"Es un error programar música pensando sólo en la audiencia"

Torleif Thedéen. Violonchelista y profesor

El Festival Turina ha logrado sumar a su equipo al solista sueco, firme valedor de la música contemporánea y uno de los intérpretes más reclamados por las grandes orquestas europeas

Charo Ramos Sevilla

14 de septiembre 2013 - 05:00

Responde en inglés a las preguntas de sus alumnos, reparte consejos, ensaya el concierto con el que mañana clausura en la Capitanía General el programa oficial, intenta expresarse en español. Al violonchelista sueco Torleif Thedéen, uno de los solistas más prestigiosos en la nómina de profesores e intérpretes internacionales que el Festival Turina ha convocado en Sevilla durante esta semana, no le asusta que la cita cuente con menos de 30.000 euros de presupuesto, todos ellos en forma de patrocinios privados. Invitado habitual de las orquestas más importantes de Europa, como las Filarmónicas de la BBC, Londres o Helsinki, las Sinfónicas de Viena y Birmingham o la Staatskapelle de Dresde, ha viajado por primera vez a la capital andaluza porque "creo en este proyecto y en la capacidad de su directora artística, Benedicte Palko (a la que conocí en Copenhague cuando yo era profesor y ella aún una estudiante), de construir, en torno a la música, algo hermoso y beneficioso para la educación de los jóvenes y la cultura de Sevilla. Me invitó por primera vez hace cuatro años y, por fin, aquí estoy".

Como constatan críticos y público, la ciudad ha hecho suyo el Festival Turina, que en su cuarta edición presenta llenos absolutos en la mayoría de los conciertos. Torleif Thedéen, que actuó el jueves en la Casa de Salinas, comparece esta noche (20:30) en el Consulado de Portugal en una velada ecléctica que incluye composiciones de Beethoven, Hindemith y Brahms. Es el único programa del ciclo que no cuenta con obras de Turina por la dificultad de instalar un piano en el escenario cedido por la diplomacia lusa.

-Una de las obsesiones de la directora de este festival es que los solistas invitados se conviertan luego en embajadores de la obra de Joaquín Turina en el mundo. ¿Cuál era su relación con el legado del compositor sevillano?

-El Festival ha supuesto mi primer acercamiento a la obra de Turina. Nunca antes había tocado obras suyas y he disfrutado ensayando su segundo Trío para piano. Es una música muy española, su tratamiento del folklore me parece sugerente y resulta muy agradable tocarla en el contexto de la Casa de Salinas. Los músicos somos fáciles de contentar siempre que haya buenas partituras e intérpretes, gente amable, hermosas salas de conciertos y una rica gastronomía. Todo eso lo he encontrado en mi primera visita a Sevilla.

-El Turina es un festival de música de cámara. ¿Cuál es su relación con este repertorio?

-Si le preguntas a cualquier intérprete, te dirá que es el corazón de la música. Lo más fascinante y lo más difícil técnicamente. Las mejores cualidades de los compositores pueden apreciarse en la música de cámara que crearon. Beethoven, Mozart, Schubert, Brahms… todos ellos dieron lo mejor de sí en la escritura para tríos o cuartetos de piano. Y en la programación de este festival hay muchos hitos del repertorio camerístico, como el Septimino de Beethoven, que es una pieza fantástica, el Quinteto para cuerda nº 2 de Brahms o el Trío para violín, cello y piano de Dvorak, por referirme sólo a piezas que interpreto en Sevilla.

-Atraer nuevos públicos a la música clásica es otro de los retos de citas como ésta. ¿Se atrevería a proponer una guía de escucha de cinco obras esenciales para el violonchelo?

-[Se ríe] Es muy difícil y arriesgado elaborar una lista así pero considero que todo el mundo debería conocer alguna de las Suites para violonchelo de Bach, por ejemplo, la Quinta o la Sexta. Incluiría también la Quinta sonata para cello de Beethoven, el Concierto para cello de Dvorak y la Sonata de Brahms. Y no puede faltar tampoco el Concierto nº 2 para violonchelo de Shostakovich. Si tuviera que ceñirme a cinco títulos, serían estos, dejando fuera a muchos otros que me interesan, como el Concierto para chelo de Elgar, que es maravilloso y grabé hace muchos años.

-Hablar de Elgar supone también hacerlo de la violonchelista Jacqueline du Pré. Usted fue uno de los alumnos a los que impartió clases magistrales cuando la esclerosis múltiple la obligó a dejar la interpretación. ¿Qué recuerdos guarda de esa experiencia?

-Con 18 años toqué para ella el chelo en varias masterclasses, permitiéndole así ilustrar sus enseñanzas. Era una responsabilidad tremenda. Jacqueline estaba ya en esos años en silla de ruedas, muy enferma y débil. Pero lo que me emociona recordar de aquellas clases era su rotunda y atractiva personalidad. Para mí, Jacqueline du Pré representa como nadie la libertad de expresión, tanto artística como política, la ausencia de miedo. Su coraje y su valentía, esa conexión total con las emociones... Ella me enseñó que el intérprete debe dejar fluir sus emociones, no detenerlas. Era una mujer increíble.

-Desde 1986 su actividad en los estudios de grabación ha sido incesante y cuenta ya con medio centenar de referencias. ¿Qué nuevos títulos prepara?, ¿cómo ve la industria discográfica?

-Dentro de un par de meses saldrán al mercado los dos Conciertos para violonchelo de Kabalevsky que he grabado. Con la violinista Janine Jansen y otros amigos hemos grabado los Cuartetos de Schubert. El mayor problema que encaramos en este momento es que cada vez resulta más complicado encontrar un productor. ¿Quién va a editarte un disco si nadie los compra, si en internet es tan barato escuchar música? Me gusta entrar en un estudio de grabación y ofrecer mi propia versión de la música que amo. Pese a la crisis del disco, sueño ahora con grabar las Sonatas de Beethoven y la Sinfonía concertante de Prokófiev.

-Además de su actividad como solista, imparte clases en el Royal College of Music de Estocolmo. En los países escandinavos la protección pública a la cultura es un pilar pero aquí en España las ayudas al sector han caído en picado con la crisis.

-En los últimos años hemos tenido recortes también allí pero mucho menos drásticos. Hace 25 años en los países escandinavos se organizaban muchos conciertos de música contemporánea, se arriesgaba más. Pero ahora, incluso en Suecia, se programa pensando en términos de audiencia, lo que creo que es un error. Piense en Van Gogh: vendió una sola obra en toda su vida pero fue un pintor fantástico. Es importante estar atentos, programar nuevos repertorios, aunque no sean del gusto masivo, porque si no podríamos perdernos algo maravilloso.

-Su discografía evidencia ese interés por la composición actual.

-He tocado mucha obra contemporánea a lo largo de los años. A principios de los 80, cuando apenas se le conocía fuera de allí, viajé a Moscú para presentarme a Alfred Schnittke y comencé a grabar sus obras completas para chelo. Después grabé a Penderecki, Lutoslawski, y a muchos compositores contemporáneos suecos. Sentía que tenía que hacerlo. Es nuestra responsabilidad propiciar que no se pierda ninguna obra maestra o se quede sin estrenar. Me he tomado muy en serio este compromiso con la música contemporánea a lo largo de toda mi carrera.

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