Las raíces de la devoción a la patrona

El apego de estos sevillanos con la Virgen de los Reyes se remonta, en muchos casos, a la infancia Recibieron como herencia de sus mayores el fervor a la Virgen y así también lo transmiten

Las raíces de la devoción a la patrona
Las raíces de la devoción a la patrona
Juan Parejo

14 de agosto 2016 - 05:03

Una devoción fraguada a lo largo de los siglos que se ha transmitido de padres a hijos y de abuelos a nietos. La ciudad vive con fervor los cultos anuales y la salida de la Virgen de los Reyes, su patrona principal. Son miles los sevillanos que regresan desde su lugar de vacaciones para ver a la Virgen apenas unos minutos, pedirle o darle las gracias y regresar de nuevo a descansar. Las raíces de la devoción hay que buscarlas desde la más tierna infancia. Y así se va transmitiendo. De mano en mano. De corazón en corazón.

Hay personas que, además, tienen la dicha de sentirse muy cerca de la patrona durante todo el año. Hablar de la Virgen de la Virgen de los Reyes es hacerlo de Dolores Gálvez Pedraja Lolina. Ella tiene el enorme privilegio de estar muy cerca de la Virgen y de las Hermanas de la Cruz, como camarera auxiliar que es junto a María Ángeles Hernández. Llegó a la asociación de la mano de su marido, Enrique, hace casi cuatro décadas, aunque su devoción es anterior: "Íbamos todas las semanas a la sabatina y empezamos a participar en todo. Enrique hacía las labores de mantenimiento, que allí no se llama priostía".

Lolina es testigo de excepción de la devoción de los sevillanos a su patrona. Ella se ha encargado siempre de presentar los niños a la Virgen y es portadora de muchas peticiones y súplicas. "No sé decirte lo que me entra cuando estoy delante de la Virgen". Como maestra bordadora que ha sido hace muchos años en el taller de Elena Caro, le ha hecho bastante ropa tanto a la Virgen como al Niño, que es su predilección. Ella, también cuida del ajuar y lo arregla cuando es necesario. "Le bordé unos zapatos celestes igual que el manto, que no tenía". Recuerda cuando el arzobispo emérito, el cardenal Amigo, permitió salir a las mujeres en la procesión. Hasta entonces sólo lo había hecho Enriqueta López Lozano como presidenta. "Veíamos la salida desde la casetilla de la Puerta de los Palos". Lolina sólo tiene palabras de elogio y cariño para los miembros de la asociación y para los canónigos. Habla con pasión del presidente, Antonio Ramos, de las dos María Ángeles, Marta, Reyes, Elena, Antonia, Federico... y, por supuesto, su hijo Jesús y su nieto Quique, que han heredado su amor a la Virgen.

Hay quien lleva la devoción asida a su nombre, como el sacerdote Francisco de los Reyes Rodríguez López, párroco de San Lorenzo. Su amor a la Virgen le viene de cuna, transmitido por su familia, tanto materna como paterna. Desde muy pequeño ha acudido siempre a la procesión, "el 15 de agosto había que estar siempre en Sevilla", y desde que se ordenó diácono en 1985 forma parte del cortejo.

También ha venido muchos años andando desde su Dos Hermanas natal: "Salíamos a las tres de la mañana de la parroquia de Santa María Magdalena. La Palmera se hacía interminable, pero la ilusión por ver a la Virgen podía con todo". A las 5:30 llegaban a la Catedral para escuchar la primera misa. Ahora es él quien la oficia. "La devoción a la Virgen de los Reyes es la devoción a la madre que se transmite entre generaciones". En el año 2008 tuvo el honor de predicar la novena. "Fue algo de lo más intenso de mi vida. La disfruté mucho".

Pocas personas pueden presumir de haber recibido la Primera Comunión ante la Virgen de los Reyes en la Capilla Real y en solitario. José Márquez es una de esas personas. Tenía que haber hecho la comunión en la Concepción, pero una caída desde el tranvía cuando iba a ver la Hermandad de San Bernardo hizo que se pospusiera. La devoción a la patrona se la transmitieron fundamentalmente sus tíos y padrinos, Carmen Márquez y José Pineda, que vivían en la calle Rodrigo Caro y siempre acudían a la sabatina y a la novena.

Los recuerdos de José Márquez son los de la capilla de don Ángel Urcelay, la imposición de la Medalla de la Ciudad en la Plaza Nueva, o la novena ante el altar de la Virgen de los Remedios en el Trascoro y organizada por los capellanes reales. Desde el año 1978, participa activamente y no ha faltado un sólo día. "Yo ejerzo de sochantre aunque no pueda tener el cargo porque soy seglar". Fue monseñor Amigo el que le encomendó esta tarea que ya ejercía extraoficialmente: "Yo me jubilé en 2001 con 60 años y don Carlos me dijo que lo hiciera de manera oficial. Hacemos el diario del canto". En la novena dirige los cantos de los fieles. Participó en la revisión del formulario de la novena por encargo de don Publio Escudero y la iniciativa de Amigo Vallejo para que le pusiera música a la cantiga que desde 1980 se rezaba. "Había que cantarla. Me dijo que me las apañara, ya que yo no era músico. Me acordé de la Cantiga 100 que tiene una música muy conocida y fácil". En la Virgen de los Reyes, José Márquez aúna sus dos pasiones: "En el canto litúrgico me encuentro con mi gran devoción a la Virgen María".

