Paseo por la lírica y la fantasía

Pablo J. Vayón

29 de junio 2014 - 05:00

XV Noches en los Jardines del Real Alcázar. Forma Antiqva: Aarón Zapico, clave; Daniel Zapico, tiorba; Pablo Zapico, archilaúd y guitarra barroca. Programa: 'Opera Zapico' (obras de Mozart, Caldara, Haendel, Johann Christian Bach, Purcell, Nebra y Rameau). Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Viernes 27 de junio. Aforo: Lleno.

Por segundo año consecutivo, Forma Antiqva comparecía en el ciclo del Alcázar con su formación fundacional, la del trío constituido por los asturianos hermanos Zapico, uno de los más internacionales y exitosos conjuntos españoles de nuestros días. En programa, el de su último disco para el sello alemán Winter & Winter, Opera Zapico, un paseo por arias de algunos grandes títulos líricos de los siglos XVII y XVIII en versiones puramente instrumentales.

Si en su anterior visita los Zapico afrontaron uno de los programas más típicos de los conjuntos barrocos de última generación, variando y glosando conocidos esquemas rítmico-armónicos de Renacimiento y Barroco, en esta ocasión su planteamiento iba un paso más allá, al tratar no esos temas usados como motivos para la improvisación y la ornamentación durante siglos, sino plantándose ante piezas compuestas con un sentido bien distinto, cerradas, por decirlo de algún modo, por lo que su tarea resulta más audaz y arriesgada. No se trata de simples transcripciones de la voz y el acompañamiento orquestal para su trío de instrumentos antiguos, sino de transcripciones variadas, que incluyen añadidos en el bajo, pequeños desarrollos melódicos, brujuleos armónicos y juegos ornamentales, que llegaron a ser riquísimos, como la parte del clave en el Lascia ch'io pianga haendeliano, acaso con la mirada puesta en los arreglos de época de William Babell.

De Monteverdi (el Orfeo de la propina fue uno de los momentos más deslumbrantes de todo el concierto) a Mozart (la serenata de Don Juan, que también repitieron al final) su recorrido fue ante todo refinadísimo y muy respetuoso con los originales, acaso demasiado, pues hubo momentos en los que la música parecía admitir más variaciones, como ese basso ostinato del lamento de Dido de Purcell. Al estupendo equilibrio entre las partes hay que añadir la nitidez impoluta y la limpieza en la digitación de Pablo Zapico con archilaúd y guitarra, la riqueza de los graves de Daniel Zapico con la tiorba y el papel del clave en la amalgama tímbrica y la variedad de colores, lo que dejó momentos tanto de extraordinaria delicadeza (José de Nebra, Antonio Caldara) como de vigoroso impulso rítmico (obertura de Johann Christian Bach, chacona de La reina de las hadas de Purcell o Les Sauvages de Las indias galantes de Rameau). Por favor, más.

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