El Metropol Parasol encalla

El proyecto de Jürgen Mayer, financiado en buena medida con dinero del PGOU, tiene comprometido ya un gasto global cercano a los 90 millones de euros · El Ayuntamiento estudia fórmulas para salvar la situación

Carlos Mármol

20 de enero 2010 - 05:03

El verdadero talón de Aquiles del Metropol Parasol -el complejo comercial que se construye desde hace ya cinco años en el solar de la antigua plaza de la Encarnación- no es de índole estética ni patrimonial, sino esencialmente económica. La Gerencia de Urbanismo de Sevilla estudia fórmulas para salvar la delicada situación de este proyecto, llamado a ser uno de los símbolos de la etapa de permanencia en la Alcaldía de Alfredo Sánchez Monteseirín, que, aunque no está paralizado por completo, se encuentra en un proceso de ralentización más que notable como resultado los importantes desajustes que se han producido en los últimos tiempos en el programa financiero inicial.

El devenir de la remodelación urbanística de este enclave de Sevilla es, de hecho, un largo rosario de modificaciones y cambios de opinión, la mayor parte de ellos adoptados durante la última década, que no han hecho sino hipotecar de una u otra manera las arcas municipales. Hasta el punto de que a lo largo de todo este tiempo las distintas (in)decisiones municipales cometidas en la Encarnación han comprometido un gasto global bastante cercano a los 90 millones de euros.

El gobierno local (PSOE e IU) siempre ha evitado dar una cifra cerrada del coste de las obras. La excusa es que hay que esperar a que los trabajos concluyan, dada su complejidad. Se trata de un proyecto de vanguardia -al menos en lo formal- cuya ejecución técnica tiene un elevadísimo grado de incertidumbre. En términos de costes, además, no existe un parámetro objetivo similar que permita poder comparar.

Pero lo que es evidente es que, en el mejor de los escenarios, el gasto que supone la construcción del Metropol Parasol probablemente haya superado ya el que, por ejemplo, en su día implicó la construcción de la línea 1 del tranvía del centro, muy alta si se hace un análisis serio en términos de rentabilidad y coste. Sobre todo porque desde que los distintos gobiernos presididos por Monteseirín decidieron intervenir en este sensible enclave urbano -que llevaba más de tres décadas con usos que no se correspondían a su antigua función de hogar del mercado de abastos- la factura para las arcas públicas no ha dejado de crecer y multiplicarse.

Antes de poner siquiera un ladrillo del diseño concebido por el arquitecto berlinés Jürgen Mayer, el Consistorio ya se había dejado en la Encarnación nada menos que casi 15 millones de euros. Tal cifra parte de los gastos de indemnización correspondientes al antiguo proyecto que se ejecutaba en la zona y a las obras de urgencia que tuvieron que acometerse en el solar tras la paralización de la primera operación de remodelación urbana. Como se recordará, en el periodo en el que el PSOE y el PA compartían el gobierno de Sevilla (1999-2003), ambos decidieron construir un aparcamiento subterráneo y un mercado de abastos en el solar. Los socialistas siempre discreparon en privado de tal propuesta. Pero lo cierto es que votaron a favor de ella hasta en cinco ocasiones distintas (las correspondientes a los trámites en los distintos foros de gobierno) dado el acuerdo político marco que tenían con los andalucistas.

Los trabajos de construcción se iniciaron en tres etapas: las excavaciones arqueológicas, las construcción de los muros-pantallas de hormigón previos al aparcamiento (del que llegó a hacerse la rampa, visible en la calle Imagen) y el encargo del proyecto arquitectónico al estudio de José Antonio Carbajal. La envergadura de este proyecto era muy inferior al actual: suponía una inversión de 12 millones de euros y reportaba a la empresa concesionaria (una firma de aparcamientos) unos beneficios potenciales de 24 millones de euros.

El cambio de criterio del PSOE, tras el primer pacto de gobierno con IU, modificó el escenario. Monteseirín estimó conveniente paralizar las obras -colisionaban con la doctrina del Plan General de Ordenación Urbana en relación al Casco Histórico- y optó por replantear el proceso de planificación desde el origen. El coste de tal decisión fue una compensación de 9 millones de euros que cobró al Unión Temporal de Empresas (UTE) formada por Martín Casillas y Ficoán. Este consorcio, al que el PA adjudicó en su día los trabajos de remodelación de la Encarnación, fue además agraciada con el primer contrato ex novo surgido del cambio de situación: las obras de emergencia (por valor de 5,3 millones de euros) necesarias para contener con pantallas el terreno, dado que los trabajos arqueológicos (cuyas tres fases previas de excavación financió casi en solitario el Consistorio) no habían concluido y se había decidido hacer un concurso de ideas, lo que dilataba en el tiempo el momento de construcción del nuevo proyecto.

El Metrosol Parasol surgió de la citada convocatoria de ideas. A partir de aquí, los costes han venido creciendo sin parar: desde el gasto para celebrar dicho concurso, a todos los trabajos previos a la construcción propiamente dicha. Los honorarios del arquitecto. La redacción del proyecto básico. Más excavaciones. La ingeniería. El contrato para coordinar las obras que recayó en el entonces secretario del concurso de ideas, el arquitecto Pedro García del Barrio, que en su día cobró 30.000 euros por facilitar la sintonía técnica entre Sacyr y el Ayuntamiento. A posteriori llegó el proyecto de ejecución (mucho más costoso) y la realización de los trabajos propiamente dicha.

El escenario financiero para remodelar la Encarnación -un plan que ahora hace aguas- consistía en una privatización de facto de este enclave urbano. De hecho, en términos jurídicos se aplicó la misma fórmula de la concesión administrativa. Sólo que, en lugar de un aparcamiento rotatorio (como hizo el PA con su proyecto), lo que se entregaba como negocio a la constructora (Sacyr) fue la explotación lucrativa de los diferentes espacios del Metropol Parasol, al que en los pliegos de contratación siempre se le aplica el término "edificio", nunca se le llama plaza pública.

En virtud del contrato suscrito en su día, el operador comercial de la Encarnación asumía parte de la inversión -un 50%- y la amortizaba con la explotación económica de las galerías comerciales (primero ocupadas por el mercado de abastos, pero que se transformarían en tiendas al jubilarse los placeros) y casi todos los espacios del proyecto: el yacimiento arqueológico, las áreas terciarias, la propia plaza pública elevada -la cubierta de las galerías comerciales, en realidad- y el mirador que se situaba dentro de la estructura del Parasol. A estas zonas construidas se añadía el edificio del área municipal de Hacienda, situada en la propia plaza. Ingresos hipotéticos calculados en una coyuntura inmobiliaria muy diferente y con una proyección de costes que, nada más iniciar la obra, se ha alterado por completo.

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