"Solivianta que se hagan redadas en comedores sociales mientras el sistema favorece a los corruptos"

María Isabel Mora · Son y están

En las fronteras sociales de la ley, el orden y la exclusión, en la incómoda marginalidad donde la seguridad, la justicia, la libertad y la moral andan en permanente conflicto, se mueve en Sevilla desde hace 20 años esta abogada cuya conciencia le impulsa a asumir un rol que ha de jugarse en toda sociedad democrática.

María Isabel Mora, onubense de nacimiento y sevillana de residencia desde 1989, en la sede central de la asocación fundada en 1991 por Diamantino García.
María Isabel Mora, onubense de nacimiento y sevillana de residencia desde 1989, en la sede central de la asocación fundada en 1991 por Diamantino García.

15 de enero 2012 - 05:03

SON pocas las jornadas en que su teléfono móvil no está operativo para atender a personas en apuros, ya sea un domingo por la noche o un festivo por la mañana, que buscan el amparo de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH), de la que es coordinadora desde hace tres años. Un follón en un núcleo chabolista, un inmigrante detenido, el familiar de un enfermo mental que pide ayuda, los malos tratos a una mujer, el niño que no aparece, etc. "Son asuntos de atención inmediata que no admiten esperar al día siguiente. Es mi vocación y lo hago sin cobrar. A esto quería dedicar mi vida. Por la mañana tengo un empleo con sueldo, y gracias a ello puedo dedicarme a lo que realmente me gusta, el ejercicio de la abogacía para defender los derechos humanos. Aunque sean temas duros y desagradables".

Maribel Mora nació en Huelva hace 40 años. De padre ingeniero técnico y madre ama de casa, es la mayor de tres hermanas, por este orden abogada, informática e ingeniera industrial. Todas se afincaron en Sevilla tras pasar por la Universidad Hispalense. Nuestra entrevistada llegó en 1989. Casi siempre ha vivido en Triana, ahora lo hace en la Macarena. En su labor de voluntariado como letrada, ahora se dedica sobre todo al derecho penal y penitenciario, también ha llevado temas de familia, menores, mercantil y civil.

-¿Cómo funciona la asociación?

-Somos personas de espíritu inconformista, capaces de ser hormiguitas para ver a largo plazo el fruto de nuestro trabajo. Todos voluntarios sin sueldo, salvo algunas personas para labores de administración. En Andalucía somos más de mil socios, de los que unos cuatrocientos son de Sevilla. Nos organizamos en grupos para la infravivienda, el chabolismo, los inmigrantes, la prostitución, la educación para la paz, etc.

-¿Qué le impulsó a volcarse en la defensa de los derechos humanos en nuestra tierra?

-Siempre he sido muy sensible a la injusticia social, a la cantidad de gente que vive en barrios marginados, a quienes trabajan con los excluidos. En la Universidad, un compañero de Derecho me dio a conocer esta asociación, me gustó porque coincidía con mi forma de hacer los cambios sociales. Desde 1996 estoy vinculado a ella. En la carrera me especialicé en temas penitenciarios. Y, cuando entré en el turno de oficio, descubrir la realidad de la cárcel me impresionó.

-¿Qué descubrió?

-Que entre rejas solo están los marginados, los excluidos y los abandonados. Que la reinserción es prácticamente imposible. Se te caen los velos que nos venden. Cuando trabajas con las familias de reclusos, corroboras el grandísimo quebranto que supone la cárcel para personas de vida desgraciada que no van a salir de esa dinámica. Y se consagran mentiras desde la propaganda oficial para crear miedo y vender que se toman medidas. España tiene a la vez una de las tasas europeas más bajas de delincuencia y la más alta de encarcelamiento. La gente cree que la mayoría de los delincuentes son puestos continuamente en libertad. Eso no es la tendencia imperante, y casi todos cumplen largas condenas.

-¿También asume el punto de vista de las víctimas del recluso?

-Por supuesto. Vivo de la abogacía. La víctima es una de las grandes olvidadas del sistema judicial. Y la cárcel no soluciona el conflicto con la víctima. Se utiliza para tapar el miedo de la gente, para fomentar los instintos de venganza.

