Ni el Cruel ni el Justiciero

calle rioja

Historia. El medievalista Manuel García Fernández sitúa en su contexto a Pedro I, de la trilogía de reyes sevillanos, junto a Fernando III y Alfonso X, que reinó entre 1350 a 1369.

Ni el Cruel ni el Justiciero
Ni el Cruel ni el Justiciero
Francisco Correal

24 de enero 2013 - 01:00

FORMA parte de la trilogía de reyes sevillanos, pero en el reparto de la fama fue el más perjudicado: Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio, Pedro I el Cruel o el Justiciero, según los casos. "Ni cruel ni justiciero, un rey de su tiempo, el siglo XIV, tiempo de incertidumbres, de hambrunas y epidemias, de crisis económica y de valores, como nuestro siglo".

La reivindicación corre a cargo de Manuel García Fernández, catedrático de Historia, medievalista, uno de los máximos especialistas en ese siglo XIV en el que entre 1350 y 1369 reinó Pedro I. Y lo reivindica esta tarde en Carmona, el último reducto de sus fieles. "Allí tenía lo que más quería, sus tesoros, porque era un rey muy avaricioso, y sus hijas".

Pese a esa mala fama, la ciudad está llena del legado de este monarca paradójico, martillo de nobles, "defensor de los más débiles, de los judíos y de los moros". Está en la cripta real de la catedral donde quiso que lo enterraran; en el monasterio de San Clemente donde está enterrada su madre, María de Portugal, esposa de Alfonso XI, el rey que la repudió, y que el mismo año 1334 vio cómo su amante, la sevillana Leonor de Guzmán, daba a luz a los gemelos Enrique y Fadrique.

Hay pocos personajes en la historia universal con una trayectoria tan truculenta. Pedro I el Cruel mató en el Alcázar a su hermanastro Fadrique "y después se puso a comer delante de su cadáver"; la venganza le llegó cuando su otro hermanastro, Enrique de Trastamara, le dio muerte en la batalla de Montiel.

Dice García Fernández que Fernando III reconquista Sevilla, Alfonso X la dota económicamente y Pedro I la engrandece con el Alcázar, fortaleza subtitulada como del rey don Pedro. El tenido por cruel creó espacios que invitan al susurro y la confidencia como el patio de la Montería o el salón de las Doncellas. Está hasta su legado inmaterial: una de las leyendas está presente en el callejero, calle Cabeza del Rey don Pedro; y una de sus dos amantes, María de Padilla, tiene una calle en Sevilla. "Curiosamente, es la que da a la Facultad de Historia", dice García. A esta amante la cortejaba en el Alcázar y a la otra, Aldonza Coronel, hermana de María Coronel, en la tore del Oro. Con la primera tuvo a sus hijas Beatriz y Constanza, que a la muerte de su padre no sufrieron la revancha de su gran adversario. "Enrique II les propició matrimonios muy ventajosos con príncipes ingleses".

La crueldad de Pedro I le debe mucho, según este medievalista, al cronista Pedro López de Ayala, afecto a Enrique de Trastamara. "Lo describió cojo y malhecho, cuando en realidad era alto, rubio y de ojos azules". El sexto centenario de su reinado coincidió con el apogeo del franquismo, entre el final de la posguerra y el desarrollismo. "No era políticamente correcto reivindicarlo. Eran más manejables para el Régimen los Reyes Católicos. En esos años, eso sí, se estudiaron sus restos mortales".

Fue Felipe II, después de una visita a Sevilla, el que prohibió expresamente que se siguiera utilizando el apelativo de Cruel para este monarca, sustituyéndolo por el de Justiciero. Ha convivido, rey bifronte, con los dos epítetos. Los dos lados del tiempo tremendo que le tocó vivir.

El profesor García Fernández hablará hoy de este rey en la Sala Cultural Antigua Capilla del hospitan san Pedro de Carmona (20:00), en un ciclo de conferencias que hace seis años inició Manuel González Jiménez, medievalista nacido en Carmona.

Pedro I y su hermanastro Enrique pleitearon hasta en las alianzas. "Don Pedro estuvo en la Gascuña francesa buscando ayuda, y la encontró en el Príncipe Negro, Eduardo de Gales. Enrique de Trastamara, por su parte, obtuvo el apoyo de la llamada Compañía Blanca, mercenarios franceses que estaban al mando de Beltrán Duguesclin".

A los reyes de la trilogía, tan sevillanos, les une su cuna castellana: Fernando III nace en Zamora; Alfonso X, en Toledo; Pedro I, en Burgos, mientras que sus hermanastros sí nacieron en Sevilla. "Lo marcó su infancia, abandonado a su suerte igual que su madre por su padre, Alfonso XI". El rey que pasó a los manuales de Historia por la conquista de Algeciras y por la batalla del Salado.

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