Calle Rioja

Mozart, Haendel y Morricone: un regalo para todos los oídos

  • Función solemne. La música de 'La Misión' remató el repertorio musical de la Coral Santísimo Cristo de San Agustín en la iglesia de Ómnium Sanctórum.

Sólo faltaban Jeremy Irons y Robert de Niro. La Coral Santísimo Cristo de San Agustín remató su repertorio musical en la función solemne por la Virgen de Todos los Santos de Ómium Sanctórum con la música que Ennio Morricone compuso para la película La Misión.

Todavía quedan visibles los esplendores del último domingo en las seis banderolas que penden de la torre de la iglesia de la calle Feria, incluido el pendón verde con las tres medias lunas. El mismo que enarbolaban los vecinos de esta calle en las revueltas contra la carestía del pan y otras demandas sociales, una de ellas, el motín de la Cruz Verde, documentado en un libro por Antonio Domínguez Ortiz. También está el cordero, símbolo del Apocalipsis.

Era el tercer año consecutivo que esta coral, nacida en el entorno de la iglesia de San Roque, actuaba en Ómnium Sanctórum. La fundaron Miguel Ángel Rodríguez Villacorta, que la dirigió, y María Dolores Segura, vecina del barrio, profesora de Canto en el Conservatorio y organista que en la función hizo las veces de soprano-solista, además de ser la autora de Quién como tú, un tema dedicado a la Virgen María que sonó en el momento de la comunión.

Hora y media de misa dominical con un repertorio musical digno del más exigente de los auditorios: la coral número 9 del Mesías de Haendel, la misa de la Coronación de Mozart, el Aleluya del Mesías de propio Haendel, unas coplas a la Virgen compuestas por Solís, el Ave María de la Cavalleria Rusticana, ópera de Mascagni que Coppola incorporó a la escena crucial de la última entrega de El Padrino, y la música de Morricone que nos devolvía a la presencia del compositor italiano en los Encuentros de Música de Cine.

David Rojas, clarinetista de la Sinfónica, David Biedma con el violín, Daniel Plata con el chelo y Emilio Bautista al órgano también formaban parte de la coral en esta función con la iglesia completamente abarrotada, horas antes de que la Virgen de Todos los Santos saliera por las calles del barrio. "Hay que agradecerle al párroco de Ómnium Sanctórum que le guste este tipo de música", dice María Dolores Segura, "hay iglesias donde esa música la rechazan, creen que la ópera va contra la liturgia".

El evangelista Mateo tuvo los mejores aliados: la música excelsa de Mozart y Haendel interpretada por estos músicos sevillanos que han actuado en muchas iglesias de la ciudad. Una parte de ellos participan mañana en una misa fúnebre y el 18 de diciembre estarán con la feligresía de la iglesia de San Roque, su cuartel general. "Hay músicos que le llaman a este tipo de actuaciones bolos, como un compromiso", dice la profesora de Canto, "nosotros somos profesionales, y disfrutamos con este tipo de cosas. El público de misa en Sevilla es muy entendido, muy agradecido".

Música y letra unidas en la mañana del domingo de la calle Feria. Entre las lecturas, el Libro de la Sabiduría. El que madruga para encontrarla, no se cansa: lo espera sentada en la puerta. "Es un alegato contra la cultura helenística", dice Pedro Juan Álvarez Barrera, párroco de Ómnium Sanctórum. "A la chita callando, fue la única cultura que estuvo a punto de acabar con el monoteísmo y con la fe del pueblo judío. Mucho más que los babilonios, que los deportaron, los asirios, que les cortaban la cabeza, o los romanos, que los crucificaban".

Todas las hermandades unidas a esta iglesia del siglo XIII, antigua capilla de los Cervantes, estaban representadas en la solemne función. Entre la feligresía, una historia de Chesterton. Como todos los domingos, poco antes de las doce, el yerno, que no es practicante, acude con su suegro a la iglesia. Lo deja en uno de los bancos más próximos al altar para que oiga bien la homilía y las músicas de Mozart y Haendel y luego volverá para llevarlo a tomar la comunión. El acompañante salía del templo, compraba el periódico, daba una vuelta y se tomaba una cerveza. Como la misa duró mucho más de lo normal, cada vez que el yerno entraba, informaba de un nuevo gol del Madrid al Osasuna. Era Cristiano, pero de Ronaldo. Cuando empezaron a sonar los compases de La Misión, se quedó hasta el final de la misa. Atrapado por esa teología de las emociones, misión imposible.

Es la calle Feria en todo su apogeo y majestad. La misma que Alfonso Guerra visitó en los inicios de la campaña electoral y por la que ayer pasaban en bicicleta los candidatos de Equo. La misma en la que Marcelo Culasso celebra con sus clientes los veinte años de enmarcar regalos y recuerdos. El marco era incomparable. Al cura le gusta más el latín que el griego. Equo es palabra latina, hacían muy bien los partidarios del empleo verde en recorrer la Alameda en bicicleta: quedarán ex-aequo.

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