El mejor anzuelo

el rocío

La salida de la Hermandad de Coria congrega a todo un pueblo que estos días se convierte en puerto rociero

Una comitiva romera precede al simpecado de Fuengirola mientras desciende de la barcaza. Ceremonial rociero a orillas del Guadalquivir.
Una comitiva romera precede al simpecado de Fuengirola mientras desciende de la barcaza. Ceremonial rociero a orillas del Guadalquivir. / Juan Carlos Muñoz
Diego J. Geniz

31 de mayo 2017 - 02:33

Elena Amparo es una mujer de armas tomar. Tanto que todos los días trabaja con un cuchillo en la mano. Una daga de tamaño considerable con la que cuartea los albures a orillas del Guadalquivir. Esta coriana no da tregua. Su marido se encarga de pescar la mercancía de madrugada, antes de que el sol despunte. Ella acude bien temprano al puesto ambulante donde despacha a los vecinos. Los clientes -la mayoría dueños de bares y restaurantes- compran pronto. Una docena de gatos esperan impacientes, desde el alba, las sobras de este género crudo. El sushi de un pueblo emparentado con Japón.

En esta mañana que se ha levantado nubosa hay más espectadores de lo habitual junto al puesto. Autóctonos y foráneos se han acercado a presenciar la llegada de los rocieros en barcaza. Hoy les toca a los de Fuengirola y Ronda. Van atravesando el río a cuentagotas. Lo hacen con retraso. El cuarteo de los albures distrae a los presentes. Ahora viene el desguace del pescado. Tripas y otras vísceras vuelven al río ante la mirada escrupulosa de algún visitante que se encuentra en ayuno. Las muecas de asco entre los presentes se multiplican.

Coria es de esos pueblos que pueden presumir de hacer suyo el Rocío

Cada desplazamiento en barcaza cuesta dos euros. Hay quien dice que a las hermandades se les cobra 80 por el traslado de toda la comitiva. Al barquero no le agradan los regateos. El desfile de las carriolas que alcanzan la orilla coriana se convierte en una sucesión de títulos. Algunos tópicos. Otros cursis. Y los hay hasta poco receptivos: Anda ve con Dios, Azul del cielo, Ancla del simpecado...

El cruce del Guadalquivir va ganando adeptos conforme avanza la mañana. El paseo fluvial de la antigua Caura se convierte en mirador de la vida saludable. Ciclistas, corredores y amas de casa que rebajan, a base de caminatas, los kilos que sobresalen de la cintura. Las nubes ya se marcharon. También lo hizo Elena Amparo con su puesto de albures. Algunos llegan tarde a comprar el género. Sólo quedan unos cuantos gatos buscando las sobras del pescado.

No del río, pero sí del mar son las redes que cuelgan de la carreta del simpecado de Fuengirola. La adornan caracolas. Sus peregrinos van cantando mientras cruzan el Guadalquivir, que a poco está de fundirse con la marisma. El viejo Betis se hace tan extenso por estas latitudes que da tiempo a cantar la salve de orilla a orilla. Una vez anclada la barcaza en suelo coriano, estos romeros reviven aquella expedición de samuráis que se quedaron a vivir aquí. Estandartes, varas y peregrinos a pie anteceden al simpecado mientras desciende de la embarcación. Todo un ceremonial que se repite con cada una de las hermandades que alcanzan dicha orilla. Dos altos eucaliptos dan la bienvenida a los peregrinos. Su aroma disuade el olor que dejaron los albures destripados. Detrás del simpecado, la mujeres se convierten en séquito. Una cadena de brazos empuja la carreta para salvar el desnivel entre el río y el pueblo. "¡Vamos arriba!", es el grito de guerra en una lucha de flores y volantes por ver quién empuja con más fuerza. Una vez en lo alto, todo son palmas y alguna que otra lágrima que desdibuja el rímel.

Los de Fuengirola ya están en tierra firme. Les espera un pueblo que vive su romería. Sí, porque Coria es de esos pueblos que pueden presumir -y con mucho orgullo- de hacer suyo el Rocío. El ambiente de la Plaza de la Soledad, la calle larga y la parroquia confirman este júbilo que se goza cada Pentecostés. La salida de la comitiva es un alarde de las artes campesinas. Reliquia de oficios perdidos. Los Chanes ejercen de carreteros. Van montando, a modo de puzle, las piezas necesarias para colocar los bueyes. Padre e hijo traen las bestias, que se convierten en protagonistas absolutos cuando llegan a la plaza de la capilla. Una faena que estos corianos repiten desde hace 17 años. El hermano mayor pide por todas esas personas "a las que les hace falta que la Virgen las mire". Oración al cielo antes de que las ruedas se echen a andar. Rechinan los adoquines.

Coria se pone en camino con ese otro río de cordones rojos. El que fluye, bravo, por sus calles. El que se desborda en este martes del año. Aquí no se pescan albures, es la alegría contagiosa la que te pesca. La que te hace suyo y te adoba a las mil maneras. Sevillanas por doquier. Bailes. Y algún trago para apaciguar el calor. Cuando Coria echa las redes resulta difícil no caer en ellas. Bendito anzuelo.

El Cerro y la Castrense ya están en camino

La Hermandad del Cerro del Águila (en la imagen) y la Castrense fueron ayer las primeras corporaciones rocieras en salir de la capital. Lo hicieron, además, en una jornada festiva, al ser el día de San Fernando. Esta coincidencia propició que acudieran a presenciar la salida de ambas comitivas más público que otros años, especialmente en el Cerro, donde las calles estuvieron colmatadas de un buen número de espectadores. Por otro lado, hoy se pondrán en camino la Hermandad de la Macarena, que lo hará a las 8:00 desde la parroquia de San Gil, y la de Triana, que lo hará a las 9:00 desde la parroquia de Santa Ana. Es intención de la hermandad macarena, que ha modificado su itinerario, estar en la Basílica del Cachorro a las 10:30 para despedirse de la ciudad. En la provincia también salen hoy, entre otras, las hermandades de Gines, Bormujos y Espartinas, por lo que el tráfico en esta zona del Aljarafe se verá bastante alterado hasta bien entrada la tarde.

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