montañas. Es una opción con menos desniveles y mayores comodidades, pero también es menos atractiva en términos paisajísticos. La otra alternativa añade una jornada extra a la aventura: nos adentrará en el corazón de las montañas, nos hará ganar altura, será más dura y solitaria, pero el esfuerzo valdrá cada gota de sudor gracias a sus paisajes espectaculares. En esta guía, nos centraremos en describir esta segunda opción, la montañera.

Powered by Wikiloc

Cuando dejemos atrás Boñar, hay aún unos 6 kilómetros para pensárnoslo bien. Si nos decidimos por la segunda ruta, es crucial que nos hayamos aprovisionado adecuadamente. Como ya hemos dicho, esta variante atraviesa zonas aisladas y es posible que no encontremos suficientes servicios disponibles En el destino final de hoy solo hay un pequeño colmado donde quizás puedan ofrecernos bebidas y algún producto local, pero sería arriesgado llegar sin algo de comida en la mochila.

Al fondo, Boñar; a la mitad, Barrio de la Olla.
Al fondo, Boñar; a la mitad, Barrio de la Olla. / Emilio J. De los Santos

La etapa entre Boñar y Vegacervera abarca 27,8 kilómetros, con un desnivel positivo de 707 metros y un descenso medio de 644 metros. El esfuerzo en el tramo intermedio será considerable, ya que deberemos superar repechos pronunciados. Además, los tramos de bajada son bastante inclinados e incluso algunas secciones pueden ser peligrosas debido a sus caídas laterales. Es muy recomendable ir en compañía o, al menos, informar a alguien de nuestro itinerario.

Dicho todo esto, comenzamos esta emocionante aventura. Para partir, tomamos como referencia la carretera LE-331, que atraviesa Boñar y donde se concentran la mayoría de los servicios. Al llegar a la altura de un supermercado DIA, giramos a la izquierda por la calle Soto. Al fondo, encontraremos un área recreativa con un camping e instalaciones deportivas. Cruzamos el río Porma por el puente y tomamos el primer sendero de tierra que sale a la izquierda, avanzando cerca de la orilla, lejos del asfalto.

Cruzamos la vía del tren por este puente tras Barrio de la Olla.
Cruzamos la vía del tren por este puente tras Barrio de la Olla. / Emilio J. De los Santos

A los 700 metros, veremos de frente las vías del tren. Justo antes de ellas, nos desviamos a la derecha. Un pequeño zigzagueo nos devuelve al casco urbano, en el Barrio de las Ollas. Una cuesta nos hace pasar ante la Iglesia de San Juan Bautista para conectar con una suave curva que nos saca de las casas. Ya sobre tierra, varias horquillas encadenadas nos terminarán de situar en la cima del cerro que veníamos ascendiendo desde el río. Dejaremos atrás el suelo urbano en el kilómetro 2,5 de la etapa.

El cerro Prado Espino a la izquierda.
El cerro Prado Espino a la izquierda. / Emilio J. De los Santos

Medio kilómetro más adelante, enlazamos con un carril recto. Giramos a la izquierda y lo seguimos una decena de metros antes de abandonarlo por la derecha. Continuamos siguiendo el tendido eléctrico por una zona con mayor abundancia de matorral. A 1,5 kilómetros, pasamos sobre la vía del tren por un pequeño puente. Justo después de cruzarlo, viramos de nuevo a la derecha, describimos un arco a la izquierda antes de alcanzar la carretera CL-626, nuestra ya conocida compañera de travesías. En apenas 200 metros, tomamos el desvío a la izquierda y avanzamos a los pies de la suave ladera del cerro Prado Espino. Volveremos en breve al arcén de la carretera para dejarla, una vez más, a los pocos metros. Esta vez, buscamos el paso superior sobre las vías, donde las señales indican la salida hacia Ranedo de Curueño-Valdepiélago por la LE-3610.

Esta bifucación es muy importante: si vamos de frente, tomamos la variante de la montaña; a la izquierda vamos a La Robla por el camino bajo.
Esta bifucación es muy importante: si vamos de frente, tomamos la variante de la montaña; a la izquierda vamos a La Robla por el camino bajo. / Emilio J. De los Santos

Tras el paso ferroviario, giramos a la izquierda para tomar un carril asfaltado. Atención aquí, porque llega la bifurcación clave de la etapa. A un kilómetro y medio de las vías del tren, alcanzamos otro cruce con un panel informativo del Camino Olvidado. Si giramos a la izquierda, en dirección a Otero de Curueño, tomaremos la variante baja hacia La Robla. Si seguimos de frente, hacia Ranedo de Curueño, nos adentraremos en el camino de montaña. La primera opción es la fácil; la segunda es la dura. Este es el momento de decidir. Aquí, como dijimos, describiremos la opción montañera, con rumbo a Vegacervera.

