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Crítica de Danza cine

Visitando lugares ocultos

silencio

Mes de Danza. Cia. Daniel Abreu (Canarias/Madrid). Dirección y coreografía: Daniel Abreu. Intérpretes: Anuska Alonso, Dácil González y Daniel Abreu. Iluminación: Irene Cantero. Lugar: Sala La Fundición. Fecha: Domingo, 1 de noviembre. Aforo: Lleno.

Tarde de lluvia impenitente y teatro lleno a rebosar para ver el último trabajo del canario Daniel Abreu, Silencio.

Lo vimos hace unos años en este mismo espacio, en el ciclo Ahora, Danza! con su solo Perro. Y no era la primera vez que el artista se enfrentaba con la animalidad que todos llevamos dentro. Ahora no, ahora llega, además de con un Premio Nacional de Danza (2014) a la espalda, con dos bailarinas magníficas y con un trabajo cien por cien humano, pausado, casi se podría decir que exquisito, a mitad de camino entre la acción y la contemplación si es que ésta no es también una forma diferente de acción.

La pieza comienza con un sugestivo dúo de Abreu y Dácil ante la mirada de Anuska. Como si ambos hubieran encontrado un agujero en la atmósfera que los rodea y, casi ingrávidos, probaran, gracias a la complicidad del otro, nuevas maneras de unirse o de colocarse en ópticas diversas. Y lo mismo hará luego Anuska, abandonándose por completo, a la inercia y al hombre, en quien deposita su total confianza.

Tampoco faltan los tríos, pero uno basta para ayudar al otro en sus indagaciones y Abreu parece disfrutar dirigiendo las de sus compañeras.

Más tarde son los cuerpos los que se plantean nuevos retos, cada uno con su individualidad. Surgen así los altos tacones de las chicas y el polvo de plata que vuela sobre sus cuerpos -y Abreu sigue jugando- mientras la luz y la música van escandiendo nuevas escenas. Nuevas imágenes de los mismos cuerpos surgen sobre un escenario que se prolonga hacia el fondo hasta topar con la pared original de la iglesia, un muro taladrado por su historia y coronado por un rosetón ciego que nos arroja nuevos conceptos. Abreu, por fin, se decide a preguntarse ante un micrófono si aún le quedan máscaras, lugares ocultos por visitar.

La unión entre las escenas no es más que esa delicadeza, ese juego de intimidades, pero la seguridad, la firmeza y la calidad de los tres bailarines es tal que uno no puede más que dejarse arrastrar por ellos hasta el final.

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