"¿Te vienes a Ibiza con lo puesto?"

Doscientos estudiantes sevillanos fueron 'secuestrados' ayer para pasar una noche en la discoteca Pachá

Algunos de los doscientos estudiantes elegidos bailando en la discoteca Pachá Ibiza.
Algunos de los doscientos estudiantes elegidos bailando en la discoteca Pachá Ibiza.
Luis Cotán

14 de noviembre 2010 - 01:00

Cuando Inma, estudiante de Farmacia de Sevilla, se dirigía hacia su Facultad el pasado viernes, en ningún momento podía imaginarse el cambio de rumbo que tomaría la jornada a partir de ese momento. "¿Te vienes ahora mismo a Ibiza con lo puesto?". Con esa pregunta, la marca Ron Barceló sorprendió el viernes a cientos de estudiantes sevillanos.

Alrededor de las doce del mediodía, en la Facultad de Farmacia aparecieron dos autobuses de los que se bajaron unos figurantes disfrazados de azafatas de vuelo y pilotos de avión. En ese instante, la misma imagen se estaba repitiendo en el centro privado Ceade y en la Universidad Pablo de Olavide, ante la atónita mirada de cientos de universitarios. "Quien quiera venirse a Ibiza esta tarde para pasar la noche en la discoteca Pachá, con todos los gastos pagados, que se quede por aquí", informó una de las azafatas a un grupo de jóvenes que no entendía nada de nada. "¡No me lo puedo creer!", fue la frase que más se pudo oír en el campus de Reina Mercedes.

Responsables de Ron Barceló habían escogido a los primeros estudiantes para viajar a la isla pitiusa haciéndoles entrega de una simbólica tarjeta de embarque. Durante más de una hora, las azafatas y pilotos fueron escogiendo a varios grupos de estudiantes al azar para que viajasen a Ibiza. La histeria se desató en los campus sevillanos. Decenas de universitarios se agolpaban alrededor de los responsables de la marca de ron para rogarles una tarjeta. Sin embargo, lo que la compañía quería era sorprender y ofrecerle el viaje a los que estuvieran más desprevenidos. El factor sorpresa.

A las dos de la tarde, Ron Barceló ya había elegido a los 200 afortunados que realizarían una escapada express a las islas baleares. "¿Pero que nos vamos así, a lo loco?", preguntaba Inma a las azafatas. Muchos estudiantes tuvieron que llamar en ese instante a sus padres para informarles de la oferta que habían recibido, ya que no podían pasar ni siquiera por casa. Iban a ir a la discoteca Pachá con lo puesto. "Claro mamá, me voy con la ropa que tengo ahora. Sólo llevo cinco euros encima", le contaba a su madre Paola, otra estudiante.

"Mi padre me ha dicho que si me voy, que no vuelva a casa", comentó Silvia, una joven que ya se había montado en el autobús que la llevaría rumbo al aeropuerto de Sevilla. Después de almorzar algo en un restaurante de Triana, los responsables de Ron Barceló llevaron a los 200 estudiantes hasta el aeródromo hispalense. Una vez allí, se desató la locura. Los viajeros se quedaron atónitos viendo cómo una gran masa de gente entraba en el aeropuerto gritando de alegría y cantando.

Después de pasar el control de seguridad, los universitarios tuvieron que esperar más tiempo del debido por un retraso en el vuelo. Sin embargo, lo único que no había en el ambiente era cansancio. Risas, fotos, bailes. Hasta sevillanas se bailaron en la sala de espera del aeropuerto. "Hoy no pensaba ni ir a la facultad", repetía insistentemente Carlos, estudiante de Publicidad.

A las nueve de la noche partió el avión rumbo a Ibiza. Una vez allí, una cena servida en el hotel Pachá para, algo más tarde, entrar en la discoteca más famosa de la isla. Gratis, por supuesto, y con bebidas gratuitas para todos. Los 200 elegidos tenían cinco horas por delante para disfrutar de la que muchos habían definido como la noche de sus sueños. "Esto es muy fuerte, esta mañana iba a entregar un trabajo en clase y de repente me encuentro volando a Ibiza y entrando en Pachá", afirmó Pilar, una estudiante de Periodismo que aún no se creía lo que le estaba pasando.

Sin embargo, como siempre, todo sueño llega a su fin. A las cinco y media de la mañana, el afortunado grupo se montó en el autobús rumbo al aeropuerto ibicenco. A las nueve de la mañana llegaron a Sevilla, exhaustos, pero aún sin asimilar lo que habían vivido en menos de 24 horas.

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