Aproximación a Ranedo de Curueño.
Aproximación a Ranedo de Curueño. / Emilio J. De los Santos

De momento, el perfil es suave. Faltan tres kilómetros para que comiencen las cuestas de verdad. Continuamos por la carretera local hacia Ranedo, a unos 300 metros de la bifurcación anterior. Pasamos ante su Ermita de San Roque, pero no llegamos a entrar en el núcleo principal de la población, ya que lo dejamos a la derecha. Las montañas comienzan a imponerse, cada vez más cerca, y el paisaje, el frescor e incluso la arquitectura de las casas empiezan a cambiar.

Puente medieval de Valdepiélago.
Puente medieval de Valdepiélago. / Emilio J. De los Santos

A medio kilómetro de Ranedo, nos encontramos con Valdepiélago. Esta localidad es preciosa, dividida en dos barrios a cada lado del río Curueño. Los cerros ya delimitan el municipio. Al pasar el barrio de Casas de Valdepiélago, tendremos que usar el puente medieval que conecta las dos zonas del pueblo. Una vez al otro lado, caminamos por la calle El Puente y cruzamos la LE-321, que conduce a Asturias.

Las cuestas pronunciadas empieza por el sendero de la derecha.
Las cuestas pronunciadas empieza por el sendero de la derecha. / Emilio J. De los Santos

Proseguimos por la LE-3609, a los pies del Alto de la Sierra. El perfil comienza a ascender suavemente. Pronto entraremos en La Mata de la Bérbula, la última localidad antes de afrontar la dificultad principal de la etapa. A la salida, encontraremos una fuente. Si el calor aprieta, es muy recomendable rellenar la cantimplora aquí. Seguimos la carretera local hasta una plazuela, donde nos separamos siguiendo de frente. Al fondo, damos con el cañito de agua, justo en otra bifurcación. Ahí, giramos a la derecha. Dejamos el asfalto y comenzamos a subir con decisión.

El ascenso tiene tramos muy complicados.
El ascenso tiene tramos muy complicados. / Emilio J. De los Santos

Las cuestas, por una vereda empedrada acotada por la vegetación, arrancan tras describir una horquilla a la derecha. El ascenso a La Collada (1.329 metros) supera 200 metros de desnivel en apenas dos kilómetros. Los desniveles son pronunciados y el terreno está muy empedrado. En ciertos tramos, es posible que incluso necesitemos impulsarnos con los brazos. Al principio, la ladera tiene vegetación, pero al final se vuelve más despejada. Precaución si el sol aprieta.

Coronando La Collada.
Coronando La Collada. / Emilio J. De los Santos

La Collada nos regala unas vistas impresionantes. A nuestra espalda, vemos el descenso del Sierro Blanco hasta Valdepiélago. Al norte, más allá del profundo valle del Pozo del Buey, observamos la Peña de San Friolán con una pequeña ermita dedicada al santo a sus pies. En el paso, hay un poste con señalización, una plancha del Camino Olvidado y una placa dedicada a un senderista fallecido. La vereda, ya por la otra vertiente, dibuja un arco por la ladera del cerro Prado de Santiago.

La Peña Galicia.
La Peña Galicia. / Emilio J. De los Santos

Pronto veremos de frente la Peña Galicia, de 1.664 metros de altura. Nuestra senda desciende suavemente por una sección con abundancia de robles. Pasamos por algunas portelas. Es importante tener en cuenta que hay caballos sueltos por la zona. Bajamos hasta El Reguerón antes de dar un giro pronunciado a la derecha. Y sí, volvemos a subir.

Tramo de abundante vegetación por El Reguerón
Tramo de abundante vegetación por El Reguerón / Emilio J. De los Santos

El suelo por el que avanzamos, poco a poco, comienza a empedrarse. Nos encontramos sobre una antigua calzada romana. La cuesta se acentúa conforme progresamos entre El Viso (1.404 metros) y la Peña de San Froilán, que ahora tenemos mucho más cerca, más allá del profundísimo pozo de Burbuliegas. Da vértigo mirar hacia abajo.

La bella estampa de Valdorria.
La bella estampa de Valdorria. / Emilio J. De los Santos

La calzada gira a la izquierda, mostrándonos una bella estampa de Valdorria. Al principio, parece que nos dirigimos a este pueblo, pero no: el camino vira y termina de subir al Collado de El Viso. Ojo, porque para afrontar la cuesta final, dejamos la calzada empedrada por la trocha que sube a la izquierda. Hay un poste marcando la dirección de Correcillas indicando el desvío.

