'Alalá': la historia de una humilde escuela de flamenco para la libertad

Remedios Malvárez estrena este jueves en la Bienal su primer largo documental, que podrá verse en los cines. La onubense ofrece un relato social muy diferente de las Tres Mil Viviendas.

'Alalá': la historia de una humilde escuela de flamenco para la libertad
'Alalá': la historia de una humilde escuela de flamenco para la libertad
Elena Llompart / Huelva

19 de septiembre 2016 - 05:00

Remedios Malvárez estaba en un bar de las Tres Mil Viviendas, donde se había citado con el consagrado guitarrista Emilio Caracafé. Sola entre un puñado de hombres, al ver que el artista se retrasaba, se dirigió a la barra para pagar su consumición. Entonces, el camarero le dijo: "Señora, a quien aquí venga por derecho, la primera vez se le invita"; a lo que onubense respondió: "Ole tú, flamenco".

Fue en aquel preciso instante cuando la fotógrafa y productora audiovisual supo que en aquel barrio marginal de Sevilla ya la respetaban. Las puertas estaban abiertas de par en par. A ello contribuyó el haber dejado claro desde el primer minuto cuál era su intención.

Estaba decidida a contar al mundo a través de un largometraje documental algo que no se ve porque no es comercial. Esto es la aún breve historia de una humilde escuela de flamenco para niños que mantiene unidos a los vecinos de este espacio a través de un lenguaje común: el flamenco. Partiendo de este proyecto, Alalá, que así se titula la cinta ("alegría" en calé), se narra la historia de esperanza y vida de un barrio que en los últimos años se ha trasformado en un espacio multicultural en el que "hay personas por las que merece la pena apostar", donde sus habitantes se levantan al alba para vender en mercadillos, donde las fiestas nocturnas son espacios de arte y convivencia y donde ahora los niños, gracias a un solidario programa educativo, podrán ser libres y contarán con oportunidades.

Todo empezó cuando Remedios tuvo conocimiento de que la Fundación Alalá usaba el flamenco para educar a niños en el Centro Cívico El Esqueleto. La iniciativa le pareció atractiva y contactó con ellos. Durante cuatro meses conoció a fondo el barrio, visitó sus bares, estuvo con los vecinos, en la escuela, con sus niños. Escribió mucho y se dejó querer. Contaba con el aval de Emilio Caracafé, figura muy respetada en su barrio y que ha conseguido implicar a las familias en la escuela de flamenco. En la Peña recogía a los niños, y les enseñaba a tocar, siempre con el espíritu altruista que le caracteriza.

"Tenía muy claro que él era mi personaje, y le pedí, por ejemplo, tomar café en Las Vegas, ir a Los Comerciales, Los Verdes o Los Caracoleños. Intentaba enterarme de las circunstancias familiares de los niños, porque yo uso la escuela como contexto para después entrar en sus familias, en su día a día, su realidad. Me tiré tres meses como la que va a una academia de inglés", explica.

Cuando ya tenía una estructura de guión, volvió a contactar con la Fundación Alalá para proponerle una coproducción junto a Producciones Singulares, su empresa. Tal y como reconoce, la "mochila" que se colgó con Silencio, su anterior proyecto, hizo que todo fuera más fácil. Aquel corto tuvo éxito internacional y fue estrenado en la Bienal de 2014. Como también lo será Alalá, que podrá verse este jueves en el Teatro Alameda de Sevilla. Pero, además, la cinta tendrá su premiere en Madrid el 24 de octubre en la Sala Berlanga y podrá verse en las salas de la capital. La película tiene la participación de Canal Sur, de Movistar Plus, de la Junta de Andalucía y la Fundación SGAE.

Sin embargo, para Remedios la presentación más importante de todas será la que tendrá lugar el 29 de octubre en el barrio, donde se creará un escenario en la calle, a modo de cine de verano, para que sus propios protagonistas puedan ver el resultado. "Es mi gran estreno y supone devolver al barrio lo que me ha dado", señala la directora de la película.

Grabada entre junio y octubre de 2015, en la cinta participan Arcángel, Pastora Galván, Rosario LaTremendita, Israel Galván y Raimundo Amador. Estas colaboraciones tienen sentido, toda vez que es habitual que artistas visiten la escuela, donde los pequeños se emocionan al mirarse en los espejos de quienes un día fueron como ellos.

"Me tiré a la piscina con lo más grande. Elegí a las cinco figuras que me apetecía, sin saber si podrían o no, porque tienen recorrido internacional y están siempre fuera. Los flamencos son muy generosos y sencillos. Para mí ha sido toda una alegría que gente de un nivel tan alto se haya implicado y haya colaborado de forma desinteresada", apunta.

