Cultura

Música en directo: la espiral del desaliento

  • Promotores sevillanos confirman el panorama reflejado en un estudio que revela pérdidas del 28% y la desaparición de cientos de empresas.

La Asociación de Promotores Musicales (APM), que agrupa a centenares de empresas de toda España, publicó hace unos días un informe muy contundente sobre el impacto en el sector del incremento del IVA cultural del 8 al 21%. "Si te paras a pensar, te entran ganas de cerrar", dice Miquel Peris, de Spyro Music, que resume así, sencillo, desolador, el sentir de (prácticamente) cualquier profesional que se dedique a organizar conciertos en Sevilla, que por muchas razones -desde la pura y dura logística hasta determinadas y atávicas inercias del ecosistema local- nunca ha sido precisamente una ciudad propicia para la música en directo.

Entre el 1 de septiembre (cuando entró en vigor la controvertida subida decretada por el Gobierno de Mariano Rajoy) y el pasado 31 de marzo, el periodo analizado por el citado estudio de la asociación nacional de promotores, "ni las previsiones menos optimistas han acertado", señalan desde la entidad sobre los temores en el sector acerca de las repercusiones de esa medida: descenso de público, disminución de los conciertos, pérdida de competitividad respecto al resto de Europa, destrucción de empleos directos e indirectos: "La realidad, lamentablemente, las ha superado", añaden desde la asociación, cuyo informe -"catastrofista pero ajustado a la realidad", comparte David Pareja, de Meridiana, otra activa promotora sevillana- no admite una sola lectura esperanzadora.

En el capítulo de consecuencias evidentes del golpe que ha acusado el sector -que en todo caso, antes de ser sometido al IVA general en lugar del tipo reducido que se le aplicaba antes de septiembre, estaba ya seriamente renqueante por los efectos de la crisis- destaca la reducción de casi el 28% de los ingresos en taquilla (desde los 124.576.432 euros en el mismo periodo de tiempo entre 2011 y 2012, a los 90.300.136 del estudiado por la APM). O el 25% de promotoras en todo el país que han desaparecido (casi 400) o se han visto obligadas a despedir a empleados (según este informe, alrededor de 500). O la reducción de salarios para los que no perdieron su puesto de trabajo y la eliminación de miles de puestos de trabajo temporales o indirectos. O la merma de casi 3,5 millones de euros de la recaudación en concepto de derechos de autor (tarifados en el 10% de las taquillas netas). O el descenso de 2.762.827 euros en la recaudación fiscal...

"La situación es esa", apunta Carlos Espinosa, de Riff Producciones, una empresa con sede en Córdoba y actividad en toda España que en Sevilla gestiona la sala Custom. "Son cifras objetivas recogidas de la fuente directa, que es la propia taquilla y los empresarios que se la juegan en cada concierto. Por supuesto, no es el fin de la música en directo, faltaría más, pero sí puede ser el fin de una industria que genera riqueza económica y algo que se nos olvida pero que también es muy importante: riqueza cultural", añade Espinosa, quien insiste, no obstante, porque ése parece ser en estos tiempos el argumento supremo -con frecuencia parece que el único- que manejan las instituciones, en el potencial económico de un circuito musical bien engrasado: "Un concierto al que acuden cien personas, por ejemplo, beneficia a los cinco taxis y a los tres o cuatro bares que quedan cerca del lugar donde se celebra; uno al que acudan 10.000 lo hará multiplicando exponencialmente esos beneficios... y de ahí hasta llegar a los 100.000 espectadores que asisten al Primavera Sound [el potente y referencial festival internacional de Barcelona], que deja cerca de siete millones de euros en la ciudad. Habría que tomar nota de esto: un euro bien invertido en cultura por las instituciones se multiplica por tres en la sociedad".