Subida a El Viso. Cuidado con el terreno.
Subida a El Viso. Cuidado con el terreno. / Emilio J. De los Santos

Estamos en el tramo más complicado y peligroso de la etapa. Primero, tendremos que subir varios repechos muy pronunciados entre rocas. Mucho cuidado porque el suelo resbala y una caída podría ser fatal. En cuanto coronemos y nos situemos en la otra cara de El Viso, avanzaremos por un camino muy estrecho con una pendiente mortalmente inclinada a la izquierda. Aquí tendremos la oportunidad de admirar todo el recorrido que hemos ascendido: El Reguerón visto desde arriba o la impresionante Peña Galicia. Al frente, a 1.602 metros, se encuentra El Amargón. Pasaremos a sus pies.

Precaución por el tramo más alto de la etapa.
Precaución por el tramo más alto de la etapa. / Emilio J. De los Santos

El perfil se relaja al fin y se abre en el precioso valle de La Cava. La definición del sendero se pierde en este punto. Debemos dirigirnos hacia los escombros que hay a la mitad. Al pasar a su lado, el descenso comienza a notarse, pero ya veremos una vereda clara que desciende junto al arroyo de Correcillas. Es posible que veamos ganado vacuno por esta parte. Suele ir escoltado por mastines perfectamente adiestrados que no dudarán en ladrarnos y hostigarnos para no acercarnos. Hay que respetarlos al máximo sin entrar en pánico. Si nos marcan un límite, no debemos rebasarlo y mantener la distancia.

El valle de La Cova.
El valle de La Cova. / Emilio J. De los Santos

Bajamos por un paraje precioso entre el Pico del Castillo (1.421 metros) y el Alto de la Lomba (1.483 metros). De nuevo, precaución con el suelo, pues algunos tramos tienen muchas piedras sueltas que pueden provocar un resbalón y hacernos caer de espalda. El pueblo de Correcillas nos recibe con una fuente que suelta agua muy fresquita y un pequeño parque con bancos a la sombra. Ideal para descansar. Hemos completado 19 kilómetros de la ruta.

Llegando a Correcillas, con el Polvoredo dominando el paisaje.
Llegando a Correcillas, con el Polvoredo dominando el paisaje. / Emilio J. De los Santos

Afrontamos a continuación un tramo que puede provocarnos sentimientos encontrados de amor-odio. Amor por lo pintoresco del paisaje: seguimos descendiendo por el frondoso valle del arroyo de Correcillas mientras pasamos a los pies de la imponente cumbre del Polvoredo (2.007 metros), dominando siempre desde el norte. Odio porque todo este tramo de seis kilómetros hasta Villalfeide es por la carretera LE-3602. Tiene poco tráfico y suaviza mucho el avance, pero el asfalto puede hacer que el tramo se nos haga eterno y, con calor, sentiremos cómo se cuecen los pies.

Rumbo a Villalfeide por la  carretera LE-3602
Rumbo a Villalfeide por la carretera LE-3602 / Emilio J. De los Santos

Al alcanzar Villalfeide, habremos descendido por debajo de la cota de los 1.000 metros de altura. Nos mantenemos en la carretera para cruzar el canal de un torrente y entramos en el pequeño municipio. La Iglesia de San Feliz, de estilo románico, y su puente medieval bien merecen una visita, pero se ubican fuera de la ruta principal, hacia el sur, a pie de carretera. El trazado del Camino Olvidado se desvía casi a la salida, para tomar la bifurcación a la derecha. El trazado da un quiebro en busca de un puente que cruce el río Torío. Ya en la otra margen, buscamos el lateral de la carretera LE-315 mientras remontamos el curso hasta divisar, por fin, Vegacervera, nuestra meta.

Puente sobre el río Torío en Vegacervera.
Puente sobre el río Torío en Vegacervera. / Emilio J. De los Santos

Estamos ante un municipio que atrae al turismo rural gracias a su maravilloso enclave en la Reserva de la Biosfera de los Argüellos. A orillas del Torío, cuenta con una playa fluvial y un coqueto casco histórico donde destaca la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. El albergue se encuentra cerca del camping, a los pies de los imponentes Sierros Negros, las montañas al norte del municipio. Más allá de esta localidad se encuentran las Hoces de Vegacervera, unos impresionantes desfiladeros calcáreos que atraviesa el río, pero visitarlos requeriría un día de excursión adicional. No obstante, ahí queda la propuesta por si interesa.

Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en Vegacervera.
Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, en Vegacervera. / Emilio J. De los Santos

Tras esta exigente caminata, ya nos encontramos en el corazón de la sierra leonesa, en un paisaje envidiable que, en las próximas jornadas, nos seguirá cautivando con sus maravillosos enclaves.

stats