La familia Ramos está próxima a cumplir un siglo exornando el paso de la patrona. Empezó el abuelo, Manuel Ramos Almengual, tras hacerse cargo el puesto de flores del Mercado de la Encarnación en 1920. Continuó su hijo, José Ramos García, y ahora son sus hijos, Pepe y Manolo, quienes continúan con el trabajo. Ambos empezaron a acompañar al padre desde muy jóvenes. "Yo me quedaba dormido en la silla del cardenal", explica Pepe. De las madrugadas del 15 de agosto recuerdan las visitas del hermano Pablo, "siempre venía a partir de las 12 a vernos" y, cuando volvía a la casa de Valencina, ver cómo los peregrinos bajaban a Sevilla para ver a la Virgen.

El exorno apenas ha cambiado. "Se bajó la dimensión de los mazos", comenta Manolo. La Virgen siempre ha ido adornada con nardos y claveles. "En los claveles se fija poca gente". La manera de poner las flores ha cambiado a lo largo de los años. Antes salían poco tiempo antes de la primera misa. Ahora se tarda mucho menos. "Se tardaba más en poner los formeros que en pinchar las flores". La hija de Manolo, María, es la cuarta generación de los Ramitos que se ha incorporado a esta tarea.

El concejal popular Gregorio Serrano siempre viene a ver a la Virgen "esté donde esté". Su devoción a la patrona es muy importante. Su mujer y su hija mayor se llaman Reyes. Fue su suegro quien lo apuntó a la asociación: "Soy desde los 16 ó 17 años. Él era muy devoto y me apuntó. Íbamos a la primera misa y luego salíamos en la procesión".

Desde que es concejal en 2003 sale con la corporación tras el paso. "La primera vez que salí fue muy emocionante". Pero de lo que guarda un especial cariño es de su etapa como delegado de Fiestas Mayores. "Tener la responsabilidad de organizar la ciudad, el dispositivo, el exorno de la procesión... significó mucho". Serrano espera que la devoción a la Virgen no se pierda y que se siga transmitiendo. "Hay que acostumbrar a los hijos a volver de la playa". Una ilusión que le quedó por cumplir es poder llevar el palio de la patrona como costalero. Fue a los ensayos. "No pude cumplir ese sueño. Ha sido la primera vez en mi vida que no he podido salir por ser demasiado alto".

El repicar de las campanas y el silencio de la salida son los primeros recuerdos que Joaquín de la Peña tiene de la procesión, cuando acudía de la mano de su madre. "Es una devoción de toda la vida. Era fundamental estar con la Virgen". Hace más de 35 años que organiza la procesión. Fue Juan Castro Nocera quien lo reclutó para la tarea. "No tiene nada que ver con el Corpus. Las tres cuestiones fundamentales son que la Virgen esté a las ocho en la Puerta de los Palos, que vaya a un ritmo normal y coordinar las posas en las esquinas". La devoción hacia la Virgen la ve inalterable, sobre todo en los pueblos, donde cree que se mantiene con más vitalidad. Su momento más especial cada 15 de agosto es la entrada. "Ahí podemos decir que hemos cumplido. El ratito que nos queda es para mirarla a la cara y rezar".

Para Jesús Martín Cartaya la de la Virgen de los Reyes "es una procesión familiar distinta a todas". Desde pequeño acudía siempre con sus siete hermanos a verla en Calzados Catedral, en la Avenida. "Nos encontrábamos siempre a las mismas personas". Este notario gráfico de la ciudad añora la procesión de hace algunas décadas. "Era más sevillana, más cortita, no se hacía tan pesada". Conoció una procesión que entraba por la Puerta de San Miguel, a los capellanes reales escoltando como manigueteros, los gastadores de escolta, los miembros de la asociación desfilando de brazos cruzados, la novena en el trascoro, o la función en el Altar Mayor. Lamenta que se esté perdiendo la peregrinación desde los pueblos cercanos. Él lo sabe bien, puesto que es testigo de excepción desde Castilleja de la Cuesta.

Muy mal lo pasó Manuel Palomino, maestro de priostes de Sevilla, el año que pasó el 15 de agosto en San Sebastián sin poder ver a la Virgen de los Reyes. Salvo en esa ocasión, acude todos los años "esté donde esté". De la mano de su tío tuvo los primeros contactos con la patrona. "Tendría 4 ó 5 años. La veíamos en los soportales de la calle Alemanes". Actualmente acompaña a la Virgen como hermano de la Sacramental del Sagrario. "La Virgen de los Reyes es un denominador común entre los sevillanos. Luego cada uno tiene su devoción".

Quien se estrena mañana como presidente del Consejo en la procesión es Joaquín Sainz de la Maza. Como los de tantos sevillanos, sus primeros recuerdos del 15 de agosto es volver a Sevilla desde el lugar de vacaciones. Es miembro de la asociación de fieles desde hace más de 20 años, aunque sólo ha salido una vez. "Tuve la suerte de ir muy cerca del paso. Pude comprobar de cerca el fervor y la devoción que le profesa el pueblo de Sevilla". Algunos 15 de agosto ha estado de viaje, pero normalmente solía ver la procesión en la Plaza del Triunfo. "Yo me fijo en la cara de la Virgen. Me transmite paz, serenidad y una gran esperanza. Es una devoción auténtica. Muy real".

La devoción a la Virgen de los Reyes se sustenta en todas estas personas y en los miles de sevillanos anónimos que la recibieron de sus mayores y se la transmiten a sus hijos.

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