Raimundo Amador "tenía que estar" porque, según comenta, es un artista que ha salido del barrio, un innovador y el símbolo del flamenco que allí se hacía en los 80 y 90, además de ser compañero de Caracafé. Raimundo aparece tocando en la calle, "donde él estaba", y no en la escuela.

Pastora Galván, aparte de ser "la número uno", representa el baile de raíces de Triana, donde está el origen de los gitanos que llegaron al barrio en la época de especulación económica, "aunque argumentaban que era por las riadas". Al igual que Rosario La Tremendita, quien simboliza el cante antiguo de Triana. Además, es una artista universal, con proyección y juventud, algo que hace que los niños se sientan cercanos.

Israel Galván, por su parte, está en lo más alto del baile. Caracafé es su guitarrista y para Remedios era importante que en la cinta estuviera posicionado Emilio como artista. No lo llevó al barrio, lo retrató con su compañía en el escenario, algo que "no tiene precio". Como tampoco lo tiene la soleá con la que Arcángel cierra la película. "Es un número uno a nivel artístico y personal. Una persona muy ilustrada dentro del flamenco y quería que su voz, tanto cantada como hablada, estuviera allí. Arcángel está muy vinculado a causas solidarias y no puso ningún problema", señala.

En Alalá Remedios cuenta lo que ha visto, lo que ha sentido, lo que le han transmitido, pero sin obviar nada. No pretende ofrecer una imagen descafeinada del lugar, sino mostrar "esa otra parte". Porque, tal y como asegura Caracafé, las Tres Mil Viviendas "no es un león, es un perrito travieso".

En este barrio estigmatizado, cargado de tópicos y acostumbrado a protagonizar las páginas de sucesos, la escuela de flamenco tiene un especial sentido. "Ellos están muy cansados de salir siempre por droga y por delincuencia. La hay indudablemente y yo no escondo nada. Pero sí saco esa otra realidad y enseño un mundo de inmigrantes que la gente no sabe que convive con gitanos, y muestro cómo se levantan muy temprano para trabajar en los mercadillos, y enseñamos cómo es la filosofía de las abuelas, esas matriarcas que levantan a las familias", argumenta. Como también retrata el sentir de algunas mujeres jóvenes, como la paya que sale en el documental, y que cuenta que quiere que sus hijos estudien, disfruten y vivan. Ella no lo hizo porque se casó y fue madre muy joven.

Alalá deja claro la escuela de flamenco no es un Operación Triunfo. No se pretende llevar niños a la televisión y tal vez muchos de ellos no acaben siendo artistas. Eso es lo de menos. Se trata de que, "en vez de tenerlos en la calle, que estén en la escuela". Se les obliga a estar escolarizados, a tener un parte de asistencia, hay comunicación directa con los colegios, se les da de merendar, hay actividades deportivas y educación para madres. Remedios se ha centrado en el flamenco como hilo conductor de todo, pero el proyecto es más amplio.

Es una escuela que usa el flamenco como lenguaje y método de educación para que algún día sus alumnos sean personas con educación y puedan ser más libres. El lenguaje es el flamenco porque "allí se mama en las calles de forma espontánea", todo el mundo canta, baila, y es una tradición oral que no se ha perdido. El barrio tiene ese ritmo natural y ese color que a Remedios tanto le recuerda a Sudamérica. "Allí los niños juegan en la calle, incluso a juegos que ya no se nombran. Algunos niños serán artistas y otros no, pero serán personas, de alguna manera se trata de educar en valores a futuras personas. Los proyectos de educación son a largo plazo, pero la educación es lo único que puede hacer libre a la gente, lo único que proporciona la opción de elegir", indica.

Alalá rompe prejuicios y dignifica a la gente desde la humildad y la pobreza. Porque hay "mucha gente honesta y sana de la que nunca se habla". Además de por ofrecer un punto de vista personal de un modo diferente, la cinta ha sido un reto personal enorme para Malvárez porque el metraje pesa mucho al pasar del corto al largo. Al respecto, usando el argot del mundo audiovisual, considera que el largomentraje "se sostiene". Aunque no sabe cómo será la respuesta del público, espera que les guste porque sus artífices lo han disfrutado con creces. "Nos hemos quitado complejos y prejuicios que teníamos. Hemos sentido que somos parte de esa luz, de ese alalá. De esa claridad del verano que se vive en la calle, de esas tardes y noches. Una luz "tan cubana, latina y mágica". Un foco para la esperanza.

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