Puertas abiertas a la clausura

La visitas guiadas de Alminar se adentran en la historia y leyendas de conventos como el de San Leandro

Explicación en el interior de la iglesia del Convento de San Leandro.
Explicación en el interior de la iglesia del Convento de San Leandro.
Ana Fernández

29 de noviembre 2010 - 01:00

Puntual a su cita, Adrián Yánez, monitor del grupo de veinte alumnos del curso de conventos de clausura, llama a la puerta de uno de los más antiguos de Sevilla, el de San Leandro. Tímidamente, una de las hermanas que habita en el también conocido como monasterio de San Agustín abre el portón que da acceso a la iglesia. Antes de que el grupo al completo se adentre en la sala, la monja -una de la docena que en el convento vive- ya ha abandonado la estancia. Sólo requiere una petición: "Cuando salgan, cierren la puerta".

Éste es el tercer convento de clausura que visita el grupo de alumnos del curso que desarrolla la empresa de gestión cultural Alminar durante el mes de noviembre. Su guía, Adrián, ya tiene experiencia, "éste es el tercer año que se imparte", y ofrece la garantía de su formación en Historia del Arte. Son muchas las curiosidades, leyendas y obras de arte que a lo largo de este tiempo ha tenido la "suerte" de descubrir. "El de las Teresas suele provocar bastante expectación por la zona en la que está, en el Barrio de Santa Cruz, y por lo cerrado que se muestra al exterior. Las llaves, por ejemplo, nos la pasan a través del torno; no hay ningún tipo de contacto".

Las explicaciones amenas, donde también hay tiempo para degustar los míticos dulces conventuales, y el interés por desvelar los secretos de estos lugares cerrados por norma son los principales motivos que llevan a los asistentes a apuntarse y, en ocasiones, a repetir la experiencia año tras año.

El perfil de los alumnos que acuden al convento de San Leandro es amplio. Carlos es el alumno más joven, con tan sólo 10 años asiste acompañado por su madre, Nancy, quien reconoce que "gracias a las explicaciones, mi hijo tiene la oportunidad de conocer su ciudad; el aprendizaje le viene muy bien".

Mientras unos permanecen de pie y otros optan por tomar asiento en la bancada de la iglesia, Adrián inicia su discurso. Son muchas sus aportaciones y de distinto calado: "Estamos en uno de los conventos más antiguos de Sevilla, del siglo XVI, aunque su fundación data del siglo XIII, cuando se encontraba ubicado a las afueras de la muralla, en la actual Ronda de Capuchinos; San Leandro fue el primer arzobispo de Sevilla; le llaman el convento de los retablos, destacando, además del altar mayor, otros dos de Martínez Montañés; el programa iconográfico que presentan sus retablos es único por su valor artístico...".

Cuando está a punto de finalizar la visita, y el grupo se ubica frente al retablo barroco dedicado a Santa Rita, es el momento más distendido y se deja paso al anecdotario popular. "De dónde viene el dicho: Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita"; "cuál es el dulce más popular que elaboran estas hermanas agustinas"...

La visita al convento no se centra sólo en su interior y el grupo atiende a la explicación que en la plaza se realiza sobre su popular Pila del Pato y los distintos puntos en los que ha estado ubicada a lo largo de su historia -de la Plaza de San Francisco a la Alameda, de ahí al Prado, para asentarse definitivamente en su ubicación actual".

El grupo, ahora, se dirige hacia el convento de las dominicas de la Madre de Dios, en la calle San José. Allí, tienen la oportunidad de ver las tumbas de Juan de Zúñiga y Catalina Cortés, la viuda y la hija del conquistador Hernán Cortés, "que vino a morir a Castilleja de la Cuesta". En un momento del recorrido, la abadesa del convento se acerca al grupo a través de la reja del coro y les comenta la preparación de la misa de acción de gracias, ya celebrada, en la que se inició el proceso de beatificación de una monja del convento, Santa Bárbara de Santo Domingo, "hija de un campanero de la Giralda, que llegó a ser monja de este monasterio".

Hoy, este grupo realizará sus últimas visitas, y será al convento de Santo Tomás de Aquino y a la Iglesia de Santa María la Real. Finalizado el curso, se les otorgará un diploma acreditativo, pero, para la mayoría, lo más importante lo llevan guardado en sus retinas y en la oportunidad de saber qué se esconde tras los muros y portones de los conventos de clausura.

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