"Cuando recibí la llamada del médico se me quitaron todos los dolores"

Tres trasplantados relatan sus experiencias y agradecen a los donantes su solidaridad

M. O.

29 de agosto 2015 - 05:03

"Tres días en semana vivía enchufado a una máquina. Perdía toda la mañana en la diálisis y apenas podía comer ni beber". Con estas palabras Cipriano Domínguez describe la agonía que sentía a los 21 años, cuando le detectaron una enfermedad renal. Diez años después, Domínguez, natural de Huelva, ha recuperado su calidad de vida.

Hace dos meses fue intervenido en el Virgen del Rocío. Siendo un veinteañero tuvo que dejar su trabajo de albañil, incompatible con su salud y con sus visitas al hospital: "La ambulancia me recogía a las cinco de la mañana y hasta las dos de la tarde no regresaba a mi casa".

Su riñón procede de un trasplante cruzado, entre el órgano de su hermana y el de otro donante. Este procedimiento consiste en el intercambio entre dos parejas en las que existe compatibilidad cruzada. Domínguez asegura que tras la operación su hermana "está perfecta" y él desea finalizar su reposo para poder hacer lo que más le gusta: montar a caballo.

La solidaridad de la hermana de Domínguez y la del donante cruzado es por la que aboga el presidente de la Asociación de Trasplantados Hepáticos Ciudad de la Giralda, Manuel López, cuya vida dio un giro radical en 2009. Hace poco más de seis años, López se sometió a un trasplante de hígado y hoy, desde su asociación, lucha por mentalizar a los jóvenes de la importancia de cuidarse: "Aunque a algunos la enfermedad le llega sin motivo alguno, la de muchos otros es consecuencia del abuso del alcohol", reconoce. López, de 68 años, cuenta que la enfermedad y su operación provocaron que ahora sea más consciente de llevar una vida sana. "Lo hago también por respeto al donante y a la sanidad pública", apostilla.

De disfrutar de la vida pero con moderación sabe también Francisco Garrido. Con 43 años le detectaron una insuficiencia cardíaca y su salud fue deteriorándose conforme pasaba el tiempo. "Llegó un momento en el que me sentaba en la terraza y no me podía mover en todo el día. Me asfixiaba al subir por las escaleras", relata. Hace 10 años, a Garrido, que luchaba por cada respiro, le dieron menos de un mes de vida: "El médico me dijo que o aparecía un donante de corazón o no llegaba".

A los pocos días, una llamada del hospital lo sorprendió con su única oportunidad para vivir. "Me dijeron que me preparara y que me tomara un tranquilizante antes de ir al hospital", cuenta el trasplantado, quien no olvida ni un solo detalle de ese día. Apunta entre risas que a su hijo, que entonces tenía 16 años, se le cayeron los platos al suelo cuando recibió la noticia. Pero él no estaba nervioso. "Cuando escuché las palabras del doctor se me quitaron todos los dolores. Era la única carta que me quedaba por jugar", afirma con positividad, mientras disfruta del sol en la playa.

Al igual que López, Garrido preside la Asociación Trasplantados de Corazón Ciudad Híspalis. Todos los miércoles va al hospital a visitar a pacientes que sufren enfermedades cardíacas para animarlos y transmitirles que hay esperanza. "El donante me enseñó a ser solidario y ahora se lo agradezco, apreciando más la vida y disfrutando de cada momento", explica.

stats