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rafael / sánchez Saus

Peter Angelina

PETER Angelina tiene nombre de protagonista de cuento infantil de Navidad, de personaje publicitario en estos días de los que nuestro tiempo quiere adueñarse a base de luces, anuncios vulgares o sofisticados, cosas y más cosas cuando la sola palabra de Adviento los evoca y llena. Peter Angelina podría ciertamente ser un improbable ángel urbano, tal vez ese televisivo vendedor de lotería que parece compendiar todo lo que hoy queremos saber y somos capaces de imaginar sobre la esperanza. Pero Peter Angelina no es una ficción ni un nombre, es un hombre de carne y hueso, un negro de los que venden pañuelos en un semáforo del popular y sevillano barrio del Tardón, el mismo del que salió hace ya muchos años, casi una niña, la Isabel Pantoja que hoy salda cuentas propias y ajenas en la cárcel de Alcalá de Guadaíra por coger lo que no era suyo.

Peter Angelina -¿quién podría suponerlo al verlo junto al semáforo?- es médico licenciado en la nigeriana Universidad de Lagos, estudiante ya avanzado de Medicina en la de Sevilla para conseguir un título habilitante en España, incluso profesor de inglés un tiempo, pero ahora se gana la vida y se paga los estudios como puede a base de sonreír y pedir, pedir y sonreír cada pocos minutos a automovilistas aburridos e indiferentes. Como les supongo informados del lance que lo ha convertido en noticia, ahorro detalles: hace unos días, observa que de un coche cae accidentalmente una cartera que él entrega inmediatamente a la Policía. En su interior, nada menos que 3.150 euros en efectivo y 13.000 más en cheques que pronto encuentran a su propietario. ¿Cuántas cajas de pañuelos habrá que colocar, cuántas heladoras mañanitas de semáforo habrá que sufrir para ganar sólo la centésima parte? Pero esas no son las cuentas de Peter Angelina.

Peter Angelina es Pedro para todos en el Tardón. Dice la crónica de la que bebo que se ríe pudoroso ante los vecinos por el revuelo de cámaras y periodistas que hoy acompaña a toda historia, vergonzosa o ejemplar. Todos le conocen en el barrio porque desde hace nueve años ayuda a misa en la parroquia y, claro, eso llama la atención. Dicen que es muy religioso. Le preguntan por qué es tan bueno, pero él dice con esa sabiduría humilde que es negada a doctos y a ricos que él no es bueno, que bueno sólo es Dios. No, Pedro, también tú lo eres y, por ti, un poco nosotros.

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