Andalucía

El tesorero sin tesoro

  • El fugaz paso de Hernández Mancha al frente de AP en el 87 supuso el primer despido de Bárcenas El gaditano José Ramón del Río se encargaba de las finanzas

Dos billetes de mil pesetas. Eso es lo que se encuentran en la caja de la séptima planta de la calle Génova en enero de 1987 el presidente de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, y su equipo, los que acaban de ganar un congreso a Miguel Herrero de Miñón, padre de la Constitución, y a todos los pesos pesados del partido de la derecha española, arruinado y descalabrado tras las elecciones de 1986, donde Manuel Fraga había gastado en su fracaso la pignoración de las subvenciones que faltaban por cobrar. El equipo de Hernández Mancha, un joven abogado del Estado nacido en un pueblo de Badajoz pero que había hecho carrera política en Sevilla, coge dos chinchetas y clava cada billete de mil en un corcho.

José Ramón del Río, abogado del Estado, vicepresidente del bisoño Parlamento andaluz, gaditano, es nombrado secretario de finanzas, una especie de tesorero sin tesoro. Dos mil pesetas. Del Río será el hombre encargado de buscar los dineros en un partido arruinado durante el fugaz paso de Hernández Mancha al frente de la formación. Es la prehistoria de Bárcenas, pero no hay cuaderno, no hay anotaciones porque apenas hay nada que anotar.

Y Bárcenas ya estaba allí. Bueno, no. Del Río cree que hay poco que contar de aquella época, según explica desde su despacho en el Centro de Empresas de El Puerto de Santa María (Cádiz). "Yo no conocí a Bárcenas, ni sabía cómo era su cara. Me enteré después de que nuestro secretario general de entonces, Arturo García Tizón, no se fiaba de él y se trajo de gerente a Juan Ávila, que era de Toledo".

La tarea de Del Río en esos dos frenéticos años en los que los gurús del partido miraban a esos advenedizos con desprecio era diseñar las listas de las campañas catalana y las europeas, "que es lo que me llevaba la mayor parte del tiempo, sobre todo con las europeas, cuyas listas ya eran el cementerio de elefantes que son ahora, el retiro de los veteranos. Eso daba mucho trabajo".

Su otra tarea en Madrid era aún más complicada: conseguir dinero. Jorge Verstrynge, entonces un joven político que provenía de la ultraderecha, llegó a declarar que los sobres en la formación popular se remontan a 1988. "¿Sobres? Ja ja, no sé con qué dinero. Por entonces en AP debíamos hasta de callarnos, lo debíamos todo. Sólo el arrendamiento de Génova ya era un volumen importante de dinero y, aunque no trabajaba mucha gente en el partido, había que pagar unos salarios, aunque yo no me encargaba de eso, yo no hacía de ama de casa, sino de patearme los bancos para conseguir financiación".

Del Río hace un peregrinaje por los siete grandes bancos. Su garantía son los votos que sacarán en esas dos elecciones vía subvenciones. "Algo nos daban, pero ni una pequeña parte de lo que les daban al PSOE o al emergente CDS de Suárez, que consiguió 300 millones de Mario Conde. ¡300 millones! Para nosotros eso era una cantidad estratosférica".

El otro modo de financiación de la época era a través de donaciones. "Yo creo que fue Ángel Sanchís, el que había sido tesorero de Fraga, que era un hombre con fortuna propia porque había vendido el Banco de Valencia y tenía unas tierras en Argentina, el que me recomendó que preguntara a la gente del PSOE y del PCE que cómo se hacía eso. Así lo hice: les pregunté que cómo conseguían dinero para el partido y alguien del PSOE me dijo que lo mejor era hacer informes que eran un camelo y facturárselo a empresas. Por ejemplo, que yo, desde mi empresa, hiciera informes de patos de Doñana, por decir un algo, y los facturara. Por supuesto, no lo hice. Cómo iba a hacer eso".

Mientras los inexpertos hombres de Hernández Mancha intentan sacar dinero de debajo de las piedras, en los tribunales ya se preparan los sumarios del caso Filesa (PSOE) y caso Naseiro (PP), sobre financiación ilegal de los partidos. De hecho, el caso Naseiro salpicará a Ángel Sanchís, el hombre que había llevado al partido como delfín a un joven Luis Bárcenas.Entre medias, Álvaro Lapuerta, el tesorero de Aznar. Todos, menos José Ramón del Río, han sido investigados por la Justicia por sus ingenierías financieras.

De esto poco sabe Del Río. "Éramos un partido que generábamos muy poco dinero. Nuestra preocupación era cómo conseguirlo, pero, sobre todo, lo que más nos preocupaba era centrar el partido. Todo eso cambia cuando crecen los votos". De hecho, Del Río dice estar impresionado en el caso Bárcenas por la fortuna amasada por el que ha sido tesorero con Mariano Rajoy, al que él recuerda en las reuniones de entonces como un hombre de "un enorme sentido del humor. Por entonces era vicepresidente de Galicia".

En la época de Del Río, que él recuerda personalmente como "horrible porque tenía que estar en tres sitios a la vez", los parlamentarios andaluces no cobraban. "La política, al menos para nosotros, no daba mucho dinero. A mí me pagaban los billetes de avión, pero los taxis salían de mi bolsillo". Del Río era tesorero de la estrechez. Y cuando lo dejó, "respiré aliviado".

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