La ciudad y los días

Carlos Colón

Cátedra Casa Morales

EL año en que Casa Morales abrió sus puertas en la esquina de García de Vinuesa, entonces calle de la Mar porque aún faltaban nueve años para que el liberal caballero que le dio nombre lograra fama como alcalde, Wagner estrenaba Lohengrin en Weimar, Dickens publicaba David Copperfield en Londres y Robert Louis Stevenson nacía en Edimburgo. En Sevilla hacía sólo seis años que se habían abierto las plazas del Museo y la Magdalena, se estaba ultimando la Plaza Nueva sobre el solar del recién derribado Convento Casa Grande de San Francisco, aún no se había inaugurado el puente de Triana, se ultimaban las obras del teatro San Fernando y faltaban tres años para que se iniciaran las obras del cementerio de San Fernando (toca madera de mostrador de taberna) y para que las calles se alumbraran con farolas de gas: en aquellos días los arquitectos Balbino Marrón y Ángel de Ayala creaban la ciudad decimonónica, iniciando las aperturas y reformas que ochenta años después rematarían sus colegas regionalistas con deliciosa arquitectura de repostería quinteriana.

Porque corría el año 1850 cuando Casa Morales abrió sus puertas para que los sevillanos alumbraran sus alegrías, ahogaran sus penas, desataran sus lenguas, afilaran su ingenio y tontearan con las musas. 158 años han pasado desde que Leocadio Morales Prieto dejó de ir y venir de su Valdepeñas natal a Sevilla para vender a granel sus vinos, abriendo su taberna en la misma esquina en que hoy felizmente vive. Un milagro: ¿qué comercio dura en Sevilla más de siglo y medio? Casa Morales, el Rinconcillo, la Papelería Ferrer y, por desgracia, pocos más.

A este milagro de supervivencia Casa Morales está acabando de sumar otro: su rehabilitación respetuosa para con sus 158 años de historia. Desde el interior con sus tinajas gigantes hasta los rótulos exteriores pintados sobre madera esta taberna sevillana ha logrado hacer lo que nuestras autoridades ni pueden ni quieren: adecuar al presente sin destruir el pasado, reformar lo necesario sin borrar lo esencial, mejorar sin desfigurar, poner al día sin falsear. Es a esto, y no a lo que se ha hecho y se está haciendo en Sevilla, a lo que se llama restaurar y rehabilitar.

Por eso propongo que, al igual que por sus polifónicos méritos Cristóbal de Morales dio nombre a la cátedra de música que dirigió don Enrique Sánchez Pedrote, se cree para la restauración la Cátedra Casa Morales en homenaje a la familia que, desde don Leocadio hasta su bisnieta Reyes que dejó la botica por la taberna, tanta fidelidad a su negocio, tanto amor a Sevilla y tan buen gusto ha demostrado.

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