Los dos Machados de Cózar

calle rioja

Gratitud. El Ateneo rindió un emotivo homenaje a la memoria viva de Rafael de Cózar en el que Andrés Sorel evocó cuatro décadas de amistad desde su vuelta del exilio parisino.

Los dos Machados de Cózar
Los dos Machados de Cózar
Francisco Correal

28 de enero 2015 - 01:00

DOS libros dedicados a Conchita Sievert, la mujer que le dio la vida. Dos libros salvados del fuego, como el Boudu salvado de las aguas de la película de Jean Renoir, cuando el fuego se llevó la vida de Rafael de Cózar (Tetuán, 1951; Bormujos, 2014), aquella vida que llegó pletórica en la primavera del Protectorado, albricias de Conchita Sievert.

Cuando los bomberos lo autorizaron, los familiares de Rafael intentaron rescatar parte del patrimonio libresco del escritor. Natalia Turrión, su esposa desde 1991, la madre de Ana (1994), que ha vuelto a Londres, rescató una curiosa antología poética con algún poema para ella. Un libro editado en Palma de Mallorca con una errata que ahora resulta providencial: el autor consta como Rafael de Cozán.

El otro libro, chamuscado en la portada y en los bordes, lo rescató de las garras del artero dragón Álvaro Turrión, cuñado del escritor. Un ejemplar de Ojos de Uva, esa maravilla que le editó Ángel Leyva en Lautaro y presentó con otro poemario de Manuel Mantero en 1988 en La Carbonería. Los dos libros tenían en común la dedicatoria autógrafa del escritor a su progenitora, luz de sus días.

La historia la contaron Natalia y Álvaro al final del emotivo homenaje que el Ateneo rindió a la vida y la obra, nunca mejor dicho, de Rafael de Cózar. A todos les concernía la vida, su obra maestra, de Rafael: marido de Natalia, cuñado de Álvaro, hermano de Ramón, que vino desde Cádiz a la calle Orfila, profesor de un hijo del presidente del Ateneo, compañero de departamento de su antiguo alumno José Vallecillo, que preside la sección de Literatura de la institución; cómplice de proyectos con Miguel Cruz Giráldez, casi siempre a su lado en el orden alfabético del tramo nominal de los apellidos; compartiendo despacho con Rogelio Reyes; compartiendo viajes, aventuras, hasta tres continentes, risas, lágrimas, miedos, con Andrés Sorel; regalándole titulares, primicias de inocencia, a este su amigo el cronista.

Rogelio Reyes y Andrés Sorel se fundieron en un abrazo cozariano. Dos reyes magos y Rafael el tercero. "Rafael sin Nombre y de Cózar, trovador", escribía Carlos Edmundo de Ory, su afrancesado favorito, en la introducción del libro Nueva Poesía 1: Cádiz que le publicó Sorel en la colección Guernica. Un abrazo aparentemente asimétrico entre el académico y el revolucionario, el reglado y el bohemio. Para Cózar, eso era pura apariencia.

Había dos Cózar, como si se hubiera metido en vena a los dos Machados: uno festero, dionisíaco, expansivo, como Manuel Machado, que hacía trío epifánico con otros dos reyes magos llamados Arturo Pérez-Reverte y Juan Eslava Galán. Andrés Sorel, que es de Segovia, retrató al Antonio Machado de Soria, Estos días azules, este sol de la infancia, que vivía dentro de su amigo, al que conoce al volver del exilio parisino en 1975 en La Carbonería hoy sin Paco Lira. Un Cózar, lo recordó Sorel, de insomnios, de miedo a la muerte. Un Cózar, apuntó Rogelio Reyes, puntual, riguroso.

Habrá un sitio para Rafael de Cózar en las Memorias políticas y humanas que por encargo de Planeta tiene que terminar Sorel en junio. Un catálogo de revoluciones perdidas en el que aparecerán viajes juntos a Xauen o Zahara de los Atunes. Natalia Turrión ha vuelto a la primera casa que tuvo Cózar en propiedad en Sevilla, el piso de la calle Imaginero Castillo Lastrucci, perpendicular a San Vicente. La misma dirección que aparecía en el Diccionario de Autores que en 1988, el año que conoció a Natalia, coordinó su amigo Andrés Sorel.

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