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¿Lo peor está por llegar?

  • El beticismo desconfía de la planificación de Estepa y Domínguez Platas, herederos de los que pergeñaron este Betis. Con el equipo casi descendido, muchos temen ya un segundo año letal.

El golpe ha sido durísimo. No por esperado, ha resultado fácil de asumir, máxime cuando el bético, al menos, ansiaba pasar la Semana Santa y hasta la Feria soñando con la permanencia. Hoy puede seguir haciéndolo, aunque se antoja inútil. Pero casi ninguno pensaba en caer ante el Málaga y a los 82 minutos Heliópolis estaba casi seguro de que la proeza era factible. Cinco minutos después, resignado, como le marca el signo de su historia, el bético asomaba cabizbajo por los vomitorios.

Un día después, la calle se llena de resignación en verdiblanco y la preocupación es honda. Subyacen los porqués, pero sobre todo se teme que el año en Segunda que asoma casi sin remisión pueda no ser sólo uno. Al cabo, los que van a planificar son los herederos de los que han cometido este latrocinio, de similar calado, si se consuma el segundazo, al que provocó que ellos entraran en escena.

Las medidas cautelares

Con la duda de si Mercedes Alaya está al día de la gravísima crisis del Betis, la gran incógnita es cuándo finalizará la juez la instrucción y si derogará o no las medidas cautelares. En dos meses y medio se cumplirán cinco años del 15-J que debió cambiar la vida del Betis, pero muchos de los que lo impulsaron han sido los principales responsables de haber dilapidado su herencia en tan poco tiempo. Ahora, el Betis se ve obligado a una nueva regeneración, pero, con éstos deslegitimados, la duda es quién está capacitado para llevarla a cabo. Con todo, algunos andan agazapados pero siguen manejando los hilos en la sombra y se resisten a abandonar su protagonismo. Eso sí, sin dar la cara, como siempre.

Bosch, el gran culpable

A la hora de repartir culpas y, por mucho que haya conniventes, como los hubo con Manuel Ruiz de Lopera, el principal autor del desastre es José Antonio Bosch, el administrador judicial recomendado a la juez por algún demandante tras el fallecimiento de Juan Manuel Gómez Porrúa. Éstos lo entronizaron, lo defendieron a sabiendas de sus maneras de dirigir el club e incluso algunos hoy lo siguen alabando hasta públicamente, igual que sus herederos en la pasada Junta, Francisco Estepa, su sucesor judicial; y Manuel Domínguez Platas, el nuevo presidente.

A Bosch lo dejaron hacer al punto de que caprichosamente se cargó el equipo al destituir a Pepe Mel, descabezó la secretaría técnica al prescindir de Vlada Stosic y lo fió todo a Juan Carlos Garrido, el hombre que echó la penúltima paletada de tierra sobre el equipo. Todo semanas antes de tener que salir por patas al demostrarse que su despacho firmaba contratos privados con proveedores del club, algunos de ellos que él mismo había introducido. Además, es socio de una empresa de apuestas a la espera de que la Junta de Andalucía apruebe la Ley del Juego.

La Junta Extraordinaria

Las críticas se han cebado contra Por Nuestro Betis (PNB) por la supuesta inoportunidad de la Junta del viernes, pero pocos han dicho que la fecha la eligió el consejo sin consultar con PNB. Fue Bosch el que instó a esta plataforma a solicitarla por, según él, llegarle fuera de plazo sus preguntas sobre la Fundación RBB, que se negó a incluir en el orden del día de la Junta Ordinaria del 21 de noviembre. A ello se le unió luego la obligada marcha de Bosch, pero nadie del consejo se dirigió a PNB para llegar a un acuerdo y celebrarla acabada la Liga. Al punto de que el 28 de enero, PNB la requirió notarialmente. Y tampoco hubo contactos: se podría haber pospuesto o no convocarla y pactar con PNB que fuese al juzgado, se convocaba tras la Liga y entonces se anulaba la demanda. Había varias fórmulas, pero el consejo la convocó porque quiso. ¿Quizá porque con el presumible descenso consumado no existía posibilidad de apoltronarse como ocurrió el viernes? ¿Quizá porque Miguel Guillén y Pablo Gómez Falcón estaban muy interesados en salir pitando? Son las preguntas que se hacen los béticos mientras el entorno sólo critica a PNB y su lista de consejeros, todos profesionales, béticos de carnet, acreditados y relacionados con el fútbol aunque, eso sí, quizá sin un excesivo pedigrí profesional, que es lo que se busca en este Betis tecnócrata de abogados, economistas y enchaquetados. Y nadie habla, empero, del regreso de Diego García León, consejero económico con Lopera tres años, socio de una empresa de comunicación y cuñado de José Pablo Varela, representante de futbolistas de Promosport, con vastos intereses en el Betis. O de Tomás Solano, otro nuevo consejero, arquitecto sin nada que ver con el fútbol según el currículum presentado en la Junta.

Estepa, autoritario

Pues en esta gente descansa la suerte del Betis porque así lo han querido. Porque Estepa, abogado cordobés y seguidor confeso de Batman, con el 51,34% de las acciones, tumbó todas las propuestas de PNB y de Manuel Castaño, aprobadas por la mayoría de béticos que no de acciones.

Si se ha comentado y escrito, no sin razón, que el Betis puso fin a un secuestro de 18 años con la intervención judicial, ¿podría decirse hoy lo mismo en vista de la actuación que se sigue y se eterniza a través de los administradores judiciales? ¿En qué ha mejorado el Betis si no es por la quita concursal? ¿Está esta gente y el entorno que aún la defiende capacitado para seguir gobernando? ¿Es peor el remedio que la enfermedad?

Un futuro incierto

Pues el nuevo presidente, Maíto para sus amigos, es el encargado de poner las bases para que la más que presumible travesía por el desierto dure un año, tarea para la que muchos lo ven incapacitado, máxime con los compañeros de viaje que lleva, de los que sólo Antonio José Sánchez Pino, en la parcela deportiva, y Fernando Casas, en la económica, parecen cualificados. A ellos les tocará decidir sobre la cada vez menos fiable renovación de Gabriel Calderón o el fichaje de un nuevo entrenador, la contratación de un director general y un director deportivo -han desechado lo más lógico, un gerente y un secretario técnico-, las renovaciones de jugadores, los nuevos fichajes y, sobre todo, la limpieza de una estructura podrida, que exige despidos a granel entre los empleados del club y los responsables de la cantera. Una tarea ardua y complicada para evitar la posibilidad de estar más de un año en Segunda.

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