Ignacio Tovar: esencia y hondura

Ignacio Tovar: esencia y hondura
Ignacio Tovar: esencia y hondura

28 de marzo 2011 - 05:00

Ignacio Tovar (Castilleja de la Cuesta, 1947) es un artista especial y fuera de lo común, una de esas pocas personas clarividentes que derrocha virtudes imprescindibles sin presumir de nada y haciendo el mínimo ruido. Lleva 40 años volcado en la pintura sin haber perdido un ápice de entusiasmo y esforzándose día a día por aprender y hacer una obra cada vez mejor, entendiendo que cada cuadro que afronta es necesario para llegar al siguiente y sabiendo que ninguno de los que ha realizado hasta ahora es más importante que otro, sino que todos forman parte de una sucesión inacabable que lo definen y constituyen como creador. Su trabajo, que desarrolla con suma concentración en el estudio horas y horas seguidas, no consiste más que en construir pasito a pasito un camino sin pretender alcanzar ninguna meta, sino dejando que la obra avance progresivamente a través de pequeños cambios inapreciables que sumados en continuidad se convierten en detalles significantes.

La exposición que presenta en la galería Rafael Ortiz muestra al público piezas de 2007 hasta hoy, una selección titulada Bajabas descalza a abrirme que reúne lo producido en este periodo, un lapso que coincide con el tiempo transcurrido desde su última individual en Madrid. Perteneciente a una generación de artistas abstractos que se dio a conocer en la ciudad en los años 70, su trayectoria ha ido progresando de manera sólida y congruente sin grandes revoluciones ni altibajos. Desde que comenzara, el objetivo de su trabajo ha sido crear una atmósfera con la suficiente capacidad de sugestión como para que el espectador se sintiera atrapado por las insinuaciones que traza, una intención que sigue manteniendo con vigencia en esta muestra. En la sala, amplios cuadros de gesto prolongado y vigoroso se complementan con otros de muy pequeña escala, alternando en un diálogo provechoso grandes dípticos (Tomás Pavón, Fernando Terremoto I y II, Cual de los dos perdió más) y dos espectaculares trípticos ambos colocados en el piso superior (Hasta el morir, Bajabas descalza a abrirme) con otras telas minúsculas de la serie Fandango, que aun sin poseer la misma fuerza, mantienen su donaire sin desmerecer. Aunque las piezas evidencian vivos cromatismos y un gran dominio del color, Tovar no es un artista preocupado por la apariencia ni por las soluciones efectistas; de hecho, huye del esteticismo gratuito y opta más bien por lo contrario. Sus inquietudes tienen que ver con el proceso y el estudio pausado de la pintura, una profundización que sin renunciar a sus fundamentos y siendo cada vez más depurada, le permite comunicar más con menos y de modo más intenso.

Si en un primer momento estos trabajos tomaron como referencia las ondas y sinuosidades del agua en movimiento (serie Islas y Aguas), esos motivos iniciales de hace una década han evolucionado hasta prácticamente desaparecer y convertirse sólo en un símbolo. En este último grupo que ahora se exhibe contemplamos apenas un único flujo de corriente que avanza de manera firme, creando una suave curvatura cada vez más pronunciada. Es como si observásemos en aumento zonas aisladas de obras precedentes, donde al reducir la amplitud de cobertura el ritmo de las rayas apareciera más uniforme y menos variado. Con el transcurso de los años las líneas se han vuelto más verticales y perpendiculares, e incluso en algunos cuadros -caso de En mitad del camino-, se giran sobre sí mismas hasta completar una media circunferencia que asemeja una especie de remolino. Las telas aparecen mucho más controladas que anteriormente, donde el artista añadía a menudo elementos imprevisibles a los que ha ido renunciando paulatinamente en pos de lo sustancial. Sus pinturas actuales son más enérgicas y densas, un viaje hacia lo esencial que viene a demostrar que con el paso del tiempo a la par que va dominando el espacio y extractando su lenguaje, Tovar se ha ido volviendo más conciso y sencillo en lo que hace.

Siempre cercano a los creadores jóvenes y dispuesto a compartir con ellos su experiencia, Ignacio es un ejemplo del que todos debemos aprender tanto en lo artístico como en lo personal. Por su conocimiento y sentido común, por su actitud desinteresada y humildad, por su capacidad de empatía y saber escuchar, por su generosidad y disposición, por su prudencia y sabio juicio... Simplemente: gracias maestro.

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