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Sólo Emery entiende lo de Unai

  • El entrenador se empecinó en mantener un solo pivote defensivo a pesar de que el equipo no tuvo el control de la situación ni ante diez Rakitic fue Rakitic... cuando cruzó el mediocampo

Hoy, muchos aficionados sevillistas seguramente preferirán quedarse con el liderazgo de Rakitic; el gol que atesora la pareja Gameiro-Bacca, tanto monta, monta tanto; o la enorme noticia que supone el hecho de que Trochowski vuelva a jugar y que sea una pieza que suma en la sala de máquinas. Con un 4-1, con la huida del farolillo rojo e incluso de la zona más caliente de la tabla, los defectos, hoy, parecerán menos defectos. Pero fue tan evidente la fragilidad sevillista sin la pelota, y tan escandalosa la necesidad de que alguien del banquillo (Cristóforo o Iborra) acudiera en apoyo de M'Bia, que este análisis rezumará más ácido del que suele rezumar una goleada a favor. Porque la goleada fue engañosa, porque el Sevilla no tuvo el control ni siquiera con diez y el rival tuvo que quedarse con nueve para que el corazón de Beto bajara de revoluciones. Emery vive solo en su pequeño planeta, como el Principito: es el único que no ve la alarmante inseguridad del Sevilla con un solo pivote defensivo, más dos laterales ofensivos, más tres mediapuntas que no roban un balón ni por casualidad, más un punta incapaz -como ese trío de tres cuartos de campo- de bajar un balón largo para desahogar a los de atrás.

Defensa

¿Cuántos balones recuperó el Sevilla en la salida del balón que, a veces de forma suicida, ordena Paco Jémez a los suyos? Uno en la primera parte. ¿Cuántas veces cortó M'Bia un ataque del Rayo cuando optó por abandonar la posición de cinco argentino, desguarnecer a los centrales y apretar en el mediocampo rival? Mucho tuvieron que ver los riesgos del camerunés en que casi siempre, el Rayo finalizara sus jugadas de ataque. Salía de su zona, Rakitic no cubría ese vacío -porque no es jugador para ello- y al final, o Cala o Pareja se veían obligados a salir para tapar. Y el fuego era un hecho.

Por fuera, más de lo mismo: el Sevilla echa de menos muchísimo las coberturas de Medel a las subidas de los laterales. Nadie lo hace hoy. Y si encima ninguno de los mediapuntas abiertos se anima a correr para atrás en auxilio de Coke (ay, esa generosidad de Jesús Navas) o de Alberto Moreno...

Con M'Bia a su aire, con una labor eficaz pero distinta a la que más urge en el Sevilla -un ancla-, más la nulidad de Marko Marin y Jairo en la segunda parte, la lógica apuntaba a Cristóforo o Iborra por uno de los dos mediapuntas. Todos lo veían así. Menos Emery.

Ataque

La debilidad atrás impidió el control en el medio a pesar de la clarividencia y el pase de Rakitic. Los mediapuntas volvieron a naufragar y en ataque, el Sevilla echó en falta más físico para ganar las disputas, los balones divididos, cuando el suizo-croata aparecía o lanzaba en largo ante la adelantada zaga rayista. Jugando al espacio, al desmarque, Gameiro sí hizo daño. Ya con Bacca y el Rayo debilitado y entregado, todo se aclaró.

Virtudes

No hace falta que los mediapuntas estén acertados para crear peligro: Rakitic lo solucionó desde atrás.

Talón de aquiles

La incapacidad para gobernar en el partido ante un Rayo limitado y luego con diez fue alarmante.

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