Sevilla-rayo

Puntos para un equipo de oropel (4-1)

  • El Sevilla respira hondo en su día más gris e incluso llega a golear a un Rayo con nueve futbolistas. El conjunto de Emery transmitió al exterior la misma nerviosera que parece afectarle al técnico en estos momentos.

Respiro hondo para un Sevilla que consiguió su primer triunfo del curso y que abandona de esta forma el ominoso lugar de la clasificación que ocupaba hasta ayer. Los blancos se impusieron al Rayo Vallecano e incluso lo hicieron al final con una goleada que hubieran firmado antes de arrancar el encuentro, pero la realidad es que su rendimiento dejó demasiados interrogantes en el aire. Porque el conjunto de Emery fue oropel puro, una cosa de mucha apariencia y poco valor real. Ni siquiera cuando estuvo en superioridad numérica fue capaz de controlar la situación como ésta demandaba; al contrario, transmitía una nerviosera impropia de las alturas del curso balompédico en la que éste se encuentra y esto tal vez tenga mucho que ver con la situación actual de su entrenador, en busca aún de esa tecla que tocar. 

Dentro de ese estado de incredulidad generalizada en la que actualmente se encuentra un Sevilla que había apuntado tantas cosas buenas durante la pretemporada y que ahora no acaba de arrancar, está claro que el objetivo primordial era sumar los tres puntos que estaban en juego contra el Rayo. No cabía otra cosa, sólo ganar, ganar y ganar. Y en ese sentido sí cumplió el Sevilla de Emery, pues Mateu Lahoz esta vez sí escribió en el acta un resultado de 4-1 favorable a los locales. Pero a pesar de la filosofía resultadista de quien esto suscribe, ni siquiera esa goleada puede tapar todos los males que volvieron a mostrar los blanquirrojos.

Está claro que las ideas de Emery son fijas, tal vez escritas con sangre y fuego en su ideario futbolístico, y el vasco está dispuesto a morir con ellas, o a vivir eternamente y triunfar, que ya se sabe lo que ocurrió hace algunos años con Juande Ramos. Una vez más, apeló a Rakitic en la posición de medio centro de partida, aunque el suizo, acompañado por M'Bia, esta vez no jugó tanto tiempo en esa zona. El capitán sevillista partió de posiciones mucho más avanzadas, incluso acudía a presionar a los centrales rivales en la salida del balón rayista, y sólo apareció puntualmente por el medio centro con tareas específicamente creativas. Apenas apoyaba ahí para defender, pero ése precisamente es el punto negro del equipo, el lugar por donde sufre, pues el Rayo lo tenía bastante fácil en algunas ocasiones para acercarse por ahí ante la desprotección absoluta de un M'Bia que es fuerte pero que no tiene el don de la ubicuidad.

El resto es más de lo mismo en la propuesta de Emery. A saber, dos laterales tremendamente ofensivos, que atacan bien pero que se olvidan muchas veces de cerrar sus bandas; y un ejército de mediapuntas que no tienen físico para atacar y defender. Emery lo intentó primero con Cheryshev, al que precipitó en su reaparición hasta el punto de que se rompió de nuevo con apenas un cuarto de hora de partido, y ya sin el ruso en el campo lo que tenía ahí era Jairo, Marko Marin y Trochowski, futbolistas tremendamente menudos, sin cuerpo para proteger un balón de espaldas y permitir la salida del equipo de atrás.

Paradójico fue ver en el caótico final del primer periodo cuando el Rayo presionaba la salida del balón y Beto buscó tres veces al menos a Trochowski de cabeza. Balones seguros para Arbilla, un futbolista que ha jugado muchas veces de central. Pero el guardameta portugués insistía en una jugada que era una pérdida del balón garantizada, un volver a empezar sin que su entrenador le diera otras opciones para que no se repitiera la misma acción.

El Sevilla, como era previsible, había saltado al campo con una nerviosera considerable. Con muy buenas intenciones, eso sí, pero con una inseguridad que pronto se transmitió a la grada. Ni siquiera ese tempranero penalti tan claro como bondadoso de Arbilla sobre Coke, en el que el jugador del Rayo confundió el fútbol con el rugby, iba a servir de calmante para los anfitriones. Con uno a cero en el marcador al cuarto de hora, lo normal es serenarse, buscarle las espaldas al Rayo, entre otras cosas porque éste suele desprotegerse atrás sin demasiada exigencia. Pero al Sevilla se le veían todos los desequilibrios al mismo tiempo.

M'Bia carecía de ayuda por todos los sitios, salvo con Rakitic y un poco con Trochowski, que dentro de sus limitaciones físicas sí pensaba más en ayudar que en atacar. Ni Jairo ni Marko Marin apoyaban en ese sentido, mientras que Gameiro bastante tenía con pegarse un montón de carreras, unas con más productividad que otras, e incluso fallaba un gol después de superar la salida de Rubén por pura precipitación.

La inseguridad que transmitía el Sevilla al descanso era total, pero Rakitic puso otro granito para que todo fuera más fácil. Falta directa a la red, dos a cero y, en teoría, el partido estaba casi decantado. Pero la teoría en este Sevilla de Emery está muy lejos de la práctica y Adrián recortó muy pronto para devolver la nerviosera al campo. Hasta tal punto que después de ser expulsado Gálvez por su segunda tarjeta Adrián falló a puerta vacía cuando pudo lograr el empate.

Afortunadamente para el Sevilla no fue así, para el Sevilla y para Emery, que se empeñaba en mantener a Jairo en el campo cuando el físico de éste ya había dicho basta y cuando el equipo pedía a gritos un apoyo en el centro del campo para M'Bia. Pero no, nada de Iborra o Cristóforo, ahí compareció Rabello para mantener la misma línea de inseguridad. Entonces se agigantó en una acción puntual M'Bia, Gameiro fue generoso con Bacca y éste llevó la tranquilidad a todos los sevillistas. El Rayo llegaría a quedarse con nueve, Bacca firmaría un doblete incluso y el Sevilla hasta goleó. Si eso sirve para hacer más sólido al equipo, mejor, pero de momento todo parece oropel. 

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