-¿Cuál es hoy en día en la APDH la impronta de Diamantino García, su fundador?

-Sigue latiendo su estilo de trabajar por los derechos humanos en la calle, con la gente, no desde un plano abstracto. Y darles voz.

-¿Todos los excluidos quieren dejar de serlo, o algunos prefieren vivir fuera del sistema de convivencia normalizada?

-Si te limitas a darles una vivienda, y no haces con ellos (y con los vecinos) una intensa labor de trabajo social, no los integras. El plan andaluz de erradicación del chabolismo ha sido un fracaso.

-¿Cómo están viviendo los inmigrantes bajo la crisis en Sevilla?

-Cada vez peor. Crece el miedo a ellos y el racismo contra ellos. Se sienten más inseguros. Cada vez hay más controles de identidad basados en el perfil racial, lo que nuestra legislación no permite. En sus barrios, cada vez hay más redadas ilegales para cazarles y expulsarles. No sólo en la calle. También en los locutorios, en sus lugares de reunión, hasta en los centros sociales (como en la instalación deportiva de San Jerónimo), e incluso en los comedores sociales donde van a quitarse el hambre. Es una práctica común en el Pumarejo. Cáritas lo ha denunciado varias veces. Es una vergüenza. No hay derecho a que haya colectivos echándoles una mano, porque sin trabajo no pueden mantener el permiso de residencia, y la Policía acude a esos lugares para detenerlos y expulsarlos. Es una aberración que los inmigrantes solo interesen como objetos a nuestro servicio para trabajar en lo que nos convenga. Los cambios legales en España van a ir encaminados a poner trabas a sus reagrupamientos familiares.

-¿Logran ustedes evitar alguna de esas expulsiones?

-Es casi imposible. Lo conseguimos con el caso de un joven africano que fue detenido, y agredido por la Policía, junto al Nervión Plaza cuando se ganaba la vida con el top manta. Un caso en el que los sevillanos reaccionaron muy bien defendiendo al débil. Nosotros atendemos en la cárcel a quienes son condenados por manteros, nos parece injusto. Queremos que se modifique el Código Penal.

-¿La dureza de la crisis conciencia a los sevillanos sobre sus derechos a la vivienda y al trabajo?

-El movimiento 15M ha conseguido aglutinar a muchos ciudadanos que carecían de conciencia política sobre las perversiones del capitalismo y la degeneración de la democracia. Pero es un movimiento complejo y heterogéneo, fuera de las estructuras habituales para hacer política, en el que se trabaja de modo horizontal, y que tardará tiempo en concretar una base común. Nosotros, como asociación, somos una de las que se ha sumado a esa plataforma, donde construir planteamientos de resistencia de abajo arriba lleva mucho tiempo.

-¿Aprecia riesgo de que el 15M sea instrumentalizado por quienes lideran siglas políticas?

-El riesgo existe, pero percibo en las asambleas una obsesión por evitar la aparición de banderas y de siglas. Se tiene conciencia de que representan estructuras que no han funcionado. El problema de verdad lo tiene la izquierda política, ha de asimilar cómo la ciudadanía se plantea hacer política de forma diferente a sus métodos de organización y a sus planteamientos.

-¿Tendrá consecuencias la indignación por los casos de corrupción a muy alto nivel político?

-Uno de los mayores problemas de este sistema es cómo ha ido llevando la riqueza a unos y no a otros. Y cómo unos se están aprovechando de los otros. A nuestra sede llegan cada vez más familias desesperadas porque pierden los trabajos y los pisos, piden ayuda para pagar la luz y para evitar el desahucio. Ves cómo a esas personas se les aplica con dureza la ley hipotecaria, mientras en las noticias nos indigna saber cómo algunos privilegiados se saltan las leyes sin problema alguno y viven de la corrupción. Solivianta que se hagan redadas en comedores sociales mientras que el sistema favorece a los corruptos.

-¿La campaña del Ayuntamiento de Sevilla contra la prostitución es efectiva?

-No, el objetivo es quitar la prostitución de las calles de algunos barrios, alejarla hacia lugares inhóspitos donde las prostitutas están aún más expuestas y sufren más abusos de las mafias. Pasan de un escenario malo a otro peor.

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