El escalador congelado

Ofrecemos un adelanto de la nueva novela de Salvador Gutiérrez Solís, 'El escalador congelado', que llega este martes a las librerías

El escalador congelado
El escalador congelado
Salvador Gutiérrez Solís

25 de noviembre 2012 - 05:00

Limón

Seis de la tarde. Sábado, 28 de enero. Hace frío, mucho, intenso, un frío extraño en esta zona de España -cinco grados, temperatura máxima-, pero las previsiones meteorológicas, la lluvia, el viento, tal vez aguanieve, las carreteras cortadas, no se han cumplido por ahora. Cinco grados en Sevilla es frío, significa mucho frío.

A pesar del frío -cinco grados, temperatura máxima-, ha sido un día soleado -y frío-. Las previsiones meteorológicas han trastocado los planes de Jesús y Susana para este fin de semana. Habían pensado viajar a Cádiz, un trayecto breve y cómodo desde Sevilla. La autopista es cómoda pero cara. Suspendieron ayer el viaje y alquilaron películas y compraron comida -queso, paté, entrecot de buey y vino tinto-, en el supermercado del centro comercial que hay cerca de donde viven. Tampoco hicieron algo extraño. Los viernes, por la tarde, Jesús y Susana suelen comprar en ese supermercado.

Un buen vino con un buen queso siempre es una apuesta segura.

Francia es el paraíso de los quesos.

España no se queda atrás, y tenemos mejores vinos.

El viernes por la noche, ayer, comieron queso y foie en abundancia, foie de pato, muy caro, en lata, letras francesas, no me vuelvas a contar por favor cómo hacen este paté que me lo sé de memoria, y abrieron dos botellas de vino tinto. Rioja y Somontano. No deberíamos mezclar el vino. Después tomaron café, dos cafés solos, y helado de limón con trocitos de limón, y ron, con una rodaja de limón, Jesús, y un gintónic, con limón exprimido, Susana. Lo quiero corto.

Si recapitulamos, si le dedicamos un instante, es muy familiar el limón, en sus distintas combinaciones, en nuestras vidas, en la vida de cualquiera.

¿Te acuerdas de aquellas ostras, en Portugal?

Qué buenas..., sólo con un chorrito de limón...

Si hubieran viajado hasta Cádiz habrían consumido más limón, rociándolo sobre los erizos de mar. Y cerveza, muy fría, de grifo. Con dos dedos de espuma. Los erizos de mar, como las ostras, o las cañaíllas, y otras especies, sobre todo marinas, se comen con un chorrito de limón.

-Los erizos de mar saben a mar profundo.

-¿Y eso cómo lo sabes tú?

-Eso dicen.

Pasadas las dos de la mañana se fueron a la cama. Antes, Jesús comprobó en una revista la programación del Canal 18, el título de las películas que iban a emitir de madrugada. En realidad, más que los títulos de las películas, Jesús comprobó si conocía a sus intérpretes femeninas. Decepcionado, cerró la revista y desconectó la televisión: ninguna de sus actrices favoritas se daban cita en la programación nocturna del Canal 18. Canal 18, durante el día, hasta las doce de la noche, emite películas de bajo presupuesto, series B de zombies con los ojos enrojecidos y adolescentes aterrorizados por un asesino previsible. Es una política que repiten algunas cadenas de televisión, para que los padres tengan la oportunidad de acostar a sus hijos. No es bueno que un niño vea ciertas cosas. Y antes de comenzar a emitir las películas clasificadas con una X, con XX -donde se dan cita algunas de las actrices favoritas de Jesús- o con XY, lo anuncian con una pantalla roja y letras de gran tamaño. Imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador.

-Te has dejado el canal puesto.

-Anoche no me levanté.

-Claro, se ha puesto solo.

-Se habrá ido la luz..., siempre aparece después.

-Si a mí me da igual...

Seis de la tarde, todavía no ha anochecido. Sábado, 28 de enero. Hace frío, mucho -cinco grados, temperatura máxima-, pero las previsiones meteorológicas, la lluvia, el viento, tal vez aguanieve, las carreteras heladas, la sal y las cadenas en las ruedas, no se han cumplido, de momento. En la pantalla de la televisión, un escalador congelado, en la cima de uno de los picos más altos de Nepal. La gruesa capa de hielo aún permite ver la barba del escalador, el impermeable de color verde, y también se puede ver que le falta una bota, la que debería cubrirle el pie izquierdo.

Otros dos escaladores aparecen en la pantalla.

Ascienden con dificultad, entre una ventisca enfurecida. Los dos escaladores, cascos y gafas de espejo, se detienen junto al escalador congelado y, como si se encontraran ante una figura sagrada, le dedican un momento -no más de un minuto- de recogida y respetuosa atención, antes de continuar con la marcha.

En la pantalla de la televisión, cámara fija, el escalador completamente congelado, en la cima de uno de los picos más altos de Nepal. Títulos de crédito, imagen estática, sintonía.

-No me lo creo -dice Jesús, recostado en el sillón.

-¿Qué no te crees? -pregunta Susana, tumbada en el sofá.

-Lo del escalador congelado... -Jesús se frota los ojos-. No me creo que ese hombre lleve ahí tanto tiempo.

-Pues es verdad.

-Se quedó así, de pie..., como si tal cosa..., no me lo creo.

-Estabas dormido cuando lo explicaron: un helicóptero no puede llegar hasta ahí arriba y pesa demasiado para que nadie pueda cargar con él... y está pegado, es un enorme trozo de hielo... -explica Susana.

-Me parece muy extraño que se quedara de pie -insiste Jesús.

-No tiene nada de extraño, me parece a mí -Susana, como si se tratara de la responsable del equipo de salvamento que no ha podido recuperar el cuerpo del escalador congelado, se abraza a la teoría desplegada por el documental.

-Bueno...

-Es como es...

-Ya...

Jesús juguetea con una cajetilla de cigarrillos, la acaricia, la mueve de un lado a otro, saca un cigarrillo y lo coloca en posición horizontal sobre su nariz. Lo olfatea durante unos instantes, lo mira, lo aprieta entre los dientes. Humedece el filtro con saliva para que no se le quede pegado a los labios.

Susana recuerda que debe comprar Orfidal, que sólo le quedan dos comprimidos.

-¿Te gustaría encenderlo? -le pregunta Susana, que, desde el principio, ha seguido todos sus movimientos.

-Claro -no duda.

-¿Y por qué no lo haces?

Jesús se toma unos segundos antes de responder.

-No lo sé -responde.

Jesús guarda el cigarrillo en la cajetilla.

-No me creo lo del escalador -dice Jesús al tiempo que se pone en pie-. O sea, un tío en la montaña se queda como yo estoy ahora, sin más.

-Da igual que te lo creas o no, es lo que pasó... ¿No has visto el documental?

-Puede tratarse de un montaje...

-¿Un montaje, para qué?

-Para ganar audiencia..., es una idea morbosa...

-¿Morbosa?

-Sí, morbosa.

-¿Tú crees?

-No me lo creo, no, no me lo creo...

-Allá tú.

Susana desbloquea su Iphone y teclea el escalador congelado en la ventanita de su cuenta de Twitter.

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