Pero el del Primavera Sound es un ejemplo tan excepcional entre los festivales españoles -que también han experimentado su propia burbuja-, y tan alejado de las pequeñas y medianas empresas que forman el tejido de la música popular (para no entrar en interminables debates semántico-musicológicos: toda aquella, a efectos de esta página, que no atiende la red de teatros públicos y que queda fuera del manto protector, por mucho que éste sea cada vez más pequeño, de las subvenciones de las administraciones), que lamentablemente no sirve para reflejar la realidad de esta actividad en España.

"Después de un intento continuado por seguir en la misma línea de años anteriores, de apostar por mantener una línea de programación y obviar el aumento del IVA, el resultado ha sido nefasto. Las pérdidas han aumentado, hay una sensación generalizada de que no perder en un concierto, hoy en día, es una de las mejores cosas que te pueden pasar como promotor, y eso es muy triste", afirma David Pareja, que desde Meridiana gestiona las actuaciones de bandas nacionales, algunas de ellas locales, como Pony Bravo, Maga, I Am Dive, GAF o Pájaro Jack y de cuya mano los espectadores sevillanos han podido disfrutar en los últimos años de algunos de conciertos internacionales de enorme altura artística, como el de Low o el más reciente de Swans.

Él mismo traza el recorrido de la espiral de dificultades que padece cualquier persona que se atreva a organizar un concierto cumpliendo todas las obligaciones legales, y en ese bucle, finalmente, el espectador también pierde: "La gente no termina de entender qué tiene que ver la subida del IVA con la reducción de la venta de entradas, pero cuando tu capacidad de ingresos como promotor musical se merma en 13 puntos (de un 8 a un 21% de impuestos), sumado al 10% fijo de recaudación de la SGAE y al 3-5% de media de comisión de las ticketeras, estamos hablando de un negocio en el que el 35% de tus ingresos son impuestos directos o indirectos que hay que descontar de inicio. El margen de ganancia es prácticamente nulo si sumamos promoción, pegada de carteles, backline, hoteles, personal y demás gastos derivados de un concierto. Caché del grupo aparte...".

"La consecuencia inmediata [de la subida del IVA al 21%] es el decrecimiento del consumo: hay más gastos, porque además nuestros proveedores han incrementado sus precios en el porcentaje correspondiente; y menos ingresos, porque el público, nuestro consumidor final, acusa la inevitable subida de precio de las entradas, lo que hace que en muchos casos decida dejar de comprarlas. Todo eso es lógico: era muy previsible. Pero hay otras consecuencias, no tan evidentes, como la desmantelación de toda una profesión, la vuelta a la chapuza", tercia Violeta Hernández, de La Suite, una empresa que actualmente programa en el Centro de las Artes de Sevilla el ciclo SHOWCASe y que desde el principio de Nocturama, el ciclo del CAAC, se encarga de confeccionar el cartel, en los últimos años en el tramo de agosto (y septiembre). "La capacidad de riesgo es nula, por lo que la programación de calidad decae", coincide Pareja: "Esa es la razón -continúa- por la que no paramos de ver a dos o tres grupos nacionales en todos los conciertos y festivales: el promotor piensa que ir a por lo seguro es la única posibilidad de no arriesgar el presupuesto. El resultado es un descenso en la venta de entradas porque el margen es menor y los precios suben, pero también un descenso considerable en la calidad de las propuestas".

"La calidad de lo que se oferta, la falta de apoyos y la falta de perspectiva está provocando que muchos profesionales tiren la toalla y que proliferen amateurs sin formación ni criterio para copar parte de un mercado asalvajado", retoma Hernández. "Ahora surgen conciertos debajo de las piedras -prosigue Hernández- pero falta coherencia, planificación, programas continuados con sentido. Todo el mundo se ha tirado a la piscina y cuanto menos legal seas, mejor; si no das de alta, no facturas, cobras en negro y no pagas impuestos, con sacar unas pelillas vale. Ese es el triste panorama. Y las instituciones no tienen interés en desarrollar una verdadera política cultural en pro del ciudadano, lo que interesa es el rédito inmediato, el logotipo grande, el esto es mío, esto lo he hecho yo. La llamada gestión mixta, esa cooperación lógica y sensata entre las administraciones públicas y las empresas especialistas del sector privado, no existe. Una cosa sé: cada ciudad es como quiere ser. Si Sevilla quisiera ser moderna y culta, lo sería. Lo tiene todo para serlo, pero no se quiere".

