Un mal año para Bloom

Dublín, 16-J. No hubo homenaje ni lecturas, el traductor de Joyce sale de una convalecencia y baja drásticamente el número de alumnos que viajarán a Irlanda

17 de junio 2009 - 05:03

EL gordo Buck Mulligan (orondo en la traducción de García Tortosa) tiene que estar adelgazando y en la torre Martello han debido poner el cartel de Se Alquila. En el santoral de la literatura, el 16 de junio está señalado en verde irlandés. Han pasado 105 años desde aquel 16 de junio de 1904 que eligió James Joyce para dedicar sus casi mil páginas del Ulises a recorrer todos los recovecos de Dublín. Un buen día que ha caído en un mal año.

"Llevo diez años aquí y es la primera vez que no se ha organizado nada en el aniversario del Bloom's day". Creina Latham, 33 años, irlandesa de Donegal, es encargada de Flaherty, el bar irlandés que se estableció en una antigua cristalería de la calle Alemanes. Ayer no hubo lectura de fragmentos del Ulises ni pinta de Guinnes ni ración de riñón de cerdo para rememorar el día más largo de la historia de la literatura, las andanzas del agente publicitario Leopold Bloom. Un oficio complicado en estas calendas.

No sólo no organizan nada en Flaherty, sino que no queda una sola huella de anteriores lecturas y homenajes. "Yo juraría que había algún retrato de Joyce o alguna ilustración alusiva", dice Creina entre carteles de karaoke y de pruebas de piragüismo. "Se lo habrán llevado". El autor de la tercera traducción del Ulises al español, Francisco García Tortosa, murciano, catedrático de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla, ha superado con nota una emboscada médica y concentra todas sus energías en preparar el Bloom's day de 2010. "Tiene que ser la crisis", dice Creina.

La camarera danesa que atiende la terraza, tan rubia como las pintas que lleva en la bandeja, no ha leído una línea del Ulises, que no es el credo del establecimiento. Mientras la simpática camarera niega con la cabeza, un cliente escucha la conversación con el periodista e improvisa un monólogo para ensalzar las virtudes del libro. "Yo empecé a leer el Ulises con 18 años y sigo leyéndolo con 67". "¿Sabe por qué empecé a leerlo? Se lo voy a contar si me ponen un poquito de whisky... Yo estudiaba segundo de Arquitectura en Madrid en 1964 y el profesor, Daniel Fuyahondo preguntó a una compañera si había leído el libro de Joyce. Me sorprendió la pregunta. El profesor dijo que no se podía hacer un buen proyecto de arquitectura sin haber leído el Ulises. Al día siguiente compré una versión española, después lo leí en inglés y hasta ahora".

Aquel estudiante es hoy arquitecto y se llama Ángel Díaz Domínguez. Joyce y Nabokov forman parte de su galería de preferencias literarias. Junto a Borges, los tres mosqueteros de la literatura unidos porque murieron en Suiza y porque los académicos suecos nunca les dieron el Nobel. El arquitecto Díaz Domínguez no necesita de homenajes ni lecturas para recordar a Joyce. Creina recuerda el paso por Flaherty en otros aniversarios de joyceanos sevillanos como Juan Antonio Maesso o Antonio Rivero Taravillo. El único santo intocable en el local es San Patricio.

Lo de la crisis no es retórica. "La devaluación de la libra esterlina en un 35 por ciento ha hecho que todo el turismo cultural que iba a Irlanda a aprender o perfeccionar inglés se esté yendo a Inglaterra", dice Bernhard Roters, alemán que fundó y dirige la escuela de idiomas Clic, en la calle Albareda. Se redujeron drásticamente las legiones de estudiantes que iban a estudiar a Dublín, a Cork o a Galway. Pádraig Costello es el único irlandés en el claustro de profesores del Clic. "No he leído el Ulises, y en clase menos. No es lo más adecuado para enseñar gramática inglesa". Lleva nueve meses en Sevilla, donde llegó de profesor después de dejar su trabajo de funcionario en un despacho ministerial de Dublín.

La terraza de Flaherty está llena de extranjeros que liban junto a la catedral. La camarera danesa se gana el sueldo. En apenas una semana, ha visto pasar dos marchas verdes con el color de la bandera de su país: el verde esperanza de la reina de Triana y la procesión de béticos que quieren una Roma helipolitana sin Nerón. Molly Bloom se ha quedado sola en su monólogo. Joyce no está entre las pintas que jalonan su texto. Ni siquiera el azar juega a su favor, como el doble centenario del Ulises y de la Cruzcampo conmemorados en 2004 o el bar lleno de monitores de televisión donde una atípica clientela de bibliófilos vio el Bloom's day de 2002 el partido que España e Irlanda disputaron en el Mundial capicúa de Japón y Corea. Un gol de Morientes en el aperitivo, empate de Robbie Keane en el postre y tanda de penalties a la hora del café con el tanto providencial de Mendieta. Dinosaurios balompédicos con el paso frenético del tiempo.

Parece que James Joyce también ha bajado a Segunda División. Alguien lo vio el lunes con una pancarta del Betis por Alemanes: Lopera go home.

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