Pekín bien merece un baile agarrado

Abel Vázquez, judoka del equipo paralímpico español en los Juegos que arrancan este día 6 en Pekín

Pekín bien merece un baile agarrado
Pekín bien merece un baile agarrado
Miguel Lasida

01 de septiembre 2008 - 05:02

La antorcha olímpica vuelve a dar lumbre. Segunda función. Los Juegos Paralímpicos arrancan al modo de los Olímpicos. Es la misma gloria, el mismo cielo, es el mismo Olimpo. Hoy, 1 de septiembre, los deportistas españoles, también los sevillanos, los nuestros, se encuentran ya en Pekín con la meta de las medallas entre ceja y ceja y el cuello presto a darle un peso. La competición comienza el próximo 6 de septiembre y numerosos metales tienen ya en el reverso la denominación de origen de España.

Abel Vázquez, sevillano de Castilleja de la Cuesta, tiene una deficiencia visual y es un judoka de clase. Abel comenzará y terminará su competición en los Juegos el 9, junto al resto de los pesos pesados de judo. Reserva del último día para los grandes. Abel peleará en la de menos de 90 kilos. "No me ha supuesto un esfuerzo llegar al peso, la verdad. Vengo de la modalidad de hasta 70 kilos, pero este año no llegaba. Antes sí tenía un régimen estricto, para la de -70. Pero soy de buen comer. Ahora no hago ni una dieta, ni se me pasa por la cabeza".

Aunque las dietas de los judocas no precisan del rigor de otros deportistas, el conocido problema de los kilos, sí es fundamental poner kilos en versión fibra muscular. "No hay unos músculos más importantes que otros. Debemos fortalecer todo el cuerpo, al completo. Aunque es cierto que en el judo paralímpico, por sus características particulares, es más habitual el lance del agarre, lo que propicia que los tríceps tengan que estar algo más desarrollados". El judo, en la modalidad invidente, "es un continuo agarre", como explica Abel, un trasunto por tanto del baile. La lucha y la danza unidos en un único deporte. Brebajes más disímiles se han mezclado.

Abel es un figura en esto del judo. Así consta en su currículo. Campeonatos y participaciones a lo largo y ancho del globo. Holanda, Brasil, Azerbayán... Y todos los fenómenos cuentan con orígenes remotos y aun casuales. "Empecé a los seis años. En el bloque donde vivía nos reuníamos los amigos y alternábamos las cartas con el judo en la calle. Había amigos que entrenaban más en serio en el Club Castalla y venían de los certámenes contando sus hazañas. A mí me entró el gusanillo. Me gustaba la idea de competir. Soy una persona competitiva".

Y de Sevilla a Pekín, del Club Castalla al estrellato. Después de unos días de entrenamiento, la ansiada competición inicia el día 9, la misma jornada que el remo o el tiro con arco. A los judokas les espera el Gimnasio de los Trabajadores. Denominación que ni pintada para el escenario de un deporte de lucha. Como el Nido o el Cubo, el gimnasio habrá de conocerse como la Mina. Abel está con ganas de pisar el tatami. "Me comentan que los rivales a batir son un ruso y un azerbayano. Yo, por mi parte, voy a por todas. Estaré a quien se atreva conmigo".

Abel es un joven humilde o, quizá, olvidadizo. A diferencia de otros deportistas, no guarda sus éxitos en la memoria con celo, lo que hace pensar que no los va pregonando. Cuando se le pregunta, requiere del chivatazo de su madre. "Fui campeón infantil y cadete en la modalidad de videntes. Un entrenador me comentó sobre la posibilidad de disputar en la vertiente de invidentes. He sido campeón de España en cuatro ocasiones, tres en -70 y una, este año, en -90. También quinto de Europa en 2005, en Holanda". Lo dicho, un fenómeno.

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