"Vine en barco con mis niños huyendo de la dictadura"

los invisibles

Ana María de Guadalupe Tempestini. Llegó escapando de la represión argentina poco después del 23-F. Se jubila tras 35 ediciones al frente de la Feria Internacional del Títere

Francisco Correal

30 de mayo 2015 - 01:00

LA Municipalidad de Rosario nombra hoy a Alcides Moreno artista distinguido de esa ciudad argentina. Fue maestro, mentor y padre de los hijos de Guadalupe Tempestini (1948, Acebal, Santa Fe, Argentina), que se jubila al frente de la Feria Internacional del Títere de Sevilla, que fundó con su pareja hace 35 años.

-¿Por qué eligen Sevilla?

-Los dos trabajábamos en Argentina, yo era profesora de Antropología, llegó la dictadura y renunciamos a nuestros trabajos. A Alcides le aplicaron la ley de Prescindibilidad. Había que salir. Nuestro exilio no era económico, sino político. Mandé cartas a Suecia, Brasil y España, de donde nos contestaron primero.

-¿Qué idea tenía de su destino?

-Ninguna. Primero se vino Alcides. Venía huyendo de una dictadura y estaba en El Corte Inglés de Valencia cuando el golpe de Tejero. Le extrañó la caballerosidad de los hombres, todos acudiendo a recoger a sus mujeres. Yo me enteré en Rosario, en una reunión de la Unión Internacional de Marionetistas.

-¿Cómo se viene?

-En el último viaje del barco Eugenio C. Quince días de travesía, con nuestros hijos Bárbara, de cinco años, y Lucas, de tres. Con mi papá y mi mamá despidiéndonos en el puerto. Llegué en marzo de 1981, casi al final de la dictadura. En 1982 llegó Alfonsín.

-¿Qué España se encuentra?

-Llegamos al puerto de Barcelona. Fuimos a Valencia. Los titiriteros argentinos se habían repartido. Alberto Cabreiro estaba en Valencia, los Guiringueli en Madrid. En una furgoneta nos vinimos a Sevilla. Alquilamos un piso en la Macarena, era Semana Santa, me asomé al balcón y vi la centuria de los armaos. Le dije a Alcides que nos habíamos equivocado de siglo y de ciudad.

-¿Un exilio de ida y vuelta?

-Yo siempre pensaba en volverme a mi país. Alcides no quería, rompió con Argentina y decía que, como Cortés, había quemado las naves. Yo había dejado allí a Adelina y Juancito, mis padres. Me acostaba y me levantaba pensando en ellos.

-¿Qué encontró en Sevilla?

-Solidaridad y la mano tendida. Con el poco dinero que teníamos nos fuimos a Santa Eufemia, en Tomares. No había nada. Flores y los nenes jugando con las cabras. Sólo teníamos las máscaras, los títeres y baúles. Nuestros vecinos nos dieron una mesa, cuatro sillas y cortinas para el sol. Su familia se había tenido que exiliar a Argentina.

-¿A qué puerta llamaron?

-La primera fue la buena acogida con sus críticas y su apoyo de Julio Martínez Velasco, que había sido titiritero en su juventud. Fuimos con el proyecto de la Feria del Títere a Chus Cantero y Pedro Álvarez-Ossorio, que dirigió las tres primeras ediciones.

-En 35 años ha sobrevivido a seis (o siete) alcaldes...

-No tengo más que palabras de gratitud para todos. Reconozco que soy muy pesada. Desde Ortiz Nuevo, el primero, hasta María del Mar Sánchez Estrella, la actual delegada de Cultura, siempre nos han apoyado. Pepe Hurtado puso la grada teleférica, Bernardo Bueno gestionó el teatro Alameda, Enriqueta Vila gestionó la insonorización y el aire acondicionado. No me quiero olvidar de José Luis Castro o Eduardo del Campo. Partimos de cero y este año hacemos 25 años del ciclo El Teatro en la Escuela.

-¿Se adaptó a la ciudad?

-A sus costumbres y su comida, enseguida. A sus códigos y sistema de relaciones me costó más. Ahora cuando voy a Argentina echo de menos esto. Ya no sé desayunar si no es una tostada con aceite y tomate.

-¿Tuvo pérdidas en la represión militar?

-Muchos amigos. Un ex novio, compañeros de carrera. Yo era de los argentinos que querían volver. Pero no podía separar a los chicos de su padre.

-¿Ya tiene sucesor?

-No lo sé. No sé nada y creo que no lo sabe nadie. El Teatro Alameda junto al Escalante de Valencia son las dos únicas salas especializadas en teatro para niños en toda España. El Escalante tiene muchísimo dinero y programación durante todo el año.

-¿Tienen alma los títeres?

-El titiritero es un tipo solidario que hace un trabajo muy solitario. No es tan narcisista como el actor, por eso se esconde detrás del muñeco. Hay un dicho japonés: maldito aquel que es capaz de ver los hilos de la marioneta. Se puede hacer títeres con una cerilla, con una flor, con las manos. En psicodrama se utiliza mucho. El enfermo mental le habla más al títere que al médico y esa información le resulta muy válida al psiquiatra.

-¿Qué piensa en el adiós?

-Mi mamá era muy devota de la Virgen del Carmen. Hice la comunión el día del Carmen, 16 de julio, que en Argentina es pleno invierno, en un pueblito que se llama Carmen del Sauce. Aquella niña que estudió en un colegio para señoritas de las monjas salió agnóstica, mi mamá siempre me mandaba en la encomienda además de panattones y dulces de leche, medallas de la Virgen. Y mi despacho está junto a la capillita del Carmen de Calatrava.

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