Los riesgos que entraña "programar a medio gas", en la expresión de Carlos Espinosa, también atañen a los propios músicos, no sólo por la mayor o menor cantidad de plataformas que encuentren para mostrar su trabajo, sino también para acceder a ellas, o no. "Muchos grupos no pueden salir de gira porque ni siquiera llegan a cubrir los gastos mínimos de infraestructura, digámoslo así, pero lo peor y lo más preocupante es que se acabó eso de invertir en nuevos talentos, en desarrollar la carrera de un artista... ¿Qué promotor, qué manager, qué agencia va a invertir en talento, cuando ni siquiera los artistas consagrados consiguen meter al público en una sala?", lamenta.

En Spyro Music, que desde 2011 venía trabajando "con cierto optimismo", y que hasta el pasado mes de septiembre había conseguido "una trayectoria positiva aun a pesar de la crisis", constatan que la entrada en vigor del IVA al 21% ha obligado a cambiar su estrategia y su modelo de negocio "por completo", y ha olvidado su anterior estructura de "empresa multifuncional que ofrecía muchos servicios que ahora han tenido que desaparecer", para "centrar fuerzas y especializarnos en otros campos como la producción de eventos", explica Miquel Peris, y todo ello fundamentalmente porque "el aumento de 13 puntos porcentuales en los costes de producción está haciendo muy inestable cualquier proyecto".

Todas las promotoras que aparecen en este texto han movido ficha de una manera u otra. Y lo que esperan -o más bien lo que necesitan- ahora es que también lo haga el Gobierno. "Hay salas que están cerrando, festivales que desaparecen, revistas que dejan de editarse... Lo que no entiendo es que si una medida impopular persigue un objetivo que no consigue, ¿por qué sigue activa?", se pregunta David Pareja antes de recordar -y en este punto coinciden todos- que en este escenario pierden mucho más las pequeñas empresas que las grandes. "Da la sensación de que las marcas internacionales de cerveza y bebidas energéticas son las que realizan las giras y los festivales en nuestro país, y no las promotoras", añade Pareja, que todavía apunta: "Todo parece indicar que hay una saña real contra la cultura. Lo demuestra el hecho de que la hostelería tiene un IVA protegido del 10%, pero si se introduce en un festival de música o un cine pasa a pagar un IVA del 21%; y no deja de ser un producto relacionado con la hostelería, es decir, un refresco o un bocadillo... Es absurdo y demuestra que hay una persecución. A este ritmo no desaparecerá la industria musical, pero sí la música en directo de nuestro día a día para sobrevivir sólo en festivales masivos y veraniegos".

Todos coinciden, evidentemente, en reclamar una reducción del IVA -Peris habla del 5% vigente en muchos países de la Unión Europea- y tanto Hernández como Pareja señalan a una "verdadera" y "más eficaz" ley de mecenazgo. "Hay que incentivar las políticas culturales desde la base, aquellas encaminadas a ayudar desde la infancia, desde el colegio, a valorar a los creadores. Estamos obligados a ello, sin siglas políticas ni recelos, porque la cultura es patrimonio de todos", dice Espinosa. "La cultura no es algo que debamos dejar en las manos del crowdfunding", advierte Pareja, que pide también la entrada en vigor "real" de la ley que exime de pagar el IVA de aquellas facturas que aún no se han cobrado, "que sobre todo son de la administración pública", y recuerda que hay alternativas, "subvenciones indirectas", como destinar parte del impuesto de sociedades a la creación de proyectos culturales, que "no supondrían un gasto directo para la administración".

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