Cultura

Carmen no levanta cabeza

De Prosper Mérimée. Compañía de Teatro Clásico de Sevilla. Dirección: Alfonso Zurro. Dramaturgia: Antonio Álamo. Intérpretes: María José Castañeda, Jorge Lora. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: jueves 18 de noviembre. Aforo: Lleno.

La primera escena es con telón. Iluminados, Carmen y don José aparecen en mitad de la discusión que termina con la trágica muerte de Carmen. Ella, tras ser herida mortalmente, se pasea por el escenario el tiempo suficiente para hacernos recordar la primera escena de El guateque ¿recuerdan a Peter Sellers con la corneta? Y en ese momento yo pego un brinco interior y doy un grito interior: ¡Bien, es una comedia! Vamos a ver una Carmen nueva. Pero no. Aunque la obra tiene después algún golpe bueno, esto no es una comedia.

La adaptación que Álamo ha realizado del texto de Mérimée suprime la presencia del viajero francés al que don José cuenta toda su desesperada pasión y va directo a los hechos que son de sobra conocidos por todos. Y si usted no los conoce es que no ha vivido en Sevilla este "año Carmen". La adaptación, digo, adopta desde el inicio un sesgo particular que es, como ha declarado el director del Lope de Vega, el de fijarse o más bien aportar los elementos machistas y racistas que la historia de Carmen, como mujer y gitana nacida en una determinada época, lleva incorporados. Y se preguntarán ¿cómo se hace para meter política social a mediados del XIX? Pues fácil, a la vez que avanza la historia de la pasión trágica, también avanza el tiempo en el que se desarrolla, de manera que al final nos encontramos en pleno siglo XXI, en la noche del día de un partido mundialista de la selección española. Noche en la que Carmen muere entre vítores a La Roja.

Será que la crisis ha llegado, con el mismo golpe seco que el frío, a este teatro porque dos talentos unidos como los de Álamo y Zurro no han sido capaces de sacar adelante esta versión del mito. Pero este fracaso lo deben compartir con el elenco que anoche se subió al Lope. Tanto Jorge Lora como María José Castañeda dibujan a un don José y una Carmen sin dobleces ni gracia; en ningún momento sentí una mínima pasión, un mínimo reconocimiento con lo que estaba viendo sobre las tablas. Y ése es el problema; no hay aquí ninguna emoción, ninguna fuerza, sólo una versión larguísima, llena de tiempos muertos indescriptibles y gritos fuera del decoro, y actuaciones blandísimas.

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