Entre otras cosas, casta

El Sevilla llamado a generar ilusión ha perdido alarmantemente en intensidad y carácter, lo que minimiza su capacidad para competir. Krychowiak es quien más sufre este déficit.

Sergio Rico, sentado en el suelo tras recibir un gol del Borussia y Konoplyanka y Tremoulinas se lamentan.
Sergio Rico, sentado en el suelo tras recibir un gol del Borussia y Konoplyanka y Tremoulinas se lamentan.
Jesús Alba, Sevilla

27 de noviembre 2015 - 05:02

El fútbol es un compendio de todo y el equipo ganador es el que es capaz de aunar al más alto nivel posible varios conceptos claros: calidad técnica, evidentemente, pero también rendimiento físico, fuerza mental, concentración, intensidad, agresividad, velocidad, inteligencia, acierto ante el gol...

Cuando muchos sevillistas se preguntan por qué el equipo de Unai Emery, tras ganar brillantemente dos títulos europeos y ser uno de los más temidos por los rivales, no es capaz de imponerse fundamentalmente fuera de casa una extraña sensación de impotencia e incredulidad lo invade. El esfuerzo económico realizado por el club para mejorar la plantilla no ha tenido jamás un precedente parecido, lo que, en teoría, debía ser un dato a favor, pero ha sido todo lo contrario. La llegada de jugadores como Konoplyanka, Llorente, Nzonzi... posiblemente haya elevado el nivel de calidad técnica, pero otros valores igualmente determinantes han caído de forma alarmante.

El Sevilla realizó tres faltas durante todo el partido ante el Borussia en Mönchengladbach (dos Krychowiak y una Banega), un duelo en el que se jugaba la vida deportiva y económicamente y eso, como en otras tantas salidas ante equipos menores que también acabaron doblegándolo se ha convertido en una rémora que no logra equilibrar la mayor -siempre en teoría- calidad técnica. El equipo de Emery hizo cosas interesantes el miércoles pero de nada sirvieron sin el acompañamiento de un sistema defensivo eficaz y comprometido. Y eso es producto de cambios en la plantilla que no han logrado equilibrar el desfase entre lo que se fue y lo que vino. El Sevilla ha perdido mucho porcentaje de intensidad, carácter, agresividad, coraje... con la marcha de hombres que están en la mente de todos. Aleix Vidal es el futbolista al que más echa de menos Emery por todo lo que le daba en ataque, pero también por lo que corría hacia atrás; Mbia, aparte de su llegada y poder aéreo, lograba barrer por delante de Krychowiak e intimidaba en una franja amplia de campo (que se lo digan al rival que viene el domingo a Nervión, el Valencia); el propio Bacca era un delantero capaz de chocar con los defensas e intimidarlos en la salida de balón del rival, que acababa siendo menos limpia de lo que lo es ahora; y hasta Fernando Navarro pese a no ser un titular fijo imprimía carácter tanto en el campo como en el interior del vestuario, en el que era un referente por su condición de capitán. También se echan en falta en esta faceta jugadores con oficio como Carriço, Pareja o hasta, en un momento dado, Beto desde la portería.

El Sevilla 15-16 es un equipo capaz de hacer mucho daño con balón, como lo hizo al Borussia en algunas fases del partido y como fue capaz de empequeñecer al Real Madrid o al Barcelona, pero encogido y vulnerable cuando sufre el primer contratiempo lejos del calor de su afición. Necesita gente que lo empuje, que lo haga creer en sus posibilidades para no dejarse comer el terreno. El fútbol es un deporte viril y el Sevilla ha perdido mucha intensidad desde mayo hacia el momento en el que no ha sido capaz de ganar ni un partido fuera de casa y ha encajado una media de dos goles en cada desplazamiento.

Más allá de las bajas en defensa, el gran damnificado en esta situación puede ser Krychowiak, otrora una roca, que está viendo venir demasiado caudal ofensivo por parte de los rivales. Si, utilizando el símil taurino, con Mbia puede decirse que le llegaban los toros ya picados, ahora -encima sin descanso en ningún partido- se las ve y se las desea para llegar a tiempo de frenar contraataques y avances del rival si no tiene al lado a un futbolista que lo ayude en esa tarea. Todo ello lo que propicia es que la defensa recule, generando un enorme espacio que, por ejemplo, el Borussia utilizó para disparar con mucho peligro desde fuera.

Se han ido jugadores con más casta de los que han llegado -N'Zonzi puede ser el mejor ejemplo- y, evidentemente, el equipo lo nota. Y lo malo es que a estas alturas y fuera de Champions y puede que de Europa, es un problema que ahora tiene difícil solución.

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