"La demolición de la Biblioteca del Prado fue un disparate"

Una decena de proyectos de la Hispalense llevan la firma de Miguel González, arquitecto jefe de esta institución académica desde 1989 e investigador clave de la arquitectura inglesa en Huelva

El arquitecto Miguel González Vílchez, en su despacho de Los Remedios.
El arquitecto Miguel González Vílchez, en su despacho de Los Remedios.
Cristina Díaz

25 de julio 2016 - 05:03

Durante más de 25 años, Miguel González Vílchez (Granada, 1946) ha ejercido como arquitecto jefe de la Universidad de Sevilla, cargo que le ha permitido ejecutar importantes reformas en la estructura edificatoria de esta institución académica, caracterizada a lo largo de su historia por un crecimiento "aleatorio y casi improvisado", según apunta el propio arquitecto, en cuya carrera profesional también ha jugado un papel muy importante la provincia de Huelva y su arquitectura victoriana.

El Centro de Investigación, Tecnología e Innovación de la Universidad de Sevilla (Citius), en Reina Mercedes, lleva su firma, así como los edificios de las facultades de Fisioterapia y Podología, el polideportivo de la antigua Nave del Paraguas y la remodelación del Pabellón de Brasil, el mismo lugar en el que estudió Arquitectura en la década de los 60, cuando la carrera duraba ocho años, como mínimo. Fue durante este periodo, en su proyecto fin de carrera, cuando investigó sobre las diferentes remodelaciones que sufrió la Plaza del Cristo de Burgos a lo largo de su historia y su recuperación. Esta investigación pasó en un primer momento desapercibida, "quedando olvidada en las estanterías", pero años después ha sido recuperada y mencionada por otros investigadores en sus tesis doctorales y otras publicaciones, como Juan Luis Trillo y Alberto Oliver Carlos.

"El proyecto del que me siento más orgulloso es la Biblioteca General Rector Antonio Machado, en el Parque María Luisa", asegura el arquitecto, que se jubiló en 2015. Las obras de urbanización de este proyecto finalizaron en enero, pero la falta de financiación para su equipamiento lo mantiene cerrado aún. "Era un proyecto muy difícil en una parcela muy estrecha y larga, en el cual había que integrar una especie de galería para pasar del parque de María Luisa a la avenida de Eritaña, y así convertir el edificio en una especie de calle trasversal entre ambos puntos", anota. "También había que integrar y cohesionar, dentro del edificio, salas de estudio y de lectura para los alumnos, además de todo el fondo histórico de la Universidad, algo muy difícil en un edificio con plantas tan alargadas". El antiguo arquitecto de la Hispalense también destaca por su "envergadura arquitectónica y económica" el proyecto de las facultades de Derecho y Ciencias del Trabajo, en Pirotecnia, con un presupuesto de más de 40 millones de euros. "Recuperamos la parte más antigua del edificio y construimos los edificios nuevos apoyados en una falsa fachada metálica, manteniendo, asimismo, las fachadas de las antiguas viviendas militares que ya estaban antes de la llegada de la Universidad", explica. "Es como si fuera un fondo de un teatro. Sólo se conservaron las fachadas, con sus ventanas y balcones, y detrás se colocaron unas galerías por donde cruzan los alumnos para ir de un aula a otra". Éste no es el único proyecto que Miguel González Vílchez no vio concluir antes de su jubilación. El Plan Director de la antigua Fábrica de Tabacos es uno de los proyectos "más ambiciosos" que ha diseñado, y del que sólo se ha ejecutado aún el 15%, según anota el arquitecto. "El proyecto pretende recuperar la identidad perdida del edificio y eliminar todos los añadidos desafortunados realizados a lo largo de los años", explica González Vílchez en su despacho, situado en Los Remedios. "Su ejecución no ha sido posible por la falta de financiación, pero ahí está la hoja de ruta que se debe seguir cuando llegue el dinero. No hay que perder la esperanza".González Vílchez no intervino en el diseño de la nueva Escuela Politécnica, que se prevé instalar en Los Bermejales, ni en el edificio de la Biblioteca del Prado, obra de la israelí Zaha Hadid, pero sí fue miembro del jurado que seleccionó los proyectos ganadores.

"La demolición de la Biblioteca del Prado fue un disparate", señala cuando se le pregunta por el proyecto de Zaha Hadid, que compitió con las obras de otros arquitectos de renombre como Vázquez Consuegra o Cruz y Ortiz. "Fue una auténtica pena. Ese parque, que está muy desangelado, podía haberse convertido en un icono de Sevilla, el principal foco de la vida universitaria, en un nexo entre la sede académica y el campus Ramón y Cajal y Pirotecnia".

En el caso de la Politécnica, "no creo que haya un problema de seguridad, pero sí de masificación", apunta. "El número de alumnos hoy es muy superior al de hace quince años. Es un edificio muy antiguo, que se ha adaptado en todo lo posible pero que ya no puede resistir más. Es uno de los centros más necesarios", anota González, cuyo padre, Francisco González García, fue catedrático de Química Inorgánica y rector de la Hispalense entre 1978 y 1982.

González, sin embargo, evita hablar de otro tema polémico, el Centrius: "Yo no intervine absolutamente en nada del Centrius. Ni como jurado en la selección del proyecto. En ese momento yo estaba trabajando en la Biblioteca de Eritaña y en la Fábrica de Tabacos", matiza.

El arquitecto, por otro lado, mantiene una estrecha relación con Huelva, donde, en 1973, obtuvo una plaza en las oposiciones del Ministerio de Educación y Ciencia. Durante nueve años ejerció de profesor en el Politécnico, antiguamente adscrito a la Universidad de Sevilla. En este periodo también desarrolló un proyecto de análisis y construcción de colegios en la provincia de Huelva por encargo del Ministerio de Educación. Fue en esta época cuando decidió investigar la influencia de la arquitectura inglesa en Huelva, tema principal de su tesis doctoral. "Esta investigación me ha dado tantas satisfacciones como la Universidad. La huella que he dejado en Huelva y la que Huelva ha dejado en mí es una parte muy importante de mi vida", asegura. "Fui el primero que investigó sobre este tema, abrí camino". Su sello también está en el Museo de la Mina de Riotinto y en la Casa Museo de los Ingleses en Punta Umbría.

González Vílchez admite que su profesión se ha "desvirtuado" con los años: "Los arquitectos vivimos una época de esplendor con los llamados Pactos de la Moncloa (1977). Había trabajo para todos, aunque tampoco éramos tantos. Cuando me colegié en Huelva, yo era el número 11", recuerda. "Ser arquitecto te concedía un prestigio, nos sentíamos partícipes de la Historia, pero ahora el sector está saturado y se ha degradado la figura del arquitecto", apunta. "Vivimos malos tiempos para la arquitectura".

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