Paréntesis y magia

Alfonso Crespo

09 de agosto 2012 - 05:00

La Tranfulla. Dramaturgia y dirección: Juan Antonio Rodríguez Conde. Dirección artística artesanal: Antonio Guzmán Íñigo. Diseño luz y sonido: Miguel Ziena. Vestuario: Dolores y Pilar Garruta. Actores/titiriteros: Juan Antonio Rodríguez Conde y Marisa D. Rivas. Fecha: 7 de agosto. Lugar: Palacio de la Buhaira. Aforo: Media entrada.

Partiendo de la novela original de Gastón Leroux y de la popular música que Andrew Lloyd Weber compusiera para su versión escénica, La Tranfulla presentó en la Buhaira su montaje para público infantil de El fantasma de la ópera. Sosegada y didáctica, en ella Juan Antonio Rodríguez Conde y Marisa D. Rivas hacen un poco de todo: maestros de ceremonia, actores, titiriteros, tramoyistas..., ya que la opción elegida para sostener la dispersa atención de los más pequeños de la casa es la de abrir la representación al abismo, hacer de los puntos de giro de la historia huecos a través de los que poder salirse de ella y mirarla en perspectiva. Así fue como José Antonio y Marisa lograron aumentar el entretenimiento de la función, haciéndola más fácil de seguir para los niños a partir de esa ganancia en explicación y, sobre todo, ritmo.

Y si estas interrupciones, unidas a las técnicas elegidas para manipular las marionetas -títeres de peana animados a lo bunraku, es decir, movidos por actores presentes en el escenario, si bien camuflados con ropas negras-, pueden hacer pensar en un espectáculo excesivamente crítico y distanciado, existe por otro lado en El fantasma de la ópera de La Tranfulla el contrapeso fantástico suficiente para evitarlo. Es en el despliegue escenográfico, en los cambios de escenarios, en la recreación del espacio de catacumbas donde el fantasma cavila su estrategia y calibra su influencia, donde yace el antídoto mágico contra los cortes y las detenciones. Y seguro que fueron esos colores y transiciones los que se llevaron a casa, adheridos a las pupilas, los más pequeños de la audiencia.

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