Triunfo de la catástrofe

Cine

Blackie Books publica el minucioso diario escrito por Werner Herzog durante el accidentado rodaje de 'Fitzcarraldo'

Manuel J. Lombardo

23 de marzo 2010 - 05:00

Conquista de lo inútil. Werner Herzog Traducción de Juan Carlos Silvi. Blackie Books. Barcelona. 322 págs. 24 euros

El buen amigo Manuel Gregorio González bien pudiera haberlo incluido -lo suyo, por ahora, no es el cine, el día que se ponga nos dejará a todos en evidencia- en El arte inútil, colección de lúcidas estampas que trazan la gloriosa e inevitable caducidad de toda estética, el fulgor de todo gesto artístico. Y no únicamente porque en el título de este libro que ahora nos ocupa, Conquista de lo inútil, aparezca una misma palabra, un mismo (des)propósito, una misma aventura artística suicida.

El diario escrito por Werner Herzog durante la preparación y el rodaje de Fitzcarraldo (1982), su Apocalipsis Now particular, aquella película en la que se empeñó, como su protagonista, un excéntrico empresario del caucho interpretado por su enemigo íntimo Klaus Kinski, en hacer pasar un barco de vapor entre dos montañas e inaugurar un teatro de ópera en plena selva amazónica, proyecta ese ejercicio en los límites de la sensatez que impulsa a la creación y a la utopía, luchando contra los elementos y la materia, arrancándole un pedazo a la tierra para moldearlo en una forma cinematográfica intensa, hermosa y excesiva que quedará ya para siempre como documento de una aventura única e irrepetible.

Siempre en busca de imágenes puras, historias extremas y personajes enajenados en los que proyectar sus propios sueños y delirios (de grandeza), Herzog se adentró en la selva peruana, ya lo había hecho diez años antes para rodar Aguirre, la cólera de Dios, con la intención de levantar un (inútil) monumento cinematográfico a las empresas imposibles. En su empeño arrastró a un equipo que padeció su megalomanía y sus desaforados intentos por concluir un proyecto destinado a fracasar a cada instante. Primero con el abandono de Jason Robards y Mick Jagger, sus primeros protagonistas, una vez iniciado el rodaje; luego con las inclemencias del tiempo, la falta de dinero, las interrupciones, los encontronazos con un irascible Kinski, la hostilidad obscena de la jungla, la enfermedad, las luchas entre tribus de la región, los impedimentos de las autoridades locales, las difamaciones de la prensa internacional o los accidentes, algunos graves, a lo largo de tres largos años de trabajo: "Carga abrumadora sobre mis espaldas, -escribe Herzog- todo es demasiado precario: la organización, la financiación, las fechas, la calidad humana (...) ¿tendría yo el temple y la fuerza para volver a empezar desde el principio? Dije que sí, o sería alguien que ya no tiene sueños, y sin sueños no querría vivir".

Aquella odisea amazónica quedó impresa en los mejores fotogramas y secuencias de Fitzcarraldo, también en un estupendo documental, Burden of dreams, de Les Blank, que se asoma al contraplano del abismo, a la tensión y a la energía febril de aquel rodaje en el que, tal vez para protegerse de los elementos o para canalizar su rabia ante la adversidad, Herzog fue anotando día a día numerosos detalles en un pequeño cuaderno de letra minúscula casi indescifrable.

Recuperado de un cajón en 2004, este valiosísimo diario aparece ahora por primera vez en castellano en una espléndida y cuidada edición. En su interior, encontramos una prosa de urgencia que, sin embargo, se revela incisiva, impresionista, lírica y brutal, un vibrante y minucioso cuaderno de bitácora en el que Herzog se destapa como un espléndido narrador de sí mismo y de todo lo que le rodea, escribiendo, tal y como él mismo describe su vínculo físico con el cine, aguantando el peso en las rodillas, descifrando el terreno, abriéndose paso a machetazos secos y rotundos, ahuyentando sus propios fantasmas en un ejercicio de búsqueda continua.

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