La inmigración resiste la crisis (y los tópicos)

Ni efecto retorno, ni paro masivo, ni repunte de la xenofobia, ni éxodo de jóvenes andaluces en cinco años

Un inmigrante en el puerto de Tarifa.
Un inmigrante en el puerto de Tarifa.
Antonio Fuentes Sevilla

18 de agosto 2013 - 05:04

Los cinco años de crisis desmontan algunos de los presagios iniciales sobre la población inmigrante. A tenor de los datos, en Andalucía no se ha producido un efecto retorno pese a los incentivos del Gobierno central (el de ahora, y el de antes) para que regresaran a sus países, ni el paro ha perjudicado en mayor porcentaje a este colectivo (no más que a trabajadores nacionales con la misma cualificación profesional), ni se ha producido un incremento de la xenofobia, y ni siquiera se puede destacar la partida de jóvenes andaluces a otros países (se han ido, muchos, de los mejor preparados, pero no en número suficiente para que se consolide como un fenómeno migratorio).

La inmigración sigue teniendo su cara más visible en la llegada de pateras al Estrecho, pero ésta es sólo una parte minúscula, la más dramática de la entrada de extranjeros a la comunidad, incluso de los procedentes de los países más pobres. Aunque desde hace diez días ha habido un repunte de pateras en el Estrecho, la presencia de extranjeros en Andalucía es una realidad estructural más consolidada que una oleada coyuntural.

Del diagnóstico del fenómeno migratorio en Andalucía se ocupa el Observatorio Andaluz de las Migraciones, que en su última memoria ha ampliado su análisis a la relación con la inmigración de los andaluces durante los cinco años de crisis económica. Y en base a estadísticas y encuestas de opinión, la visión es optimista. De hecho, revela algunas conclusiones sorprendentes. "Sorprende por ejemplo que con la gravedad de la crisis no se hayan agravado las opiniones negativas sobre los inmigrantes. Los datos demuestran que la población autóctona exhibe una loable sensatez y un elevado grado de madurez", comenta Sebastian Rinken, el director del Observatorio.

En 2011, este organismo dependiente de la Consejería de Justicia e Interior, alertó sobre una tendencia peligrosa: crecía el rechazo al inmigrante.

Un 57% de los andaluces opinó entonces que la inmigración tenía efectos negativos y sólo un 23% veía con buenos ojos el fenómeno. Un 53% consideró que "muchos inmigrantes ocupan puestos de trabajo que deberían ser ocupados por gente de aquí" y otro 52% rechazó que "necesitamos mano de obra inmigrante en ciertos sectores de la economía". "La calidad de la convivencia puede verse afectada", dio la alarma el observatorio.

La "erosión" advertida en ese informe se ha "ralentizado" durante 2012, e incluso se ha revertido en algunos indicadores, según ha comprobado el observatorio. Se consolidan las posturas incluyentes hacia el acceso de los inmigrantes a los servicios públicos principales y el derecho a la reagrupación familiar. El observatorio ultima el barómetro de opinión (Opia) de este año y los resultados parecen ir por el mismo camino, avanza Rinken.

"A día de hoy la noticia es positiva. En época de bonanza es más fácil ser más favorable con el hecho de la inmigración, pero ahora es más complicado. Hay que alentar a los poderes públicos a que incentiven políticas de integración, porque no sería muy inteligente dar la espalda a una realidad como si ésta no existiera. Éste es un momento clave", afirma Rinken, que no obstante advierte que cualquier espita puede encender la llama. "Un iluminado que use este argumento populista puede influir en la población, que está desesperada ante la crisis económica", advierte. Por ese motivo el propio informe del observatorio pide prudencia y no bajar la guardia: otros países con mayor tradición receptora y mayor solidez económica han experimentado brotes de rechazo.

El incremento de la xenofobia por la crisis es un tópico caído, más bien al contrario: durante cinco años de crisis, destaca el aumento de proporciones de matrimonios mixtos y nacimientos de parejas mixtas sobre el total de matrimonios y nacimientos registrados.

Tampoco se sustenta según el análisis del observatorio el cliché del efecto retorno. Los datos evidencian una "notable estabilidad" de la población inmigrada. Si en 2008 la población extranjera empadronada representaba el 8,1%, a 1 de enero de 2013 equivale al 8,6% de la población andaluza.

La crisis ha expulsado del mercado a muchos trabajadores, pero esta situación no parece haber afectado de manera particularmente negativa a los extranjeros en cuanto a pérdida de actividad y ocupación o aumento del desempleo. Sí que el observatorio advierte de que las condiciones laborales estarían deteriorándose, algo que corre el riesgo de perpetuarse por la baja participación de alumnado extranjero en los niveles posobligatorios de la enseñanza secundaria.

La población que se ha marchado en mayor número son los latinoamericanos, al igual que en el resto del país. Aunque la marcha es desigual por provincias. En Almería, frente a aumentos interanuales de hasta 27.000 en la fase álgida del ciclo expansivo, en 2012 hay 10.000 extranjeros menos. Málaga es la única provincia andaluza en la que la población extranjera creció durante 2012, refleja la memoria del observatorio.

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