El artista clandestino

Arte

Dos muestras entienden el arte como una búsqueda que rehúye las fórmulas

En la imagen grande, un visitante contempla algunas de las obras de Manolo Cuervo expuestas en La Nave Spacial. En detalle, 'Morería', una serie de Felipe Candel que se puede ver estos días en la galería Félix Gómez.
En la imagen grande, un visitante contempla algunas de las obras de Manolo Cuervo expuestas en La Nave Spacial. En detalle, 'Morería', una serie de Felipe Candel que se puede ver estos días en la galería Félix Gómez.
Juan Bosco Díaz-Urmeneta

29 de marzo 2010 - 05:00

Lo dijo Marcel Duchamp: "El artista del futuro será clandestino". No se refería a un arte que, por subversivo, hubiera que hacer en secreto, sino al que algunos, pocos, autores hacen para sí mismos, fuera de la presión de los circuitos de la industria cultural, porque buscan ante todo articular, con lenguaje propio, un mundo que de veras puedan llamar suyo. No es una cuestión de preferencia, sino de valoracíon: el arte, como la ciencia, no es resultado de una brillante invención o de un talante excepcional, sino de una búsqueda e indagación permanente que rehúye las fórmulas y evita lo déjà-vu.

Éste es el difícil camino elegido por Felipe Candel (Sevilla, 1957): investigar las posibilidades de la pintura reducida a sus componentes más puros, el color, el trazo y la bidimensionalidad del soporte. Con esos elementos construye una sugerente poética. Parte generalmente de objetos cotidianos: la ventana, la puerta y ahora un modesto sillón. No para re-presentarlos, sino para estudiar las posibilidades que su forma ofrece a la pintura. A veces la obra se limita a unos rasgos de color que construyen la forma como movimiento sobre el papel; otras veces el ritmo aparece en campos de color vibrante sobre un fondo prácticamente plano; en ocasiones, el objeto se fragmenta dejando ver en sus intersticios el color de fondo y en otras, aparece la transparencia: el pigmento deja traslucir la tinta diferente del que está debajo, creando una profundidad que, al no recurrir a la perspectiva ni a la tonalidad, no rompe la bidimensionalidad de la pintura.

En las sucesivas variaciones se advierte otra característica del trabajo de Candel: la serie. Es una forma de trabajo propia de la modernidad artística porque la serie muestra que la invención del pintor está sujeta al esfuerzo y al tiempo. Cada elemento de la serie es un logro y a la vez una etapa del proceso de trabajo. La elaboración de cada pieza revela problemas que antes no se veían y las soluciones posibles. La serie no se diseña de antemano ni se produce de una vez, como quien tiene preparadas variaciones para ponerlas en un esquema fijo. Su génesis es interna: la progresión surge del y en el mismo acto de pintar. La obra de Morandi es un buen ejemplo del modo en que la pintura puede proceder con pequeñas pero luminosas variaciones a partir de objetos muy sencillos. La referencia al pintor italiano no es gratuita. Morandi es obligada referencia donde se unen la cuidadosa indagación de la serie y un arte que busca trazar un mundo propio.

Aunque desde un punto de vista diferente, también Manolo Cuervo (Isla Cristina, Huelva, 1955) habla del mundo personal del pintor. Sus 16 trabajos expuestos en La Nave Spacial rememoran a otra figura de la modernidad artística: el paseante que labra su arte al compás de hallazgos cotidianos inesperados. Así elaboró Baudelaire sus Pequeños poemas en prosa, antecedentes de la actual columna periodística. Pero en Manolo Cuervo la lírica analítica del paseante solitario se desplaza a la síntesis que exige el cartel. Síntesis que puede condensarse en una figura (como la que alude a su nueva casa) o más frecuentemente, se traduce en la fusión de fragmentos de imágenes, a primera vista heterogéneos, pero que ofrecen una fértil lectura no sólo de su experiencia sino de nuestro disperso modo de vida. En los inicios de la modernidad cabía incorporar instantes muy diversos en las pautas de una ordenada vida interior; hoy nuestra subjetividad está cruzada por lenguajes públicos que no cabe ignorar. De ahí que los carteles personales de Cuervo cuenten con el lenguaje del collage o la versión pop del ready made para articular su autobiografía.

La localización de la muestra de Cuervo hace pensar en otro aspecto de la modernidad, al menos de la peculiar modernidad sevillana. Los locales que se agrupan en la esquina noroeste de la Plaza del Pelícano fueron pequeños talleres artesanos o industriales que aprovecharon una tierra de nadie surgida cuando, a principos del siglo XX, se abrió el Pasaje Mallol y no faltaban huertas en las cercanías de la propia plaza. Hoy se ha instalado allí una pequeña colonia de artistas: los hermanos Antonio y Pedro Godoy, Rorro Berjano, Marcos Fernández y el crítico José Antonio Barbancho. El local de estos últimos alberga la sala de exposiciones que ya posee una interesante trayectoria.

Obra reciente. Galería Félix Gómez. Calle Morería, 6, Sevilla. Hasta el 4 de abril.

Tratamiento de choque, 2. Galería La Nave Spacial. Plaza del Pelícano, 1, Sevilla. Hasta el 6 de abril.

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